Lo sucedido ayer en el Parlament de Catalunya podría formar parte de unas de las historias de la escritora inglesa, donde los acontecimientos se han precipitado de una forma extraña ¿o no?, con el presidente Torra como protagonista de los sucedido.
Si por casualidad, el Parlament acata la decisión del TS, el conflicto está servido en el Govern, donde las cosas no andan nada bien desde hace ya demasiados meses, y llevaría a la convocatoria de unas nuevas elecciones.
Señorías -sin acritud- quédense con la sabiduría popular que encierra hoy nuestro modesto titular: El Parlament de Catalunya no es una taberna.
El Tribunal Constitucional, como era de esperar, ha suspendido la ley que permite la investidura a distancia, aprobada, hace pocos días, por la mayoría independentista del Parlament de Catalunya.
Esta situación puede catalogarse como los cien metros lisos de los independentistas. Sus contrincantes: la justicia, el gobierno, los partidos de la oposición y el sentido común que tanto está faltando en este grave e irresponsable desafío.
La representatividad de la alcaldesa y el presidente del Parlament es de todos los catalanes, algo que se les olvida constantemente para indignación y vergüenza de muchos ciudadanos.
Los letrados de la Cámara catalana presentan alegaciones contra el recurso del Gobierno que pidió al TC impugnar la candidatura del ex presidente.
La imagen de Puigdemont tomando unas cervezas en Bruselas con un grupo de personas, lo insensato de su postura, su actitud personalista que está por encima de la ciudadanía, y esa Catalunya que él dice defender, no gusta nada a los republicanos
El TC admite que actuó sin precedentes y por "urgencia excepcional" al poner requisitos a la investidura.
La intolerancia independentista sigue su hoja de ruta sin atender otras razones que las suyas.
La vicepresidenta sostiene que "solo puede ser elegido" presidente "con una flagrante" vulneración de la ley. Puigdemont pide el voto a distancia.