Santiago tuvo más horas de sol pero también más lluvia en 2024: "Igual febrero sorprende con una nevada"

Las calles encharcadas en la Rúa do Franco, el cielo gris y plomizo recortando la silueta de la Catedral, un paraguas doblado por el viento en la Alameda… Son algunas de las muchas postales habituales en Santiago de Compostela, una ciudad donde la lluvia es inherente a la capital gallega, que solo puede explicar su idiosincrasia por las precipitaciones que la acompañan y su bóveda encapotada. Así lo dice la cultura popular y lo desdice el último 'Resumo meteorolóxico do ano 2024 da cidade de Santiago de Compostela' elaborado por el Observatorio Astronómico Ramón María Aller de la Universidade de Santiago de Compostela (USC), donde desmontan el mito de la lluviosa capital gallega, que en 2024 superó su récord de horas de sol. 

MÁS SOL, PERO TAMBIÉN MÁS LLUVIA

2.338 horas de sol a lo largo de 2024 en la luminosa Santiago de Compostela, el segundo registro más alto solo superado por 2017, cuando se registraron 13 horas más de sol. Esta es una de las muchas conclusiones de un informe que José Ángel Docobo, director del observatorio, analiza pormenorizadamente, sin dar mayor importancia al tema de la luz solar, uno de los puntos más llamativos del documento, ya que podría decirse que Compostela se lleva una fama que merecerían otras urbes. 

“Siempre se nos asocia con cielos oscuros, lluvias…como los que tuvimos estos días. Pero este no es el lugar de la península con menos insolación. En Santiago tenemos una media que supera las 2.000 horas de sol al año, más del 50% de las posibles horas de sol, mientras que en lugares como Santander o Gijón tienen bastante menos insolación que nosotros”, reivindica Docobo.

Y es que como explica el astrónomo en Galicia reinan “distintos climas” según la latitud a la que nos movamos, siendo las Rías Baixas las que reciben una mayor cantidad de luz durante el año, mientras que A Mariña lucense compensan una menor cantidad de lluvia con menos horas de luz solar. El de las precipitaciones es otro apartado en el que hace hincapié Docobo, ya que las horas de sol no han impedido a la capital gallega superar un año más los 2.000 litros por metro cuadrado, unos guarismos que “superan la media de las últimas décadas en Compostela”, algo que “parece contradictorio si pensamos que hubo más horas de luz de lo habitual”.

Este contraste es claro en meses como septiembre, que resultó el más lluvioso en lo que va de siglo en Santiago, con unos valores un 62% más altos de lo habitual en ese periodo según los informes de MeteoGalicia. Enero, con una primera semana pasada por agua, parece dirigirse en la misma dirección. Sería lógico creer con estas dos estampas que Galicia se está convirtiendo en un territorio de extremos, pero nada más lejos de la realidad, según Docobo, que insiste en que son episodios “que entran dentro de la normalidad”. 

“Aunque la media en Santiago se establezca en 1.800 litros por metro cuadrado hay que considerar unas márgenes de más o menos 300 litros. Todo lo que sea por debajo de los 2.100 puede ser normal”, establece Docobo. 

UNA CIUDAD MENOS FRÍA…¿Y SIN NEVADAS?

Lo que no han resultado tan corrientes han sido los niveles alcanzados por el mercurio a lo largo de los últimos 12 meses, con termómetros que en el casco urbano de Santiago solo se desplomaron en una ocasión por debajo de los 0ºC. “Los días con temperaturas negativas van bajando. Hubo años hace 20 o 30 años donde era normal con hasta diez días con temperaturas bajo 0, pero el año pasado solo hubo uno”, recopila el catedrático, que avanza para la próxima semana “unos días de muy buen tiempo”. 

El cambio comenzará a percibirse en la tarde del sábado y la entrada de un anticiclón dejará cielos despejados pero una bajada significativa de las temperaturas, según relata Docobo. “Vamos a esperar a ver cómo se comporta en relación con las temperaturas negativas. También notamos que las nevadas han ido a menos, pero esto son ciclos. Igual nos sorprende febrero…”, aventura el astrónomo para el segundo mes del año, “tradicionalmente en el que tienen lugar esta clase de fenómenos” que antiguamente se daban en Santiago “un año de cada tres”, pero ahora los copos se resisten a caer en la capital. 

Pese a las variaciones, Docobo no considera que existan indicios para pensar en un cambio en el tipo de clima “ni en lo tocante a temperaturas ni a las lluvias” con “valores normales”. En ese sentido tira de hemeroteca y recuerda que entre 2015 y 2022 la cantidad de lluvia que regó las empedradas calles santiaguesas fue más pobre de lo habitual. “En el 2023 se rompió esa racha y en 2024 fue un poco más, también porque llovió mucho en días puntuales que sin ellos estaríamos por debajo de los 2.000 litros”, subraya.

“AQUÍ SABE LLOVER”

Precisamente, esas trombas repentinas traen de cabeza estos días a muchos compostelanos. Algunos vecinos incluso han sufrido en sus carnes las inundaciones en este mes de enero por la cantidad de agua que se acumuló en muy poco tiempo en barrios como Fontiñas o Pelamios. Con las terribles imágenes que dejó el paso de la DANA por Valencia en el mes de octubre todavía frescas en la memoria de todos, tal vez la pregunta habitual es si podría darse una situación así en una ciudad que, en apariencia, debería estar más preparada para lluvias intensas en comparación con la ciudad del Turia.  

“Aquí sabe llover”, sintetiza Docobo, que aplaca esos temores considerando que “la orografía es muy distinta a la del Levante, donde hay una cadena montañosa muy cerca del litoral que provoca esas inundaciones intensas, además de ser mucho más habitada, por lo que es muy distinto”. “Episodios de inundaciones se dieron también hace cuestión de dos años, pero casi diría que resultan anecdóticos, por muy espectaculares que resulten”, estima.

“La naturaleza es así. Puede sorprendernos en cualquier momento”, enfatiza Docobo, al que resultaron muy llamativas las cifras en todo lo relativo a las temperaturas, tanto con las mínimas como con las máximas: “Solo hubo siete días en los que se superaron los 30 grados y todos repartidos entre julio y agosto. Es muy poco, comparado con otros sitios de Galicia, ya no digamos de la península. No hubo días excesivamente calurosos y las temperaturas fueron suaves”.

“Los de aquí siempre fueron veranos suaves. Hoy vemos como mucha gente de fuera busca segundas residencias en la costa norte, huyendo de los calores extremos de los últimos años y se pone en valor el clima de aquí”, razona Docobo en torno al compendio de datos recogidos a lo largo del año pasado y que deberían ser, cuanto menos, una llamada de atención para las administraciones públicas, que no parecen del todo preparadas para hacer frente a los retos a los que nos enfrentará más pronto que tarde el cambio climático.

“No afectará por igual a todas las partes del mundo. Hay zonas mucho más sensibles y en Galicia se nota en distintos marcadores biológicos, pero si atendemos solo al clima no se perciben cosas consideradas extremas. Pero el cambio climático es una actuación muy lenta y que se produce de manera silenciosa. De momento, en lo que se refiere a Santiago, no podemos apreciar signos de gravedad. De momento”, concluye.