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La Xunta convierte la residencia Volta do Castro de geriátrico en psiquiátrico: "Esto no es un almacén de personas"

Los trabajadores de la residencia compostelana denuncian el proceso de "psiquiatrización" que están viviendo en unas instalaciones donde conviven ancianos con personas con problemas mentales y adicciones. Xan Carlos Ansia, uno de los profesionales del centro, explica a Galiciapress la situación "desesperada" en la que se encuentran. 

La conselleira de Polu00edtica Social en la residencia Volta do Castro
La conselleira de Política Social en la residencia Volta do Castro

 

La deriva en las residencias gallegas ha sido cada vez más pronunciada en los últimos años. Los trabajadores geriátricos, en continuas movilizaciones desde hace semanas, demandan mejoras en un sector fundamental que proporciona cuidados a la tercera edad, un grupo cada vez más numeroso en una comunidad más y más envejecida. Sin embargo, los centros cuentan con cada vez menos medios y menos recursos mientras se enfrentan a un proceso de “psiquiatrización”, es decir, convertir las residencias en psiquiátricos, algo que está ocurriendo en toda la geografía gallega.

 

La última denuncia en este sentido llega desde la residencia Volta do Castro de Santiago de Compostela, donde entre sus 130 residentes hay varios, los últimos en llegar, que refieren problemas mentales y adicciones que no pueden ser correctamente tratadas en esta instalación, ya que ni los trabajadores tienen la formación ni las herramientas para prestar los cuidados a usuarios convertidos en pacientes y, en algunos casos, peligroso para los demás residentes.

 

 

DE RESIDENCIA A PSIQUIÁTRICO

Xan Carlos Ansia es uno de los trabajadores de este centro que el martes se movilizó en la entrada de la residencia para visibilizar el malestar de todos los profesionales que trabajan allí, donde reclaman más contrataciones ya no solo de gerocultores, sino también personal de cocina, de limpieza, animadores socioculturales y hasta de mantenimiento. “Hasta un fluorescente que parpadea puede provocar una reacción violenta en algunos residentes, de modo que hay que cambiarlos lo antes posible y necesitamos gente que sepa hacerlo”, ejemplifica Ansia.

 

Este febrero comenzaron las protestas que de momento han tenido “una acogida muy positiva” tanto por parte de trabajadores como de “familiares que se han solidarizado con nosotros”. “Saben que la situación es alarmante. Metes a un familiar en una residencia donde supones que hay una serie de prestaciones y cuidados, pero resulta que lo estás metiendo en un psiquiátrico con gente que se altera, agresiva, antisocial, que necesita otro tipo de cuidados”, razona Ansia. 

 

 

En estas circunstancias, los propios trabajadores son conscientes de que no es el mejor lugar para tener a un ser querido. “¿Meter a un familiar mío aquí? En este momento no. No, porque no tengo la garantía de que la persona que ingrese aquí vaya a ser feliz; una persona mayor puede estar conviviendo con una persona con algún tipo de psicopatía y no con alguien de sus mismas características. Es un riesgo y en este momento no lo haría, y me resulta doloroso decirlo, pero es la realidad a la que nos obligó la Consellería”, explica Ansia.

 

“LOS TRAEN AQUÍ A MORIR”

Las críticas van dirigidas tanto a la dirección del centro como a Política Social, con quienes “no existe diálogo” mientras tienen que escuchar reproches por parte de Fabiola García señalando que hace falta “empatía y humanidad porque esa gente tiene que estar en alguna parte”. “No hay que meterla en algún lado”, sanciona Ansia, “sino donde tienen que estar, no en cualquier sitio”. “No queremos que se encuentren tirados, pero esto ni es un almacén ni es una unidad psiquiátrica”, insisten los empleados, que se enfrentan a diario a situaciones tan espeluznantes como “ingresos de personas a las que traen aquí a morir”. 

 

“Nos lo dicen así y nos los traen a cuidados paliativos. Llevo 40 años en esto y siempre hemos escapado de la idea de que los geriátricos son lugares a los que se va a morir”, incide Ansia, recordando casos de usuarios “que han vivido 20 o 30 años en una residencia, disfrutando de los últimos años de su vida, con actividades, feliz y con cuidados profesionales”, una situación que ahora ha cambiado pues “la propia institución te percibe a veces como un muerto viviente”.  

 

Fabiola Garcu00eda
Fabiola García

 

En la misma línea, Ansia reprende las “falsedades” e “hipocresías” que se han vertido sobre este centro, “en el que prometieron muchas cosas y lo pintaron como el mundo feliz”. “Hace tres años prometían separación entre los usuarios corrientes y los enfermos psiquiátricos, con camas especiales, con personal preparado, con formación… Estamos en 2025 y nada de nada”, censura, recalcando que la situación es “alarmante y grave” pues no tienen las herramientas necesarias para tratar de manera adecuada a las personas que tienen alguna enfermedad mental o adicciones como alcoholismo o drogadicción. 

 

ENCERRADOS LAS 24 HORAS “POR MANDATO JUDICIAL”

Tampoco el personal sanitario del centro está suficientemente formado para tratar estas circunstancias, pues “el médico de las residencias es gerontólogo, no psiquiatra”. No obstante, y a diferencia de lo que viene sucediendo en muchas residencias privadas, en Volta do Castro “todos tenemos titulación, incluso las camareras limpiadoras; en nuestra categoría tenemos la formación y somos profesionales”.

 

 

“En muchos casos no comprenden cosas como que no se puede entrar en una habitación si la acaban de limpiar o que hay unos horarios estipulados para las comidas. La respuesta puede ser agresiva o violenta”, relatan desde Volta do Castro, apuntando a su vez que algunos usuarios “no pueden salir de la residencia por mandato judicial”, pero “se escapan, porque no somos una cárcel”.

 

“Hay personas encerradas las 24 horas sin salir durante años. Aquí no tenemos terapias específicas para estos casos donde puedan salir al exterior o a actividades, como tampoco participan en el bingo u otros actos, solo toman la medicación que les corresponde, cuando no la escupen, y están un poco más controlados”, narra Ansia. 

 

Sin más medios, personal o formación, los trabajadores se ven “desesperados” por su incapacidad para responder a según qué situaciones. “¿Cómo debo responder ante alguien que me quiere agredir? ¿Lo encaro? ¿Le doy la espalda? ¿Escapo? ¿Lo calmo?”, cuestiona Ansia, agregando a su vez que el repunte en las agresiones que sufren ha sido considerable, pero también entre los propios usuarios pues “existen fricciones y se pelean entre ellos”. 

 

En este proceso de psiquiatrización se ha dado el resultado de que “en el comedor principal ya son casi la mitad las personas con un historial psiquiátrico, por lo que se necesitan muchos más ojos”. Para demandar todos esos ojos y brazos que hacen falta en la residencia, los trabajadores han acordado mantener las movilizaciones y en los próximos días anunciarán iniciativas como “andainas protesta” para llevar a la calle sus demandas y hacer visible la locura literal que están viviendo. 

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