En los pueblos de España hay (somos) muchos más ciudadanos que quieren (queremos) seguir adelante que los que nos quieren hacer retroceder.
Como suele ocurrir tras unas elecciones en las que los resultados son ajustados y si además no compran las expectativas previas -muchas veces alimentadas artificialmente- las del pasado 23 de julio están dando lugar a un haz de lecturas que se antojan muy dispares, incluso contradictorias, entre sí, pero la evidencia empírica es evidencia como, por ejemplo, que:
La extrema derecha ganó las elecciones con 169 diputados: 136 PP y 33 VOX que sumarían 171 si sumamos los de Coalición Canaria (1) y UPN (1)
Que el Gobierno interino resistió con firmeza y solvencia, 153 diputados: 122 PSOE, 31 Sumar- gracias a la pujanza de la socialdemocracia.
Que los partidos soberanistas -salvo BILDU- o sufrieron un revés -especialmente significativo en Cataluña (ERC perdió 6 diputados, Junts per Cat 1 y la CUP desapareció del Parlamento- o se estancaron -PNV, BNG-.
Estos resultados electorales que no pueden tapar la evidencia política de que, por casualidad, la extrema derecha fracasó tanto en su intento de conseguir la mayoría absoluta -se quedaron con 6 diputados como máximo- como para acabar con el "sanchismo" -fortalecidos salieron tanto el PSOE como Pedro Sánchez.
La evidencia también es que el actual gobierno -PSOE/UP- recibió un apoyo nada despreciable a sus políticas a pesar del brutal ataque por tierra, mar y aire desplegado por la extrema derecha y sus aliados -políticos, judiciales, políticos y mediáticos- que no tener el más mínimo reparo en saltarse a menudo las reglas más básicas de la democracia y las buenas costumbres.
La formación del nuevo gobierno parece ahora más difícil y compleja que en las elecciones de 2019. Hay tres posibilidades en el horizonte:
1. Un gobierno de PP/VOX con otro apoyo parlamentario
2. Un gobierno de PSOE/UP con el apoyo de la Legislatura anterior
3. Nuevas elecciones en diciembre.
En relación con las dos primeras opciones y frente a lo que podrían indicar los datos, el gobierno del PSOE/UP aparece como el más factible. La presencia de VOX dificulta enormemente que las fuerzas soberanistas apoyen a un gobierno de extrema derecha.
Dificultades que aumentan porque la figura de Núñez Feijoo como líder político -futuro presidente- se encuentra muy debilitada tanto por su irresistible afán de mentira como por sus formas autoritarias y su pobreza política e intelectual. En sentido contrario, las figuras de Pedro Sánchez, en primer lugar, y la de Yolanda Díaz, como secundaria, salen muy fortalecidas de esta contienda. Este aspecto es muy relevante tanto para negociaciones con potenciales aliados como en el caso de tener que acudir a nuevas elecciones generales en diciembre. Esta última posibilidad seguramente hará dudar a algunas fuerzas soberanistas (como Junts per Cat) de los riesgos y los costes electorales de impedir la formación de un gobierno de progreso y tener que acudir a nuevas elecciones.
En relación a esta opción, no se debe ignorar que este semestre (julio-diciembre) la Presidencia europea corresponde a España. Serán seis meses en los que el actual Gobierno (PSOE/UP), presidente y ministros, gozarán de un gran protagonismo nacional e internacional que, sin duda, ayudará a mejorar su imagen y sus expectativas electorales. Un semestre en el que, en sentido contrario, la figura política del líder de la oposición (Núñez Feijoo) seguirá deteriorándose tanto por las propias debilidades políticas e intelectuales de este político como por la descarada contestación interna que, como se ha podido comprobar la noche de las elecciones ("Ayuso, Ayuso..."), está ahí y no se puede ocultar.
Aunque no podemos esperar que estos partidos de extrema derecha (PP/VOX) y sus seguidores (políticos, jueces, medios de comunicación...) abandonen su estrategia de acoso y derrocamiento del "sanchismo" (¿puede el escorpión abandonar sus instintos?) , estas elecciones han demostrado tanto que "los muertos que matas gozan de buena salud" como que en los pueblos de España hay (somos) muchos más ciudadanos que quieren (queremos) seguir adelante que los que nos quieren hacer retroceder.
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