#Claves de la semana

Cafeína: la droga oculta del siglo XXI

Es una de las sustancias más consumidas en el mundo. Puede ofrecerse sola para ser tomada como bebida caliente o puede formar parte de refrescos y bebidas energizantes. Lo que hasta ahora no se ha valorado es la adicción a la cafeína y sus efectos tanto a nivel individual como social. El consumo de café es un hábito extendido por todo el mundo y esto convierte a la cafeína en una droga socialmente aceptada


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Un hombre sirviendo un café.
Un hombre sirviendo un café.


El café es una de las bebidas más consumidas en el mundo por eso la taza de café por la mañana es una necesidad innegociable. Detrás del hábito de una taza de café está la idea de querer iniciar el día con energía y fuerza. Y esto lo hacen millones de personas en el mundo, aproximadamente el 85% de los adultos, y entre los países que más consumen dentro de Europa, por lo menos, están los países nórdicos. Y es que en esta sociedad donde se hace necesario rendir al 100%, la demanda constante de energía ha llevado a que el café y otros productos con cafeína se normalicen y hasta se vean como una “ayuda” natural y segura. Es más, dentro de los estándares de consumo occidentales el café tiene una fortísima presencia, basta con observar producciones audiovisuales para ver como personajes llevan en la mano un enorme vaso de café (¿se acuerdan cuando la presencia era la del cigarrillo?). Aceptado en todo el mundo, el café y su base, la cafeína, son uno de los productos más consumidos por la humanidad. Pero, ¿se puede ser adicto a la cafeína? ¿Qué ocurre cuando el consumo de esta sustancia se convierte en una dependencia, o incluso en una adicción?

Cafeína
La cafeína es una sustancia psicoactiva que se encuentra en el café, té, refrescos y, aunque no lo crean, en algunos medicamentos. Se clasifica dentro de las xantinas, unos compuestos químicosentre los cuales están la teobromina (presente en el cacao) y la teofilina (presente en el té). Su efecto estimulante se debe a que bloquea los receptores de adenosina, un neurotransmisor que induce al organismo a relajarse y prepararse para el descanso. Este bloqueo provoca que los efectos de la adenosina queden limitados, y, en consecuencia, aumenta la activación del sistema nervioso, generando una sensación de energía, alerta y bienestar.

La cafeína, además de mejorar la concentración y reducir la fatiga temporalmente, es un estimulante que, en exceso, puede causar efectos no tan beneficiosos. De hecho, la intoxicación por cafeína es el cafeinismo y de él se derivan problemas que exacerban los efectos buscados por la persona consumidora. Los efectos se suelen comparar con las sobredosis de otras drogas psicoactivas.


 

Una sobredosis de cafeína hace que el sistema nervioso central responda de forma excesiva a esta sustancia. A partir de ahí, los síntomas pueden ir desde la angustia a la afección a diferentes órganos del cuerpo: estómago, intestinos, aspectos sensoriales, un intento de mantener la atención pero debido a la sobreexcitación es imposible y esto puede repercutir en el rendimiento laboral y en las relaciones a corto plazo durante el período de intoxicación. La solución es interrumpir el consumo de café y dejar que el cuerpo la vaya eliminando


 

Adicción a la cafeína
Sí, es cierto, la cafeína crea adicción, al igual que el azúcar, las grasas saturadas y otros elementos que consumimos a diario y que suponen también un riesgo para nuestra salud ingeridos en exceso. La cafeína es una droga y su consumo diario puede crear adicción en un gran número de personas. Se estima que entre el 80% y 85% de los adultos consumen cafeína regularmente, y mientras que en pequeñas dosis puede traer algunos beneficios, su abuso puede derivar en un cuadro de intoxicación y, lo peor, en síntomas de abstinencia si se abandona de forma abrupta. De hecho, la última versión del Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales (DSM-5) reconoce la intoxicación y el síndrome de abstinencia por cafeína como trastornos clínicos.

El consumo crónico de cafeína desencadena una serie de cambios en el cerebro, en especial en el sistema dopaminérgico, asociado al placer y a la recompensa. La cafeína bloquea la adenosina, la molécula que nos hace dormir, esto permite que aumenten los niveles de dopamina en el cerebro, lo que resulta en una sensación placentera y de alerta que refuerza su consumo. El refuerzo positivo, como sucede con la mayoría de las sustancias adictivas, puede llevar a un patrón de consumo habitual que, en algunos casos, termina en una dependencia física y psicológica.

Los síntomas que comúnmente se asocian al “enganche” a la cafeína incluyen dolor de cabeza, aumento de la fatiga, irritabilidad y cambios en el estado de ánimo. Quienes la consumen a diario suelen necesitar dosis cada vez más altas para experimentar el mismo efecto, pues el organismo genera más receptores de adenosina en un intento de equilibrar los efectos del estimulante. Esto explica por qué muchos necesitan varias tazas de café al día para “sentirse despiertos” y enérgicos.

Sin embargo, la cafeína no aporta energía en sí misma. Lo que hace es bloquear temporalmente la percepción del cansancio y aumentar los niveles de cortisol, la hormona del estrés. En una sociedad con niveles elevados de estrés, el consumo de cafeína puede parecer una solución rápida para rendir más, pero lo cierto es que, a largo plazo, solo contribuye a desajustar los ritmos circadianos y a aumentar los niveles de fatiga y estrés.

Además, la cafeína puede tener efectos secundarios indeseables, como el aumento de la presión arterial, palpitaciones y deshidratación. Estos efectos se agravan cuando la cafeína se combina con otros ingredientes, como azúcar y cremas, que a menudo están presentes en las bebidas de café comerciales.

Desintoxicarse de la cafeína
La clave para reducir la dependencia a la cafeína está en la moderación. La dosis recomendada es de hasta 400 mg al día (alrededor de cuatro tazas de café), aunque esta cantidad puede variar dependiendo del metabolismo individual. Reducir el consumo de cafeína no implica necesariamente eliminar el café o el té, sino ajustar las cantidades y considerar alternativas. Algunas recomendaciones incluyen:

-Reducir la cantidad de café progresivamente para evitar el síndrome de abstinencia.
-Optar por opciones descafeinadas (aunque el café descafeinado suele tener un 30% de cafeína)
-Diluir el café con agua o leche.
-Incorporar bebidas sin cafeína, como tés de hierbas y zumos.
-Mantenerse hidratado para compensar los efectos diuréticos de la cafeína.

 

En resumen, la cafeína es un poderoso estimulante que en pequeñas dosis puede ayudar en la vida diaria, pero que en exceso puede traer consigo una serie de problemas para la salud. La dependencia a esta sustancia es real y común, especialmente en un mundo donde el estrés es parte de la cotidianidad. Por lo tanto, es fundamental que el consumo sea moderado y que se realicen cambios en el estilo de vida para combatir el cansancio desde su origen, en lugar de recurrir únicamente a la cafeína como solución temporal.

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