#Claves de la semana

Yo vi a Green Day en O Son Do Camiño (ahora, lo que es oírlo…)

El primer día del festival compostelano estuvo marcado por los problemas técnicos de la actuación estelar de esta V Edición.


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Green Day | Foto: O Son Do Camiño

 

Muchos nos despertamos este jueves como el hermano de Stuart Little al grito de: “¡Es hoy! ¡Es hoy!”. Un día dichoso para los festivaleros que, un año después, volvíamos a la tierra prometida: O Son Do Camiño. 366 días lejos del Monte do Gozo, nuestro lugar en la tierra, a donde siempre queremos regresar y de donde nunca queremos salir. El festival es una de las grandes citas del verano y la del jueves no era una fecha baladí, ya que significa poner el pabellón por todo lo alto para que los demás traten de mantener el nivel en los días venideros. Sin embargo, la inauguración no fue tan bien como cabría esperar, pese a las muchas sonrisas que una nueva edición de O Son, la V Edición para ser exactos, despertó en los rostros de los camiñers. 
 

EL TIEMPO ACOMPAÑÓ AL ESTRENO

La jornada no pudo arrancar mejor, con un cielo encapotado a primera hora que se abrió para disfrute de los festivaleros en una tarde cristalina y con los termómetros al alza. Entre los que llegaban para pulserarse -esta mañana la cola en As Cancelas daba la vuelta al centro comercial y salía por la puerta-, los que todavía arrastraban la maleta camino a la zona de camping y los que se las veían y se las traían con la dichosas tiendas de campaña, el día avanzó con la tranquilidad propia de los comienzos.
 

Una vez pertrechados con la pulsera que da entrada al paraíso, llega el primer mandoble de realidad: los precios en la barra vuelven a dispararse. Un billete de esos rojos con un 10 dibujado es lo que cuesta un cachi de cerveza, un precio que no deja de subir y que se corresponde con lo que sufrimos en la cesta de la compra. El calor aprieta y nadie le dice que no a una bien fresquita, pero lo cierto es que cuando llegue el domingo algunos miraremos la cuenta bancaria de reojo. 
 

En cualquier caso, estamos aquí para la música. Amoebo fue el encargado de cortar la cinta inaugural. Al artista local lo siguieron Hot MilkMarylandThe Interrupters. Los británicos fueron los primeros en ver el recinto a una capacidad estimable, ya que el público demoró la entrada y dedicó los primeros compases del festival a fisgonear entre los muchos puestos con las distintas actividades que ofrece O Son o a pasear hasta el Escenario Son Electro, mucho más grande que el del año pasado en un espacio bien dimensionado para los amantes de la música electrónica.
 

Fernandocosta fue el primero en prender la mecha cuando el Monte do Gozo empezaba a dibujar ya una estampa propia del renombrado festival santiagués. El isleñó hizo gozar al público con algunos de sus temas más conocidos, sin necesidad de que Dollar Selmouni lo acompañase. Las shorty y los panas vibraron al ritmo que marcó el de Ibiza, el primer gran nombre del día, al que sucedió Arde Bogotá, la gran revelación del panorama nacional.
 

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Foto: O Son Do Camiño

 

Si alguien había visto antes a los cartagineses se sorprendieron al ver en O Son un show renovado, con un nuevo orden pero sin renunciar a su estilo propio. En un ambiente que no era el adecuado -un sol de justicia y un horario que no era el ideal para los Arde Bogotá-, Antonio y compañía ofrecieron un concierto equilibrado, sin altibajos, propio de un grupo que está en la cresta de la ola y lo sabe, por lo que su estado natural es el de hacer las cosas bien porque sí. ‘Exoplaneta’, ‘La Salvación’ o ‘Los Perros’ fueron algunos de los himnos que cantó todo el público a coro. 


LA TÉCNICA SE LA JUGÓ A GREEN DAY

Para sacarnos los colores aterrizó desde Medellín J Balvin, uno de reggaetoneros referencia del género. El del colombiano fue un concierto con dos fases: una en la que ofreció a los camiñers algunos de sus clásicos; otra en la que convirtió el escenario en una rave. Visto con perspectiva, tal vez el del parcero tendría que haber sido uno de los últimos conciertos de la jornada, ya que su propuesta animaba a seguir con las manos en el aire. Este fue el primer debe del festival, ya que un cambio de orden en la salida a escena de los artistas podría haber cambiado significativamente el devenir del primer día.
 

Porque llegaron las 22:30 horas, y con el sol ya totalmente escondido salieron a escena el frío y Green Day. Un grupo legendario, tal vez de los más grandes que han pisado el Monte do Gozo, hizo su aparición estelar cuando el mercurio comenzaba a descender y la gente sacaba la rebequita de la mochila. No obstante, lo que dejó helado al anfiteatro fue el sonido: nunca tantas voces fueron tan unánimes al sentenciar que la técnica estaba arruinando la actuación.

 

Mira que Billie Joe Armstrong y el resto de cincuentones con peinados juveniles de principios de los 2000 se esforzaron en mantener el tipo, pero el sonido era como un ventilador, que te da aire solo cuando enfoca en tu dirección, pero después se gira y la brisa desaparece -y, aprovechando el simil, no, no fue solo una cuestión de que soplase el viento, que algo pudo influir-. Pues así era el sonido en Green Day: subía, bajaba, desaparecía, volvía, a veces muy alto, a veces inexistente. Gente decepcionada porque durante cerca de 40 minutos no se escuchaba nada y, el sonido que llegaba, se escuchaba mal. Algunos enfilaron la salida antes de tiempo, decepcionados porque el concierto estrella fuese un bluf. También Green Day se fue antes de lo previsto, dejando 20 minutos de concierto en el contador y la aniñada cara del vocalista grabada en el recuerdo. 
 

Con el paso de los minutos la cosa se fue corrigiendo y algunos miles -es cierto que si echabas la vista atrás solo veías cabezas- pudimos disfrutar de clásicos como ‘Boulevard of broken dreams’ o ‘Wake me up when september ends’. Los de Berkeley no se dejaron ni un gramo de energía y parecían ajenos al descontento de una buena parte de la platea, que sin embargo no respondió con abucheos, sino con vítores y aclamaciones a cada petardo que la pirotecnia disparaba sin orden ni concierto.
 

Los más intrépidos alargaron con Mattn o con los DJs de la zona de música electrónica. Una gran parte puso punto y final a la jornada tras los estadounidenses, sabedores de que mañana será otro día y que hay que guardar energías para el ecuador de O Son. El primer día fue feliz por el regreso pero decepcionante en su desarrollo. Hay mucho que pulir y oportunidades para demostrar por qué el de Compostela es uno de los festivales mejor considerados del país. Quedan todavía dos días de música. Allá vamos a por el segundo. 


 

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