#Claves de la semana

La energía eólica da una nueva vida al monte y a la Rapa das Bestas de Candaoso

La actividad de los aerogeneradores no ha restado ni un mínimo de potencial a esta fiesta con más de medio siglo de vida en Viveiro y declarada de Interés Turístico en Galicia. Al contrario, el apoyo de Naturgy ha sido fundamental para que se reinvente el aprovechamiento del monte al tiempo que se preservan actividades tradicionales, como las que salvaguardan desde la Comunidade de Montes de Boimente. Antonio Yáñez Rúa, de la organización de la rapa, habla de la convivencia positiva entre estos dos mundos, necesaria para revitalizar el rural y mantener el patrimonio y la cultura. 


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Foto: EP

 

El rural y las nuevas tecnologías pueden parecernos, en ocasiones, dos mundos totalmente antagónicos y, si apuramos un poco, casi enemigos acérrimos. Nada más lejos de la realidad. En Galicia podemos encontrar muchos ejemplos de cómo las nuevas industrias están logrando no solo revitalizar zonas deprimidas, tanto económica como  demográficamente, sino también preservar las costumbres, la tradición y hasta el patrimonio, tanto material como inmaterial de esta tierra tan rica que rebosa cultura por los cuatro costados. 

 

 

Las energías renovables son uno de esos sectores que pueden verse demonizados algunas veces por posturas radicales que creen que se trata de una industria destructiva y lesiva. No obstante, solo hace falta arrimarse un verano a la Rapa das Bestas de Candaoso, en Viveiro, un evento con más de un siglo de vida robustecido por el esfuerzo de los comuneros de la Comunidade de Montes de Boimente pero, también, por el apoyo de Naturgy en esta iniciativa y en los nuevos modelos de actividades en los montes, gran parte de ellos abandonados al languidecer muchas aldeas rurales.


UNA COMUNIÓN BENEFICIOSA PARA TODOS

Antonio Yáñez Rúa es uno de los organizadores de la fiesta, una de las únicas rapas de toda A Mariña lucense y, sin duda, la más legendaria. Antonio mira al cielo porque solo los nubarrones pueden provocar que la cita no salga como cabría esperar, ya que últimamente “por las mañanas hay mucha niebla” y los jinetes, encargados de reunir las cerca de 300 reses que pueblan los montes de la contorna, tienen más dificultades para juntar a toda la cabaña y llevarla a la zona del curro, donde se celebra la fiesta desde hace más de 50 años. No obstante, la organización dice que “ya está todo a punto” y que solo falta que la gente se anime.

 

El de Viveiro es un ejemplo de la convivencia de la energía eólica con los animales, ya que las bestas pacen libremente en espacios donde los molinos producen la energía que luego ilumina las viviendas de los asistentes a la rapa. No es una comunión nueva, ya que, como explica Antonio, llevan ya años con este binomio. 

 

“Está aumentando el interés en la rapa. La gente disfruta al ver como los caballos están muy cuidados, con unos ejemplares de pura raza gallega que cada vez son menos comunes, aunque también tenemos caballos cruzados, pero no es sencillo encontrar una ganadería así”, comenta. Las carreras de caballos y burros, la música, las sopas de allo…tradiciones que año a año se mantienen en la zona gracias a este tipo de iniciativas y al apoyo económico de empresas como Naturgy que lleva unos años patrocinando esta clase de actividades.

 

EL MONTE DEL S.XXI

En los últimos años las dificultades han ido en aumento, en parte, porque la población de lobo está poniendo las cosas muy difíciles a los ganaderos. “Tenemos algunos potros identificados con collares por los ataques. Este año han sido muchos”, lamenta, considerando los costes de cada uno de estos episodios. No obstante, ahora es si cabe más sencillo acudir al monte, pues la eólica ha conseguido que los accesos sean mucho más adecuados, algo que celebran los ganaderos. 

 

 

“Naturgy tiene interés en la zona y está colaborando con nosotros. Las renovables nos vinieron de maravilla. Cobramos un alquiler anual, pero sobre todo los accesos al monte valen muchísimo, porque los hacen y los mantienen, que eso es fundamental”, inciden desde la organización de la rapa, que está en conversaciones con la compañía para tratar de arreglar otras vías que necesitan una reparación urgente. 
 

Para algunos asistentes puede sorprender la estampa de los caballos junto a los molinos, que sin embargo parecen totalmente ajenos al giro de las aspas. De hecho, la presencia de los eólicos no ha restado ni un mínimo de valor a la fiesta, que sigue disfrutando de la categoría de Fiesta Interés Turístico en Galicia. “Donde están los aerogeneradores el ganado anda por debajo, no tiene problema ni se asusta”, afirma Antonio. 

 

LAS NUEVAS GENERACIONES Y LA REPOBLACIÓN

Estas actividades son ahora más importantes que nunca en un sector que todavía arrastra las dificultades de los años de la pandemia, donde incluso la rapa se tuvo que ver suspendida durante tres años por la emergencia sanitaria, algo que pesó mucho a la organización. “A mí me dio mucha lástima. Cada año que no celebras la rapa es un año perdido. No vamos a vivir muchas más rapas, y cada año sin ella es uno menos”, comenta Antonio con tristeza.


Él vive la fiesta con emoción y la transmite en cada una de sus palabras, evocando sus recuerdos más recónditos, acudiendo a la infancia cuando “íbamos hasta la rapa andando”. “Es un día que espero. Empecé muy pequeñito y siempre fue una satisfacción enorme celebrarla. Hoy tengo 58 años y me encanta, sobre todo meter a gente nueva, que es la que tiene más energía e ideas nuevas”, razona. Gente nueva que, en ocasiones, llega hasta Viveiro por las oportunidades que generan las nuevas empresas y el aprovechamiento de los recursos de los que dispone esta comunidad. 

 

 

“El rural gallego es especialista en utilizar los recursos renovables, y eso ha hecho evolucionar a la sociedad gallega, y también a su entorno y su paisaje. La energía eólica permite un nuevo uso económico del suelo, plenamente compatible con la agricultura y ganadería”, comentan desde la compañía energética. Antonio añade que esta clase de propuestas son beneficiosas ante “un rural que se está despoblando”. “Es un gran problema. Necesitamos que vengan nuevas generaciones detrás”, admite.

 

“Cuesta encontrar el relevo generacional. Esperemos que esto tenga futuro. Estos días preparando la fiesta había un grupito de niños, de unos 5 o 7 años, jugando por allí y viendo como juntábamos los caballos. Cuando los ví pensé: ‘Esto es cosa buena. A ver si les va gustando y se enganchan’. Si no será difícil”, reconoce Antonio. 

 

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