Mi militancia en la resistencia antifranquista además de ayudar a formarme como persona con ideas y convicciones democráticas también me sirvió para valorar la importancia tanto de respetar y aceptar el pluralismo político e ideológico como de la necesidad de administrarlo mediante consensos y camaradería. Con el tiempo, ya en democracia, aprendí que las mayorías reales no son muy difíciles de conseguir (PSOE, PP) pero que cuando son de un sólo partido no representan, por sí mismas, a las mayorías sociales. Muy importante fue también aprender que la democracia no finaliza en esas mayorías parlamentarias sino que es necesario contar siempre y en todo momento con la opinión y la complicidad de la ciudadanía en aquellos asuntos que les afecta.
Lo dicho anteriormente viene a cuento del devenir político en Galicia y en España. Empezando por nuestro país vemos como el PPdeG que gobierna gracias a su mayoría parlamentaria, actúa como si fuera dueño de un poder absoluto que lo exime de responder por sus actos más allá de las convocatorias electorales (se vean, por caso, los informes del Consejo de Cuentas: https://gal.galiciapress.es/artículo/politica-galicia/2025-04-01/5239481-consejo-cuentas-xunta-dio-dedo-de la-mayoria-de las-subvencions-y-81-millones-contratos). Una suerte de despotismo no ilustrado para lo cual cuenta con el apoyo de la mayoría de los medios de información y opinión gallegos, tanto públicos como privados a los que subvenciona generosamente para que le hagan propaganda. Un comportamiento despótico que acompaña con un trato vejatorio e insultante tanto a los partidos de la oposición como a los movimientos sociales cuando critican sus políticas: lo estamos viendo ahora con el caso de ALTRI. Un comportamiento que va en claro perjuicio de la convivencia democrática, que crispa el ambiente e impide cualquier tipo de acuerdo como sería deseable en una democracia avanzada. Un comportamiento despótico que pone en evidencia que este gobierno gallego (PPdeG) está más preocupado por practicar políticas descaradamente acordes con el interés de las rentas de capital de las que depende (privatización creciente de las funciones públicas de bienestar, rebajas fiscales que benefician a los ricos, política industrial que prima las ganancias empresariales sobre el medio ambiente, gestión de la deuda en interés de los mercados financieros...) que por mantener sus promesas electorales. Todo esto convierte a Galicia en una suerte de democracia fallida y con grades déficits que se intentan ocultar acudiendo a las mentiras, a las falsedades y al autobombo. A su favor está el hecho indiscutible de las continuas mayorías absolutas parlamentarias que las izquierdas no son quien de romper por razones ya apuntadas en este mismo medio (https://gal.galiciapress.es/artículo/opinion/2024-12-06/5098510-largo-exodo-de las-izquierdas-gallegas)
En España el gobierno de turno que está haciendo muchas cosas a favor de las mayorías sociales, especialmente de las menos favorecidas, y que está sufriendo un brutal acoso por parte del poder judicial más reaccionario a lo que acompañan unos medios mayoritariamente conservadores cuando no simplemente franquistas, está también mostrando importantes déficits y vicios propios de una partitocracia. Seguramente que el mayor de los déficits sea la falta de una estrategia a medio y largo plazo que les sirva a los ciudadanos de los pueblos de España para saber la donde nos quieren llevar y el papel que las mayorías sociales deben desarrollar en ese caminar. Ciertamente la complicada geometría parlamentaria, que dibujaron los electores, deber al gobierno de turno a permanentes negociaciones con organizaciones políticas que en algunos casos pecan de desatino cuando no de infantilismo. Pero si la democracia, como decía al principio, es respetar y aceptar el pluralismo político e ideológico, el deber de un buen gobierno es saber gestionar ese pluralismo. Algo que resulta más difícil cuando existe una oposición como la actual (Vox, PP) que no respeta el juego democrático, que busca crispar el ambiente político y social, que insulta y sustituye el debate y las propuestas políticas por los ataques personales y que, en definitiva, no parece capaz de superar su pasado franquista. Todo esto combinado crea un escenario político y social que no se conjuga con los indiscutibles progresos que en materia económica y social se están produciendo en España gracias a este gobierno de turno y sus apoyos parlamentarios y sociales.
Las razones de esta disonancia hay que buscarla en que la cultura democrática está hoy ausente o presenta grandes déficits a causa del comportamiento de unos partidos jerárquicos y muy burocratizados que los aleja de la ciudadanía, un poder judicial con no pocos magistrados reaccionarios en su seno que alimentan una enorme desconfianza hacia ellos y unos medios de comunicación y opinión vendidos al poder económico y cuya credibilidad está hoy muy tocada.
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