La prealerta por sequía y la falta de personal en los montes empujan a Galicia a otro verano de fuego y ceniza
Informes europeos y colectivos de prevención de incendios demandan a la Xunta actuaciones para evitar un verano como el de 2022.
Bastaba con echar un vistazo a los arenales gallegos este fin de semana para comprobar que el verano se ha saltado varias semanas del calendario. El buen tiempo y las altas temperaturas, por encima de los 30ºC en algunos puntos, hicieron acto de presencia en Galicia. Estamos solo a mediados de abril, pero el engañoso clima podría hacernos pensar que el estío está mucho más cerca de lo que en realidad marca la primavera. El calor, la ausencia de lluvias copiosas y la previsión de que esta vaya a ser una primavera cálida resultan muy malas noticias para nuestros montes, que sufren la sequía y un riesgo de incendios que cada año se adelanta más y más.
En este escenario, desde la Asociación Ecologista Arco Iris recuerdan que más de la mitad del territorio de la comunidad gallega se encuentra hoy en prealerta por sequía. Una sequía que, según sus palabras, “llega a Galicia para quedarse”. Los indicadores de precipitación, humedad del suelo y condiciones vegetales así lo indican, tal y como reza el último informe del Observatorio de la Sequía de Copernicus, donde se constata el empeoramiento generalizada de Galicia.
De hecho, en lo que a humedad del suelo se refiere, Galicia es unas de las regiones que más luce a nivel nacional. El informe también hace especial hincapié en la anomalía que están registrando zonas como las Rías Baixas, con un porcentaje de precipitaciones de febrero a abril más bajo de lo habitual.
De la sequía solo se libra, temporalmente, una pequeña franja de Portugal. El país vecino, que el año pasado también fue cruelmente golpeado por los incendios forestales, corre una suerte similar a Galicia ante el avance del cambio climático, que deja a ambos territorios a merced de las temporadas sin lluvia.
RESTRICCIONES DEL CONSUMO DEL AGUA
“La persistente falta de lluvias y una prolongada secuencia de temperaturas más altas que el promedio han provocado cambios en la humedad del suelo y los caudales de los ríos”, explican desde Arco Iris, que ponen el coco en “la vegetación y cultivos”, que todavía no han sufrido importantes daños hasta el momento, pero cuya situación “puede hacerse crítica en los próximos meses si las anomalías persisten durante la primavera”.
Tanto el otoño como el invierno fueron copiosos en cuanto a lluvias, pero las altas temperaturas de las primeras semanas de la primavera dejan entrever que el riesgo es alto. Por eso, los ecologistas reclaman a la Xunta “la convocatoria inmediata del Observatorio de la Sequía y a comprometerse a explicar a la sociedad gallega cuál va a ser su política hidrológica a medio y largo plazo”.
En ese sentido, recuerdan que las presas deben “pasar a cumplir un papel regulador que garantice caudales ecológicos mínimos y el abastecimiento de agua de consumo y riego”. La posibilidad de que la Xunta restrinja el consumo de agua en algunas localidades, como ya ocurrió el verano pasado, podría repetirse en los próximos meses.
1.000 BRIGADISTAS EN CASA
La Xunta también está en boca de los bomberos forestales del Servicio de Prevención de Incendios Forestales (SPIF) del Gobierno de Galicia. El colectivo, preocupado por la aparición de los primeros grandes incendios ya en el tercer mes del año, recuerda al Ejecutivo de Alfonso Rueda que cerca de mil trabajadores siguen en sus casas, aunque la situación sea, a su parecer, de alto riesgo.
En este sentido, en una nota del colectivo, hacen saber “a la ciudadanía gallega” los motivos por los que la Xunta todavía no ha incorporado a tantos profesionales, pese a que “adelantada y de manera peligrosa” parecemos ya inmersos en la campaña incendiaria de este 2023.
“Un invierno muy lluvioso nos hizo olvidar el infernal verano del año pasado. Sin embargo, tras un febrero seco, el dramático incendio de Baleira con 1.500 hectáreas vuelve a ser el preludio de un verano de miedo”. A renglón seguido, los operarios del SPIF recuerdan que las “derivas erráticas en las políticas de montes” son en parte responsables de los incendios del pasado verano, uno de los más destructivos en lo que va de siglo.
El cambio climático, el abandono del rural o el estado de nuestros montes son algunos de los aspectos que detallan y condicionan la “gravedad del momento” y que llevan a los equipos de prevención a “urgir” a la Consellería de Medio Rural a “empezar a realizar políticas preventivas serias” para “evitar lo ocurrido en 2022”.
VANGUARDIA CONTRA LAS LLAMAS, PERO PRECARIA
De igual forma, recuerdan que operan “siempre en primera línea de fuego” pero “en precario”, por lo que solicitan a la Xunta “la incorporación inmediata del conjunto de los efectivos de refuerzo en las labores preventivas”. “Los repentinos cambios y empeoramiento de las condiciones meteorológicas los va obligar, además a realizar ya, trabajos de extinción”, aventuran.
A renglón seguido, consideran necesario ampliar los meses de trabajo a la totalidad del año, y no solo a la mitad del mismo. Con contratos anuales y no de seis meses, creen que podrán ofrecer un servicio mucho más efectivo que el actual: “los seis meses (dos de prevención y cuatro para extinción) están siendo una dilapidación de los sagrados recursos públicos de la ciudadanía al no poder hacer una política preventiva efectiva”.
Por último, recuerdan que las lluvias del invierno sirvieron de alimento para los montes, por lo que ahora hay “un plus de biomasa”, lo que, si cabe, puede aumentar la peligrosidades. Un aspecto que también destacan desde Europa, mostrando como en la España continental Galicia es, con el Levante, uno de los territorios donde más ha reverdecido el terreno, especialmente en la costa e interior de Lugo, así como en zonas localizadas de Ourense.
“Que se tire de las listas del 2019, hasta completar las brigadas en su totalidad.Resulta inadmisible y resulta inoperativo, las brigadas incompletas en muchos casos, todo el verano (ejemplo del 2022)”, zanjan.
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