Si los políticos dedicarán más tiempo a dialogar, pactar los grandes temas del país y no estar constantemente llevándose la contraria, poner obstáculos y señalarse públicamente sobre lo mal que lo hace su adversario político, las cosas podrían funcionar mejor. ¡Hay que ver las peleas que tienen montadas, PP y PSOE!
Las discrepancias, confrontaciones, hasta las acusaciones de “y tu más” - ¿infundadas?- han llegado demasiado lejos. Como la insistencia del líder de la oposición, Alberto Núñez Feijóo, de vetar a la candidata española a ocupar el cargo de comisaria europea, utilizando “todas” sus influencias con los compañeros populares del viejo continente. Una obstinación que raya la paranoia y lo deja en mal lugar porque “los trapos sucios se lavan en casa”, no se sacan fuera esperando que alguien los lave. Ni es inteligente, ni práctico.
El problema surge cuando los intereses de los partidos planean sobre lasinstituciones , y son más de los que parecen. La política es complicada, alambicada, además de provocar innumerables enemigos. Si eso lo trasladamos a las instituciones europeas, las cosas suben más de tono. La ventaja es que la diplomacia, conlleva más diálogo, y pactos sin tener en cuenta las diferencias ideológicas- no es malo-, hace que las cosas fluyan como una cascada en invierno.
Hasta ahora, la elección de los comisarios europeos no había sido un problema: acuerdos y repartos, con el mayor consenso. Ningún partido, hasta ahora, había montado en numerito que están escenificando los populares españoles, que han desconcertado a sus colegas eiropeos y sorprendido al resto de formaciones , exceptuando a Vox, que aún van más lejos que ellos. Pataleta sorprendente, injustificada y gratuita. Algunos de sus los colegas han exclamado que “¡España es diferente!”, así se ha demostrado hasta ahora. Muchos recuerdan al eurodiputado Tremosa- de Junts- al que todos huían cuando lo veían venir por los pasillos. O el propio Puigdemont, que por cierto no ocupa escaño, y estaban de él hasta la espectacular cúpula de Miquel Barceló.
Solo la muerte no es posible pactarla, todo lo demás es posible. Después de tantas disputas, enfrentamientos y amenazas de no votar, el Partido Popular Europeo ha dado el visto a la candidatura de Teresa Ribera como número dos y vicepresidenta de Transición Justa, Limpia y Competitiva, y además la responsable de la cartera europea de Competencia, pese a la oposición rotunda y las maniobras en la oscuridad de los populares españoles con su líder a la cabeza. A cambio, los socialistas han aceptado al candidato de la ultraderecha, Raffaele Fitto, del partido de Giorgia Meloni, que será vicepresidente de Cohesión y Reformas.
Como la votación es una sola para elegir a los seis vicepresidentes, los populares europeos, socialdemócratas y liberales se han puesto de acuerdo también para incluir en esa ejecutiva al comisario húngaro Olivér Várhelyi del nacional populista Viktor Orbán. Todos han cedido, y al final hay acuerdo. De no ser así, se habría producido un problema con resultados graves. Ya decía el intrigante secretario del Rey Felipe II, Pedro Pérez que “al bien común, los más enemigos se conciertan”.
La decisión no ha gustado a Feijóo después de haber puesto todos sus esfuerzos en que Ribera fuera rechazada, incluso habían “vendido la piel de oso antes de cazarlo”. En ese empeño se han implicado en profundidad, Dolors Montserrat y González Pons, diputados con larga trayectoria en el Parlamento a los que no les han servido ni la cercanía de Acento la empresa de Pepiño Blanco (socialista) y Alfonso Alonso (PP), que ya cuentan con despacho propio en Bruselas para hacer lobby, que se traduce en negocios.
Ahora Feijóo ha declrado que mantendrá su palabra de no votar a Ribera, lo que significa no votar al resto de comisarios. Lo que se interpreta como que noquiere bajarse de la burra
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