El peligro de las redes sociales

Manoel Barbeitos
Economista

Días atrás los medios nos suministraron una noticia que conmocionó a todos: el asesinato de un menor de 11 años por un joven de 20 años en la localidad toledana de Mocejón (Toledo). Una noticia que, si ahondamos en ella, debería hacernos reflexionar sobre el actual impacto de las redes y no pocos medios de comunicación en los comportamientos de mucha gente y muy especialmente de los más jóvenes. Del peligro que pueden suponer para la convivencia.


Lo ideal de los padres de las redes (Silicon Valley) era y sigue siendo que la gente esté conectada cada vez más (más gente y tiempo) porque eso “enriquecerá sus mentes y los hará más libres”. Pero la realidad está demostrando, como en el terrible caso que citamos, que en la práctica nada de eso sucede porque estas nuevas tecnologías ejercen tal influencia en la psicología, en la identidad y en la vida de los usuarios que les cambia la manera de pensar, de comportarse y de relacionarse. Una influencia que puede llegar a millones de usuarios: se calcula que en la actualidad más de 3.000 millones de personas en el mundo utilizan las redes sociales con una media de 8 horas diarias.
 

Usuarios que muchos de ellos no saben o no quieren saber que estas empresas están utilizando en beneficio propio la necesidad humana de comunicarse con los demás. Una comunicación que no procura el beneficio de los usuarios sino de la empresa quien el tiempo que estimula aquella (la comunicación) va cambiando el comportamiento de estos (los usuarios) lo que les de un poder enorme, inmenso, que supone un no menor peligro. Porque la preferencia de las plataformas por ampliar el número de usuarios y el tiempo que estos usan las redes conduce a una total falta de control de los contenidos. Una falta de control que permite que las redes se llenen de contenidos de odio, racistas, violentos, difamatorios, tal que pueden llegar a formar la identidad de comunidades digitales. Algo que en las últimas décadas estamos comprobando con el auge en Occidente de las extremas derechas que no serían tan potentes sin el apoyo de las redes. 
 

Resulta que la idealización de las redes que venden sus creadores (“los parlamentos y los gobiernos no tenéis soberanía allá donde nos juntamos...somos el ala más favorable a libertad de expresión, somos del partido por la libertad de expresión”) no es más que una falacia porque estamos delante de un “idealismo” (?) que está resultando catastrófico. Algo que no nos debería de extrañar porque estos creadores son mayormente inversiones de capital riesgo que trabajan en la búsqueda de imponernos sus intereses que están más con la creación de “valor” que con los usuarios. Una creación de valor más relacionada con las “visitas de los usuarios” que con los contenidos, lo que favorece ideas y comportamientos agresivos y discursos de odio que son los que reciben más visitas y así dan más ganancias al capital riesgo.
 

Porque la experiencia también nos está demostrando que en las redes los contenidos sean verdad o mentira no tiene importancia, lo que importa es que el que se publica poda provocar una reacción potente, por lo general de indignación y de rabia. Algo que resulta muy preocupante por que son los rumores, las trolas y las mentiras quien fomentan la rabia y la indignación, lo que agranda la polarización y la violencia que están entre los mayores males con los que se puede enfrentar la democracia y la convivencia. 
 

Evidencias que nos dicen que la gente jocen que participa en las redes y consume una gran parte de su tiempo en las mismas corre un enorme riesgo de quedar colgada de estas plataformas y verse afectada emocionalmente por sus contenidos. Una afectación que puede cambiar muy peligrosamente su comportamiento, su concepto de lo correcto o incorrecto, de la libertad y la democracia, de ol justo y lo injusto. Porque no es verdad que las redes lo único que hagan sea difundir una noticia, sino que también la crean pensando en el negocio: “cuanto más tiempo de estancia en la plataforma, mayor número de usuarios sin que importe ni la naturaleza de la noticia, que sean verdaderas o falsas, ni sus consecuencias”. Un comportamiento comercial que favorece las reacciones violentas y así hay incontables evidencias de que las plataformas de redes sociales están haciendo que comunidades enteras sean mas violentas, por caso, con los más vulnerables socialmente: inmigrantes, refugiados, minorías étnicas o religiosas, menores, mujeres...


El terrible asesinato de Mocejón fue seguido por la multiplicación en las redes de mensajes racistas y xenófobos contra los menores inmigrantes a pesar de que se sabe que el autor del crimen es de nacionalidad española.
 

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