En Occidente el año 2025 va a empezar con algunos interrogantes y con varias certezas. Entre los primeros destaca el triunfo de Donald Trump en las elecciones presidenciales de los Estados Unidos que completó en occidente un escenario político donde las dudas sobre el futuro se multiplican. Interrogantes derivados del preocupante auge de las extremas derechas, la crisis política en Francia y Alemania y la contundente derrota del Partido Demócrata en los EE. UU. Incertidumbres que alcanzan a la libertad, a la democracia, al bienestar social, al medio ambiente y a la paz.
En los Estados Unidos los nombramientos hechos hasta ahora por Donald Trump dejan en evidencia algo que era previsible: que los lobbies corporativos que financiaron con millones de dólares su campaña como las grandes tecnológicas de la información y la inteligencia artificial (GAFAM), la industria militar (Lockheed), el sector financiero (Wall Street), las grandes petroleras (Shell, Exxon…), las ligadas al lobby judío y las iglesias evangelistas van a estar en los puestos de mayor responsabilidad, lo que implica que tendrán una enorme influencia en la toma de decisiones. A nivel internacional, y dado que estamos hablando de un imperio con un enorme poder, caben esperar muy malos augurios para la lucha contra el cambio climático y la crisis ambiental, un auge aún mayor de la financiación y la especulación a nivel económico, que se incremente el gasto público militar, que se acentúe el proteccionismo a nivel comercial y que se dispare aún más la inmigración irregular.
Pero conviene introducir algunos matices importantes como que la lucha comercial que se anuncia con China como principal contrincante tendrá sus limitaciones, en la práctica no será tan agresiva como a nivel retórico, dados las cuantiosas inversiones hechas en el mercado chino por muchas multinacionales estadounidenses que no estarán dispuestas a abandonar por mucho que las presione Trump, aparte de que China ha alcanzado a nivel mundial un poderío comercial tal que no parece fácil descabalgarla entre otras razones por que son muchos los países que dependen del gigante asiático.
A nivel militar seguramente que, en un contexto parecido al de una nueva Guerra Fría, se producirán algunas paradojas como que con el tiempo se incremente la inseguridad y el riesgo de nuevos conflictos en Oriente Medio, con el genocidio palestino en el centro, y crezca la política intervencionista en Latinoamérica y África puede que avancen las negociaciones para parar la guerra en Ucrania.
En este marco general Europa, muy especialmente la Unión Europea, será una de las grandes damnificadas. La falta de liderazgo, la crisis política en Francia y Alemania, el auge de la extrema derecha, su debilidad tecnológica e inferioridad militar provocarán que la Unión Europea siga perdiendo posiciones en el tablero internacional acentuando su dependencia de la OTAN y de los Estados Unidos. A nivel interno la apuesta por mantener los dogmas (“reglas fiscales”) acentuará las desigualdades que alimentarán aún más los movimientos centrífugos y disgregadores. Algo a lo que la Administración Trump colaborará sin duda, pues en su lucha con China por la hegemonía a nivel mundial, precisa de una Europa sumisa. Una Europa a quién lo que pase con la guerra en Ucrania le marcará el presente y el futuro inmediato: si Estados Unidos la abandona, ella sola no está en condiciones de enfrentarse a Rusia por lo que tendrá que mudar su actual estrategia.
En tercer lugar, España. Quién nos iba a decir que en esta Unión Europea en crisis global España iba a ocupar un lugar de cierto protagonismo económico. No cabe duda que la apuesta por las políticas expansivas (con sus límites) y de consenso social están produciendo efectos muy positivos sobre el crecimiento económico y la creación de empleo todo eso a pesar de un contexto exterior nada favorable. A pesar también de la impresentable e irresponsable oposición de las derechas políticas, judiciales y mediáticas que seguirán empeñando por derribar el gobierno de turno (PSOE/Sumar) sin preocuparles las consecuencias políticas y sociales.
En este contexto difícil y de estrechos márgenes, el gobierno español debería poner las luces largas y pensar en tomar medidas que vayan más allá de lo inmediato y que le muestren a los ciudadanos de los pueblos de España un futuro más esperanzador e ilusionante.
Finalmente Galicia. Todo indica que pocas cosas van a cambiar en esta comunidad. Seguirá mermando su peso relativo (demográfico, comercial, financiero…), los jóvenes más preparados continuarán emigrando al tiempo que crece la inmigración, los frentes ambientales se ampliarán con su impacto en los sectores agrario y pesquero, la industria seguirá cayendo (“Galicia: un país desnortado y menguante”, Albino Prada) y el escenario político mantendrá su “calma popular” que se ve favorecida por el “dolce far niente” de la Xunta de Galicia y la incapacidad de las izquierdas para elaborar una auténtica alternativa que movilice la sociedad gallega.
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