Santiago Abascal, el Kaiser Español, el patriota de pacotilla

Carmen P. Flores

Hay discusiones que siempre van a producirse, porque las discrepancias, la interpretación de determinados temas y el control “absoluto” de muchos partidos políticos por parte de sus dirigentes hacen imposible que la democracia interna funcione. ¿Todos los partidos actuales son así? En mayor o menor medida, sí, aunque lo traten de disfrazar.

 

En los partidos políticos, en unos más que en otros, la aplicación de la democracia interna es más que mejorable, pese a que la Constitución española, en su artículo 6, mantiene que la estructura interna y el funcionamiento de los partidos deberán ser democráticos. ¿Pero eso se cumple realmente? ¿Existe una garantía normativa en los partidos que asegure ciertos principios democráticos, en particular, respecto a los derechos de los militantes (simpatizantes), la selección de los cargos, de los candidatos, la transparencia de las decisiones y otro punto importante: las relaciones entre mayorías y minorías?

 

Estos días, VOX, partido de la ultraderecha cuyo líder, Santiago Abascal, es noticia (nunca ha dejado de serlo por un motivo u otro), ha tenido sus dos días de “gloria” al llevar a Madrid la primera cumbre de Patriotas, partido ultraeuropeo que, por cierto, ostenta ahora la presidencia y cuya hoja de ruta es la misma que la de Trump. Con invitados al encuentro que son lo más selecto de la ultraderecha europea: Viktor Orbán, presidente de Hungría; Marine Le Pen; el italiano Matteo Salvini o el holandés Geert Wilders, en el cónclave “trumpista” en el que el presidente de Estados Unidos ha sido, sin estar presente, el protagonista de este primer encuentro cuyo lema es “Hacer Europa grande otra vez”, algo así como la copia que han hecho de Trump con su "Make America Great Again" y que ha marcado la hoja de ruta para implementarlo en toda Europa. Esa es su intención. ¿Lo conseguirán? Deseamos que no, mal iríamos.

 

Abascal ha conseguido con esta cumbre tapar el goteo de salidas de dirigentes de su partido. La penúltima, su mano derecha en Castilla y León, Juan García-Gallardo, quien, en una extensa carta colgada en las redes sociales para que todo el mundo se entere, afirmaba, entre otras cosas, que su marcha se debe a las discrepancias con la dirección nacional y a una falta de lealtad, además de exigir una conducta ética a los altos cargos. ¿Lo dirá por Abascal, cuya mujer, Lidia Bedman, ha recibido un sueldo de más de 60.000 euros de la editorial de Gabriel Ariza, hijo del conocido expolítico del PP Julio Ariza, “asesor” de cabecera de Abascal, cuyo poder critican (en petit comité) más de un dirigente?

Sorprende que García-Gallardo hable de estos temas y de la falta de democracia interna y del centralismo de su partido. ¿De verdad no sabía lo que era VOX? ¿Desconocía que Abascal se ha coronado como Kaiser de España después de su tour político con dirigentes ultras europeos y su presencia en la toma de posesión de Trump, que está aprovechando en su favor?

 

Abascal siempre ha tenido la misma idea de VOX: un partido nacional, con lo que ello significa de centralista, cuyas decisiones, todas, se toman en la sede de Madrid, sin darle autonomía a las direcciones regionales. No admiten críticas internas ni que ningún dirigente pueda tener más protagonismo mediático que su líder. Esta situación tan poco democrática (teniendo a Franco como referente, ¿qué se puede esperar?) ha sido el detonante de la marcha de personas relevantes como Alejo Vidal-Quadras (uno de sus fundadores), Javier Ortega Smith (antigua mano derecha de Abascal), Macarena Olona, Iván Espinosa y bastantes dirigentes más. Abascal no es precisamente un demócrata convencido, más bien todo lo contrario: se vende muy bien y en cada momento se rodea de personas que le siguen el mensaje sin rechistar. Cuando hay alguna discrepancia, por mínima que sea, están sentenciados y se tienen que marchar antes de que los echen.

 

Pese a las distintas crisis, el partido de Abascal sigue subiendo en las encuestas, algo que resulta, al menos, curioso, por no decir preocupante, dadas las ideas del sujeto, quien, por cierto, se llena la boca hablando de patriotismo, pero apoya a Trump y sus medidas arancelarias que van a afectar a muchos sectores de este país: Como a los agricultores, que los aranceles les van a causar daños muy importantes, y otros sectores industriales. En cuanto a la deportación de trabajadores latinoamericanos, a los que llaman delincuentes, tanto que habla de la Hispanidad, de la madre patria, ahora no los defiende.

 

Abascal, el egocéntrico dirigente que ha vivido muchos años bajo el paraguas del PP hasta que decidió que ese papel se le había quedado pequeño y dio el salto a crear su propio partido, donde tendría el poder absoluto, es un peligro para la democracia de este país y se está aprovechando de la ola de la ultraderecha que está surgiendo en Europa. Cuidado con este líder de table muscular (propia u operada), de mirada fría y de mano de hierro cuando su “democracia” interna se ve ligeramente comprometida. Como decía el expresidente de los Estados Unidos Herbert Clark Hoover: “Es una paradoja que todos los dictadores hayan subido al poder por la escalera de la libertad de expresión. Inmediatamente después de alcanzar el poder, cada dictador suprime la libertad de expresión a todos excepto a sí mismo”.

 

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