Soy consciente de que para muchos de mis lectores, si los tengo, esta manía sobre la necesidad de defender la democracia puede parecerles reiterativa e innecesaria, mismo exagerada. Por tal razón quiero señalar que el motivo que me empuja es lo de que, dejando aparte el episodio del 23F de 1981, estoy convencido de que la democracia en España nunca ha recibido por parte de las fuerzas oscuras (políticas, judiciales y mediáticas) ataques tan agresivos como los recibidos después de la triunfante moción de censura del año 2018. Unos ataques que tienen como objetivo final el propiciar un golpe de estado judicial que derribe al gobierno de progreso (PSOE/Sumar) y abra la puerta a un gobierno PP/Vox.
Una estrategia subversiva que si inicialmente había puesto el foco en Podemos y sus aliados como comprobamos con los casos de Ada Colau, Mónica Oltra, Juan Carlos Monedero, el propio Pablo Iglesias, posteriormente y después de que consiguieron su objetivo de retirarlos de la primera fila del escenario político, se centraron en el principal activo del gobierno de turno como es la Presidencia (Pedro Sánchez).
Una estrategia que pone en evidencia cómo las derechas españolas son más extremistas que la mayoría de las derechas europeas. Algo que ahora podemos comprobar una vez más con su posición en el conflicto internacional surgido con motivo de la llegada a la presidencia de los Estados Unidos de un neofascista como es Donald Trump. Un presidente al que dan cobertura un grupo de oligarcas que tienen como objetivo poner el mundo al servicio de sus intereses privados como grandes corporaciones que son para lo cuál intentan eliminar cualquier acción política o judicial que ponga límites a sus negocios. Así, mientras las fuerzas democráticas europeas intentan formar un frente común que ponga freno a esas intenciones imperialistas y totalitarias de la administración trumpista, aunque el consenso aparezca como difícil debido especialmente a la falta de una estrategia común, las derechas españolas se mueven entre el incondicional (Vox) y el apenas disimulado (PP) apoyo a Donald Trump en el marco de una estrategia común neofascista en la que todo vale con motivo de derribar cómo sea al gobierno de turno (PSOE/Sumar), aunque sea poniendo en peligro la democracia y la convivencia.
Una estrategia que debería levantar las alarmas en las izquierdas políticas, sindicales, sociales, culturales y mediáticas quién al unísono deben defender la democracia, el estado de derecho, la libertad, el bienestar social y la solidaridad con quién peor lo está pasando. Deben también denunciar el uso de la mentira, la falsedad, el insulto y el ataque personal como táctica política ya que están deteriorando gravemente la convivencia pacífica y la democracia. Una democracia que nos costó mucho conseguir por lo que debemos defenderla como una trinchera.
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