Ourensano nacido en Vilagarcía (1978). Coordinador de Galiciapress desde 2018. Licenciado en Periodismo por la USC (2000) , Diploma de Estudios Avanzados en Comercio Electrónico por la UDC (2002) y Máster en Publicación Electrónica por la City University London (2004). Ex-miembro de las directivas del Colexio Profesional de Xornalistas de Galicia y del Sindicato de Xornalistas de Galicia.
"El dron que ha impactado en Chernobyl no está al alcance de un pequeño grupo de soldados renegados. Solo un estado es capaz de coordinar los medios necesarios"
Uno de los acontecimientos más graves en la historia del ser humano ocurrió hoy. Un estado ha atacado una central nuclear.
El dron que impactó contra Chernóbil este 14 de febrero de 2025 no lo hizo por accidente.
Cierto es que miles de drones vuelan a diario sobre un campo de batalla que, en términos aeronáuticos, no está muy lejos.
Sin embargo, las posibilidades de que el piloto perdiese el control o que el dron se averiase y chocara accidentalmente contra un sarcófago de 0,042 de superficie en un país, Ucrania, con 603.550 km² de superficie son próximas a cero.
Alguien nos está mandando un mensaje y ese alguien no es un cualquiera.
Es más, ese alguien está al mando de un estado y no le importa que los otros mandamases sospechen quién ha sido, aunque no lo puedan demostrar al 100%.
Las imágenes del Organismo Internacional de Energía Atómica son claras. El daño en el sarcófago no es menor. Hay un agujero de varios metros en la cubierta de acero reforzado.
Un orificio de tal calibre no lo provoca un dron FPV, esos pequeños artefactos que pilota un soldado a unos kilómetros del frente. Estas aeronaves pueden detener un tanque, pero no abrir tal boquete en la cubierta de Chernóbil.
No ha sido un pequeño grupo de soldados ucranianos, o rusos, quien, por su propia cuenta, ha decidido estrellar una ligera aeronave. El daño provocado en el sarcófago -y las fotos del motor del dron en el interior- confirman que era un vehículo aéreo no tripulado de gran tamaño y con muchísimos explosivos.
El dron que ha impactado en Chernobyl no está al alcance de un pequeño grupo de soldados renegados. Solo un estado es capaz de coordinar los medios materiales y técnicos para acometer esa operación.
¿Quién ha sido? Rusia, dicen en Kiev. Nosotros no sabemos nada del tema, ya ha respondido el Kremlin.
Lamentablemente, no está a nuestro alcance identificar al responsable. Podemos eso sí, aventurar posibilidades. O lo que es lo mismo, especular. Lo importante es que en este caso, especulando sí llegaremos a una conclusión útil.
Para señalar al responsable, lo lógico es preguntarnos ¿quién obtiene beneficio del ataque?
¿Qué provecho puede sacar Rusia cuando Estados Unidos ya ha vendido a Ucrania? Donald Trump ha concedido a Putin casi todos sus deseos antes incluso de sentarse a negociar. ¿Por qué atacar con uno de sus drones Chernóbil justo ahora y exponerse a un ataque de ira de Occidente?
Un crítico con el Kremlin puede aventurar que para intimidar; para empezar a negociar con una pistola encima de la mesa. Para asegurarse que no se le escurra entre los dedos el acuerdo propuesto desde la Casa Blanca. Putin, tras ver peligrar su propio pellejo, acaricia la victoria y se saca un as de la manga para garantizarla.
¿Qué beneficio sacaría Ucrania de atacar una central nuclear en su propio territorio? Alguien que apostase por un ataque de falsa bandera puede argumentar que, como sucedió con el Nordstream, es la forma que tiene Kiev para lanzar una advertencia velada a Occidente. Una manera de presentar a Rusia ante la opinión pública como un régimen dirigido por un loco y, de paso, decirle a Trump: “ojito, que si nos dejas tirados por completo, tenemos la capacidad técnica de llevarnos por delante cualquier cosa”.
Cualquier cosa que, por cierto, no tiene porqué estar cerca de Ucrania. Hace nada drones ucranianos atacaron la provincia rusa de Tartaristán, a unos 1.200 kilómetros de distancia.
Pero, ¿si el dron es ruso, como van ser responsables los ucranianos? Durante la guerra, Ucrania ha recuperado aparatos rusos caídos sobre su territorio, tras sufrir averías o ser derribados con armas de guerra electrónica. Artilugios capaces incluso de hacerse con el control del aparato.
No solo Ucrania dispone de tecnología rusa. Kiev seguro que ha transferido al Pentágono componentes de drones enemigos. Lo que nos lleva a la hipótesis americana.
Quien sospeche de los Estados Unidos puede argumentar, con toda razón, que Washington ya no es aliado de Kiev. El jefe Trump le acaba de mandar al súbdito Zelensky que debe aceptar ya la rendición. O acepta la pérdida de su territorio, le paga las armas enviadas en minerales y se conforma con un alto el fuego vigilado por tropas no americanas -lo que en la práctica es una invitación para que Putin coja aire y ataque de nuevo- o no recibirá más ayuda de Estados Unidos. Si Washington cierra el grifo, vista la debilidad y desunión europea, Rusia puede acabar conquistando toda Ucrania. Con el dron de hoy, Trump estaría diciendo a la cúpula ucraniana que “o aceptas mi plan o vais sufrir mucho más y, además, tengo fórmulas de sobra para que parezca que yo no soy el responsable”.
Las tres hipótesis son factibles.
Reconozco que tratar de identificar un autor es una mera elucubración por mi parte. Yo no tengo radares vigilando Chernobyl.
Quienes sí vigilan de cerca la central son Ucrania, Rusia y EE.UU. A estas horas, dos de ellos tendrán una sospecha muy cierta, pero no la seguridad, de quién ha sido. Habrán recibido el mensaje de que algo no va bien.
En todo caso, a nosotros, humildes ciudadanos, llegado el caso, poco nos importará la autoría del ataque de hoy. Si estamos agonizando por radiación, tendremos cosas más importantes que pensar, espero, que repartir culpas.
Si alguna conclusión relevante debemos sacar de Chernóbil 2025 es que la mera existencia de armas y grandes centrales nucleares es una absoluta locura, un riesgo inasumible.
Si alguna conclusión relevante debemos sacar de Chernóbil 2025 es que la mera existencia de armas y grandes centrales nucleares es una absoluta locura, un riesgo inasumible.
Tras el accidente del 86, Chernóbil no será habitable hasta dentro de 20.000 años. Si viajamos atrás en el tiempo 20.000 años, nos ponemos al Paleólitico Superior.
Al Paleólitico volveremos nosotros, o nuestros descendientes, si no nos libramos de las grandes centrales nucleares, de las armas nucleares y de los déspotas que se creen enviados divinos para devolver la gloria eterna a sus pueblos. Tarde o temprano, habrá un desequilibrado -como los que hoy están en la Casa Blanca y el Kremlin- que se verá con el agua al cuello y provoque una explosión nuclear.
Visto lo de hoy, parece que será más temprano que tarde. Al menos que hagamos algo, pronto.
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