UPyD y Ciudadanos, entre otros, representan un claro ejemplo de fórmulas personalistas y de cuando sus líderes, en este caso Rosa Díez y Albert Rivera, no creen en sus respectivos proyectos, independientemente de quiénes fueran sus creadores o ideólogos, Sosa Wagner (UPyD), Javier Nart (Ciudadanos) o Ramón Espinar (Podemos), representan un claro ejemplo de cómo se dilapidan los activos de las formaciones políticas y que son estos últimos los que realmente creen en los proyectos de los cuales forman parte desde sus orígenes. La UCD fue un buen ejemplo de lo que debe ser un partido a pesar de todas sus convulsiones internas ya que no dejaba de ser una coalición de 14 formaciones con distintas corrientes y sensibilidades, pero con un buen fin, que fue la aprobación de la reforma política con una cámara repleta de procuradores del antiguo régimen y con un resultado de 425 votos a favor de los 531 presentes, siendo la aprobación el 18 de noviembre de 1976. Fue la UCD una de las formaciónes de las que surgieron en democracia hasta la fecha la que logró el objetivo político citado y con la complicidad del pueblo español y la Monarquía, hasta la disolución de los centristas el 18 de febrero de 1983.
La historia, en nuestro país, siempre se repite, pero, por desgracia para martirio de sus habitantes. Parece como si hubiéramos pisado mierda, y perdónenme la palabreja y no pudiéramos evitarlo.
Si Ciudadanos es capaz de volver al centro político, el partido de Arrimadas tiene la posibilidad de resurgir; persistir en el mismo error, la muerte política es su último paso.