Era IA: revoluciones tecnológicas y desafíos de adaptación

Juan M. Ruso
Profesor

Profesor de Biofísica en el departamento de Física Aplicada e investigador en la Universidade de Santiago de Compostela. 

Tal fluidez y rapidez en el cambio tecnológico pueden provocar sensaciones de alienación y desorientación, especialmente en aquellos acostumbrados a un entorno más estable y predecible. 

 

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Lucas Pérez del Deportivo de A Coruña convertido en Batman por la inteligencia artificial Rosal.ia

El ocho de diciembre, Ursula von der Leyen, anunció en X la aprobación, por parte de la Unión Europea, del primer marco jurídico enfocado en el desarrollo de la Inteligencia Artificial (IA). Unos días antes, el presidente de la Xunta de Galicia hacía pública la autorización para comenzar la tramitación del Anteproyecto de ley para el desarrollo e impulso de la inteligencia artificial (IA) en Galicia. De manera significativa, un mes antes, se había celebrado una Cumbre Mundial sobre Seguridad de la IA en Bletchley Park, un lugar histórico donde, en 1944, se creó la primera computadora resultado de las disquisiciones de un equipo de científicos liderados por Alan Turing. Estos eventos, de forma paradójica, coincidían casi exactamente con el primer aniversario del lanzamiento de ChatGPT el 30 de noviembre de 2023. En un mundo donde las noticias y los acontecimientos fluyen constantemente, la inteligencia artificial (IA) se ha erigido como actor principal indiscutible. La aparición de sistemas de IA como ChatGPT, Bing o Bard ha marcado un antes y un después en nuestra forma de trabajar, aprender e interactuar con la tecnología, prefigurando lo que con certeza será una revolución económica. 


Históricamente, las grandes revoluciones económicas han estado intrínsecamente ligadas a avances fundamentales en ciencia y tecnología. Un ejemplo emblemático es el invento de la máquina de vapor en 1769 por James Watt, que catalizó la revolución industrial. La creación de la locomotora de vapor en 1804 marcó el inicio de la era del ferrocarril, revolucionando la logística y el transporte a una escala sin precedentes. En 1913, Ford transformó la industria automotriz al introducir la producción en masa, reduciendo significativamente los costes y haciendo los automóviles accesibles a las clases medias, lo que los integró profundamente en las sociedades, un legado que perdura hasta hoy. Con la invención del transistor en 1947, se desató la revolución de la información, posibilitando el desarrollo de computadoras y otras tecnologías de la información, que han transformado radicalmente nuestra vida y trabajo. Si bien existen muchos otros ejemplos igualmente fascinantes, como la nanotecnología, nuevos materiales o la medicina genética, la mayoría s sigue un patrón común: introducción, donde la tecnología se desarrolla y se utiliza inicialmente en un ámbito limitado; expansión, en la que se vuele más accesible y se aplica a escala industrial; y saturación, el punto en el que la tecnología se generaliza y los avances adicionales son menores. Este patrón, aunque generalista, no se aplica de manera uniforme a todas las innovaciones ni alcanzan todas la misma escala de adopción. Factores como cambios políticos, interrupciones económicas, limitaciones físicas, aceptación social, crisis globales y avances tecnológicos imprevistos pueden modificar este esquema. Sin embargo, la extrapolación de este modelo a futuras revoluciones ofrece una perspectiva valiosa. Otro aspecto común a estos procesos es la “destrucción creativa” como la denominó Schumpeter, donde los avances tecnológicos desplazan tecnologías antiguas y transforman empleos o servicios existentes.


Es muy probable que el desarrollo de la IA siga esta dinámica económica, volviendo obsoletas las tecnologías actuales y generando significativos cambios laborales. Esta evolución reducirá la necesidad de ciertos tipos de empleos mientras crea nuevas oportunidades en diversos sectores. Ejemplos de estos efectos ya se han manifestado, como la respuesta política mencionada al principio de este artículo, y la notable huelga de guionistas y actores de Hollywood que duro cinco meses, ambos claros indicadores del impacto económico y social en curso.

 

Lo verdaderamente sorprendente no es tanto el impacto de la Inteligencia Artificial en la sociedad, sino la asombrosa rapidez con la que ha dejado sentir sus efectos. 


Sin embargo, lo verdaderamente sorprendente no es tanto el impacto de la Inteligencia Artificial en la sociedad, sino la asombrosa rapidez con la que ha dejado sentir sus efectos. En solo un año tras el lanzamiento de ChatGPT, legisladores y parlamentos ya estaban estableciendo las primeras normativas, una velocidad de adopción sin precedentes comparada con tecnologías anteriores. En el panorama actual, factores como la interconexión global y la convergencia tecnológica están impulsando una aceleración exponencial de los ciclos tradicionales. Paralelamente, los seres humanos seguimos anclados a nuestras leyes biológicas, operando en un ritmo natural distinto. Esto cobra especial relevancia al considerar las diferencias intergeneracionales en la adaptación a las innovaciones. Las generaciones mayores enfrentan desafíos más significativos al ajustarse a estos cambios veloces. Estos desafíos no derivan únicamente de una menor familiaridad con las nuevas tecnologías, sino también de diferencias en la plasticidad cognitiva. Esta realidad resuena con el concepto de 'modernidad líquida' de Zygmunt Bauman, en el cual la transformación constante se convierte en norma, marginando a las estructuras estables y predecibles. Tal fluidez y rapidez en el cambio tecnológico pueden provocar sensaciones de alienación y desorientación, especialmente en aquellos acostumbrados a un entorno más estable y predecible. En un mundo donde la tecnología evoluciona a un ritmo vertiginoso, el desafío crucial que enfrentamos es: ¿podremos adaptarnos con la suficiente rapidez y eficacia a estas rápidas transformaciones?
 

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