#Claves de la semana

Bonito del norte, una cultura que puede desaparecer

La pesca del bonito del norte fue durante mucho tiempo una pesquería importante para muchos puertos del Cantábrico. Todo cambia con la entrada de España en la UE y la aplicación de sus cuotas pesqueras además de la animosidad de las flotas francesa, británica e irlandesa. A día de hoy son pocos los barcos que se dedican a esta pesquería por motivos económicos y prácticos


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Bonito 02
Bonito 02


El bonito del norte ha sido la seña de identidad para la costa cantábrica y más allá de Estaca de Bares. Durante décadas los barcos boniteros salían entre los meses de mayo y octubre a realizar la “costera del bonito” (costeira do bonito) y paraban durante el resto del año. Más tarde los pesqueros se hicieron polivalentes, es decir, estaban preparados para capturas de diferentes especies que compaginaban con la captura del bonito. Así, era frecuente que muchos pesqueros durante el invierno se dedicaran a la captura del espada, del marrajo u otros peces con salida en el mercado. Al llegar mayo, estos barcos tenían que parar y hacer arreglos para ir al bonito. Alrededor de esta pesquería se creó una cultura de pesca que hasta el día de hoy se ha mantenido como la más respetuosa con el medio ambiente marino a diferencia de otras artes que, al contrario, desgastan más las reservas pesqueras tanto de bonito como de otras especies (daños o pesca colateral). Actualmente el número de barcos boniteros se ha reducido notablemente en toda la cornisa cantábrica y aún así, deben enfrentar la que consideran competencia desleal de otras flotas, sobre todo franceses, británicos e irlandeses, quienes usan redes pelágicas de superficie en vez de las artes menos lesivas de barcos gallegos, asturianos, cántabros y vascos. 


 

CACEA Y CEBO VIVO

Las artes conocidas como cacea y cebo vivo son las artes que persisten en el norte de España. La primera, cacea, también conocida como curricán, es un arte de pesca denominado en inglés “troll” (sí, el origen del verbo 'trolear' en la Internet). Este sistema consiste en lanzar varias líneas de sedal mediante dos largueros (varas) colocados a babor y estribor de los barcos. El sedal acaba en un anzuelo al que se le ha añadido un cebo (natural o artificial). El sedal está enrollado en un halador (un carrete de pesca pero más grande) el cual se va soltado y va arrastrando el cebo. Este sistema es el predominante en Galicia y Asturias. 


 

Cacea ministerio de pesca
Cacea ministerio de pesca

El cebo solía ser normalmente algún pez menor pero en este arte se substituyó por cebo artificial. Los primeros cebos usados en barcos gallegos eran hojas de espiga de maíz que resaltaban por su brillo y engañaban al bonito que al final “picaba”. Algunos marineros cuentan que se solía meter estas hojas del maíz en lejía durante unas horas para que brillasen más. Con el tiempo se cambiaron las hojas de maíz por figuritas que simulaban pequeños pulpitos o calamares pintados de colores y con brillantina para atraer al pez. 

 

 


 

El arte de pescar con cebo vivo también se usaba en Galicia hasta que se pasó a la cacea o curricán. Los barcos boniteros primero pescaban los peces que se usarían de cebo (normalmente anchoa o verdel) y posteriormente se buscaba el banco de bonitos. Una vez que el pesquero se situaba prácticamente encima del banco de peces y se empieza a lanzar chorros de agua a la superficie para hacer creer al bonito que el mar está lleno de comida además de “esconder” la silueta del barco.

 

Cpn cebo vivo
Cpn cebo vivo


 

El cebo es lanzado al mar y al estar vivo los bonitos se lanzan sobre él de forma inmediata. Hecho esto, la tripulación tira anzuelos con grandes cañas con las que izarán al pez abordo cuando haya picado. Si la pieza resulta muy pesada, otro marinero ayudará a izarla con un garfio o “bichero”. 


 

VOLANTA Y RED PELÁGICA

En 1994 estalla la Guerra del Bonito cuando los pescadores del Cantábrico se mostraron hartos de la permisividad europea con las artes usadas por otros países y que destruían tanto los bancos como el propio ecosistema marino. Una de esas artes era la volanta, un sistema muy criticado que implicaba el uso de redes a gran profundidad y también de gran longitud. El problema, además de suponer una competencia desleal por parte de las otras flotas, venía del peligro que suponía este arte de pesca. No era rara la vez que volantas a la deriva se enredaban en hélices, causaban la muerte de especies como delfines, crías de otros mamíferos marinos y más especies con interés económico y medioambiental.


 

Hubo críticas a las autoridades españolas por no proteger a sus pescadores frente a un arte que esquilmaba el mar. Después de un conflicto que casi acaba en tragedia (la tripulación de un barco francés, La Gabrielle, lo tuvo que abandonar) y tras largas y costosas negociaciones, se decide prohibir la volanta en el año 2000. El sistema hacía incluso perder calidad al pescado, llegando a puerto en malas condiciones, frente a la imagen que se daba en los puertos cantábricos. 


 

Si bien hubo prohibición de volanta, las otras flotas boniteras de la UE pasaron a usar redes pelágicas de superficie. Estas redes suelen ser arrastradas por dos barcos que tiran de la red mediante la sujeción de dos “alas” que preceden a la entrada o boca del aparejo. La red está cerrada al final conformando una especie de saco a cuyo fondo van a parar las capturas. Es un sistema criticado por crear mucho descarte (peces que no sirven para el mercado o que no cumplen con tamaños reglamentarios y que suelen ser devueltos al mar). 

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Red pelágica


 

Actualmente la flota bonitera gallega se ha reducido a casi una presencia simbólica. Las cuotas pesqueras de la UE transformaron esta pesquería en poco o nada rentable para los armadores durante unos años. Otra causa de este declive es que si bien antes se podía cambiar de captura libremente (pasar del espada al bonito y viceversa), actualmente se necesita un permiso provisional de pesca. Este permiso debe ser dado de baja de la especie a la que se dedica el barco para poder cambiarlo por un permiso para pescar bonito. En otras ocasiones, el bonito era una pesquería “refugio” la cual ayudaba a los barcos a cumplir con las cuotas de pesca exigidas. En la actualidad, Burela, en el norte de Lugo, sigue siendo un puerto bonitero con buenas ventas, esto es debido a las buenas condiciones que atraen a pesqueros de otros lugares para hacer la descarga y venta.

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