Entre las reacciones habidas a los aranceles anunciados por Donald Trump para los bienes y mercancías procedentes de la Unión Europea (20%), hay algunas que señalan que pueden ser una oportunidad para esta. Puede que las cosas no sean tan sencillas, aunque hay algo que parece claro: el comercio internacional se resentirá, unos países más que otros, con especial incidencia en los países asiáticos, porque tienen unas economías muy abiertas con un mayor peso de las exportación. Pero los Estados Unidos también recibirán su impacto.
Estados Unidos también recibirán su impacto porque provocará una subida de precios importante (Estados Unidos es el principal país importador a nivel mundial: 3 billones de dólares en el 2024, equivalentes al 11,5% del PIB). Un alza en la inflación que la intentarán compensar con una subida de los intereses, lo que agudizará a la ya latente confrontación de la administración Trump con la Reserva Federal. Todo ello repercutirá en la actividad económica y en el empleo. Aunque es muy temprano para hacer afirmaciones contundentes, las primeras señales que llegan de los Estados Unidos -procedentes mayormente de los mercados financieros- anuncian una pérdida de impulso de la actividad, uno repunte inflacionista y avisos de pérdidas de empleo. Incluso hay quien anuncia la aparición del fantasma de la estanflación (estancamiento con inflación).
Por otra parte, es muy probable que este política acelere el aislamiento de los Estados Unidos y que los demás Estados acentúen los movimientos para crear nuevas alianzas comerciales y/o afianzar las existentes (con especial incidencia en los BRICS). También me atrevería a afirmar que puede que ayude a que la influencia comercial en el mundo de estos se amplíe con lazos más fuertes y socios. En esta línea sí entra la tesis de que la nueva política comercial estadounidense puede ayudar a la afianzar a la Unión Europea. Veremos en qué quedan las iniciativas que están brotando en Europa a favor de hacerle boicot a los productos estadounidenses o, cuando menos, para frenar el consumo de artículos estadounidenses: llamativa la caída de ventas en Europa de los vehículos Tesla propiedad de Elon Musk, el nuevo gurú de Donald Trump.
Siguiendo con la Unión Europea, algo también aparece en el horizonte y no precisamente optimista: un incremento del militarismo que se reflejará en un mayor gasto público en armamento. Algo que, digan lo que digan los gobernantes europeos, afectará negativamente al ya debilitado estado de bienestar. Menos bienestar, menos empleo, mayor inestabilidad y también mayor debilidad productiva. Como se puede ver, estas no son razones para el optimismo. No cabe pensar que el declive del imperio estadounidense no afecte negativamente a una Unión Europea que en los últimos tiempos, y con la guerra de Ucrania, no hizo más que aumentar su dependencia de los Estados Unidos.
Por otra parte, y para finalizar, esta ofensiva comercial de los Estados Unidos coge a la Unión Europa en un momento en que la unión política, que sería necesaria para elaborar una estrategia común, presenta importantes fisuras, como prueba su incapacidad para encontrar su lugar en las negociaciones de paz en Ucrania que están llevando adelante de manera unilateral Rusia y Estados Unidos. Un marco en el que la Unión Europea aparece dividida como evidencian las distintas posturas sobre enviar o no tropas europeas de seguridad, como también delante del modo de financiar un mayor gasto en defensa. Y si ya de por sí la Unión Europea no tuviese ya pocos problemas, internos y externos, ahora viene el megalómano de Trump con sus aranceles y su intento de ningunearla. En relación con esto último, bien podría parecer que el objetivo de Donald Trump con la Unión Europea es realmente el de hacerla desaparecer de un escenario internacional bipolar (Estados Unidos-China) y reducirla al mínimo como rival comercial.
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