¡Qué guapa es mi abuela!

Rodrigo Brión Insua

Rodrigo Brión Insua (A Pobra do Caramiñal, 1995). Grado de Periodismo en la Universidad de Valladolid (2013-17). Redactor en Galiciapress desde 2018. Autor de 'Nada Ocurrió Salvo Algunas Cosas' (Bohodón Ediciones, 2020). 

En Twitter: @Roisinho21

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Retrato de una mujer gallega creado por la IA Midjourney

 

 

Ayer a un algoritmo se le ocurrió que podía ser artistas. Más bien se le ocurrió a una personilla con buena, mala o ninguna idea, pero el conjunto de unos y ceros que componen la IA dijo, como siempre y sin desobedecer a Asimov, “sí, bwana”. A la inteligencia artificial se le planteó el reto de dibujar a cada comunidad autónoma, esos trocitos que componen esta piel de toro que es España y que por el pelo de una gamba no gobierna Tamames, con aspecto de mujer. Parece una pregunta más de Tinder para romper el hielo que un reto: “Si fueses una fruta, ¿cuál serías?”. 

 

Pues el buen robot siguió los pasos e hizo lo que le ordenaron, firmando un boceto femenino de cada una de las 17 comunidades, islas incluídas. Pero el humano… ¡Ay, el humano! Nunca está contento ni con una inteligencia que él mismo ha creado, emulando al propio Dios, y hasta a esto le ha buscado la polémica y nosotros, periodistillas como buenos plumillas en busca del click, le hemos sacado punta.
 

Resulta que a la mayor parte de las comunidades las ha dibujado jóvenes y esculturales. Andalucía parece Esmeralda, la amada del pobre Quasimodo que suspiraba por una gitanaza de cabello azabache. Alguien casi idéntico a Daisy Ridley, la actriz que interpreta a Rey en la saga Star Wars, encarna a Navarra, convertida en una aprendiz de jedi con toda la pinta de desenvainar su espada láser y proclamar a los cuatro vientos que es escoria, escoria foral rebelde. Una joven nívea con labios carnosos como una cereza madura representa a Cataluña, mientras que para Madrid la IA parece haber escogido a…¿es acaso Isabel Díaz Ayuso esa mocita madrileña? 
 

Pero la polémica salta en Galicia. ¡Atención porque hay bochinche en el noroeste peninsular! La mujer gallega es un rostro duro, de ojos claros pero mirada cansada, con arrugas y pañuelo a la cabeza por el que asoma una cabellera plateada. “¡Pero que es una vieja!”, braman las redes, que no han reparado en la replicante manchega sacada del universo de Blade Runner ni a la hija de Wonder Woman y David Bowie que personifica a Canarias. Nadie parece haber dicho lo obvió: son todas estereotipazos de manual. 
 

“¡Es vieja, es vieja!”, vociferan. A mí me gusta. Me parece hasta bella. Me recuerda a mi abuela. Y qué guapa es mi abuela. Carmucha, Camuchinha para algunos pocos, es posiblemente la mujer más despampanante de su edad. O seguramente no, pero a mis ojos es hermosísima, porque es una abuela de pura raza gallega: cariñosa, amable, con una risa -que no sonrisa, mi abuela no sonríe ni se deja sacar fotos, te ríe a carcajadas- que te alegra el alma, y siempre dispuesta a darlo todo por los suyos y exigir una satisfacción a todo aquel que niegue que su nieto es el más guapo. Cualquiera de los seis que tiene, cada uno más favorito que el anterior. 
 

Pero la señora que ha dibujado el robot no se parece físicamente a mi abuela, pero sí la representa. ¿Cómo no la va a representar? Representa a todas las abuelas, a todas las mujeres gallegas curtidas por el sol, arrugadas por recoger las patatas de la leira o aguantar el nordés mariscando. Mujeres duras, algunas ásperas, que soportaron el peso de una familia, de una comunidad entera e indudablemente matriarcal. Somos muchas las generaciones criadas por nuestras abuelas, que siempre miraron por nosotros, que se preocuparon de que no anduviéramos por ahí con los pies mojados, o con el estómago vacío, o sin una chaquetilla porque ahora hace calor pero más tarde refresca. Pero abuela, que estamos en pleno agosto. Da igual, tú te llevas esta chaqueta de punto, que para eso te la he hecho, que me he pasado dos semanas tejiendo. Pero abuela. Ni pero ni pera, te la llevas, y te callas, y termina el plato, ¿o te frío un huevo? Que no abuela, que si como más reviento. Pues toma filloas. Y tú te comes las filloas, y ella tan contenta, y tu tan obeso pero feliz de verla contenta. 

 

Por supuesto que la IA ha dibujado a una mujer mayor y con mirada desconfiada y desafiante. El tiempo las ha obligado a desconfiar, porque ya ni de los robots, siempre serviciales, se puede fiar uno. Lo que ocurre es que nos ofendemos porque no nos vemos tersos y magros, sino ajados y mayores. Nos vemos reales, y lo que vemos nos asusta. Porque nos vemos tal vez como vamos a ser un día, y nos aterroriza no ser la imagen que hoy nos devuelve el espejo y que todavía resiste el paso del tiempo. No queremos ser nuestra abuela, aunque sea una heroína. Nos aterroriza pensar en que algún día, sin darnos cuenta, la inteligencia artificial nos representará tal y como somos, cada minuto un poco más mayores. Pero igual de hermosos, igual de luchadores, igual o más gallegos. Y que hagamos menos caso a la inteligencia artificial. Que si fuese tan inteligente no sería tan artificial. Para real ya está mi abuela. ¡Qué guapa que es mi abuela!


 

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