Un réquiem por la sanidad pública

Manoel Barbeitos
Economista

No nos debería de sorprender lo que está pasando en Galicia con la sanidad pública. No debería de sorprender porque la historia nos ha demostrado bastante como cuando se aplican las recetas neoliberales (recortes, privatizaciones, conciertos...) se está demoliendo la sanidad pública para que ocupe su lugar la sanidad privada. Un capital privado que se rige por el criterio de la máxima ganancia algo que no se debe aplicar a los servicios públicos cuyo objetivo tiene que ser atender a las necesidades básicas de la población que no saben de leyes del mercado. Unos criterios neoliberales que apuestan por las grandes infraestructuras porque son una fuente de negocio para las constructoras y bancos (también fondos de inversión). He ahí que se prime a los grandes hospitales (hospitocentrismo) sobre los centros de salud, la atención hospitalaria sobre la atención primaria.


En Galicia, y según el Defensor del Paciente, la situación de la Atención Primaria “es de vergüenza, con déficits de profesionales sanitarios que se calculan en un 30%”. Una situación que es confirmada por SOS Sanidade. quien denuncia que “la Xunta está deteriorando y desmantelando la Atención Primaria cortando presupuesto y personal, cerrando centros, masificando las consultas y poniendo barreras al acceso a los centros de salud”. Con estos recortes miles de ciudadanos gallegos dejan de recibir la atención médica que precisan y la que tienen derecho, lo que repercute directamente sobre su salud y sus condiciones de vida. Los impactos de esta demolición de la atención primaria no se quedan ahí, pues también afectan a los hospitales que ven cómo se desbordan sus servicios de urgencias que no son quien de atender debidamente a todos los pacientes que le llegan.


Una Atención Hospitalaria que se apoya, como señalaba antes, en la construcción de grandes hospitales que son concebidos cómo uno muy lucrativo negocio que empieza en la construcción y sigue en la gestión. En Galicia se está aplicando un modelo neoliberal que tiene un cierto recorrido en estados de la Unión Europea (arranca de los años 90 del siglo pasado y el origen estuvo en Gran Bretaña) que se fundamenta en criterios como “la transformación de los hospitales en fundaciones del SNS con autogobierno y cuyos recursos se vuelven dependientes de los contratos estipulados con los compradores. Se introduce como primer elemento de externalización a la contratación a quién había hecho la oferta mas baja que lleva a que el SNS” (en este caso el SERGAS) “se aleje progresivamente de su papel de proveedor para convertirse en mero cliente. Esta externalización creada por las iniciativas de financiación privada implica a los edificios de los hospitales públicos. Mediante esta estrategia son las empresas privadas quien construyen estos grandes hospitales que luego alquilan al SNS por un precio sustancialmente alto”. Una privatización “que se complementa con la externalización de muchas áreas distintas, como la limpieza, la alimentación y el mantenimiento, los servicios clínicos, las tecnologías de la información...”. La realidad es que estas reformas, que se justifican en base a criterios de eficiencia y rentabilidad gracias a introducción de elementos de mercado en la atención sanitaria, son un rotundo fracaso. La razón es muy simple: estas reformas “no aprecian la evidencia de que no existe tal cosa como un mercado competitivo para servicios como sanidad, los contratos duran varios años y son concedidos a un pequeño número de empresas que llegan a dominar el mercado de la externalización” (MARIANA MAZZUCATO: “El valor de las cosas”. Editorial TAURUS) lo que les permite imponer sus condiciones. 
 

Todos los estudios, y experiencias, sobre este sistema de atención hospitalaria nos muestran como “el aumento de la prestación del sector privado asociará con un significativo descenso de la prestación directa del SNS, una reducción de la calidad y con que los costes sean pagados por el sector público” (Ídem). Tiene también efectos sobre lo personal sanitario que se ve desbordados por falta de personal auxiliar (tales como administrativos) víctima de los recortes y los ajustes, por lo que tienen que dedicar una parte muy elevada de su jornada a tareas que no tienen nada que ver con el cuidado a los pacientes lo que deriva en un perjuicio para estos y una frustración para aquellos. Para finalizar este apartado señalar dos efectos más de este modelo privatizador: en primer lugar a carga que supone para el erario público pues el coste final de los hospitales es varias veces superior al valor de los activos subyacentes y al inicialmente preupuestado. Segundo, que los hospitales reducen cada vez más sus actividades hospitalarias a aquellas que no son rentables (como, por caso, determinadas actividades quirúrgicas) pues la externalización se amplía a todas aquellas que pueden ser negocio para el capital privado.

 

Finalmente subrayar que un modelo sanitario como este no planifica lo que provoca situaciones como las que actualmente se están viviendo en la sanidad pública gallega de falta de personal sanitario. Algo que responde tanto a la citada ausencia de planificación (el mercado no es quien de ajustar la oferta a la demanda) como a las malas condiciones laborales que hacen que no pocos profesionales se busquen la vida en otras comunidades y estados. Como dice Noam Chomsky “la técnica estándar de la privatización: quitas financiación, te aseguras de que las cosas no funcionan, la gente se enfada y se lo das al capital privado”.

 

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