Elon Marx y el comunismo de lujo

Manuel Vilas López

Ourensano nacido en Vilagarcía (1978). Coordinador de Galiciapress desde 2018. Licenciado en Periodismo por la USC (2000) , Diploma de Estudios Avanzados en Comercio Electrónico por la UDC (2002) y Máster en Publicación Electrónica por la City University London (2004). Ex-miembro de las directivas del Colexio Profesional de Xornalistas de Galicia y del Sindicato de Xornalistas de Galicia.

El pronóstico de que esta tercera gran revolución económica puede hacer del trabajo algo superfluo es plausible. De hecho, curiosamente, no solo ideólogos de la izquierda la pronostican, también lo hacen los ultraliberales de Elon Musk
 
Elon marx
Elon marx

 

Anda la izquierda más perdida que Errejón el próximo 25N. Resulta que los trabajadores y los jóvenes llevan décadas empobreciéndose y va y les da por votar a la ultraderecha populista. Es decir, al neofascismo, aupando al poder a Trump, Meloni, Orban y demás calaña. Lo nunca visto, oiga. 
 

Me advierten desde una facultad de políticas que no los puedo meter en el mismo saco. Si les hiciera caso, tampoco podría llamarles fascistas a Mussolini, Hitler o Salazar.  
 

Todos los citados -difuntos y presentes- recetan lo mismo. La salvación del pueblo pasa por curar al Estado de las infecciones contagiadas por los de fuera y también por algunos de dentro, en concreto las élites ilustradas, zurdas y corruptas. Bajo el firme rumbo de nuestro gran timonel, recuperaremos nuestra esencia nacional y glorioso pasado. Haremos América grande otra vez. Ya más adelante nos pondremos de acuerdo sobre cuando fue América grande, si en 1945 o cuando allá gobernaba España.
 

¿Quién es el culpable de este avance neofascista? ¡De Irene Montero y las feminazis!, claman unos, tras hacer de la lucha contra el machismo la prioridad de la izquierda. ¡De Greta Tintin Eleonora Ernman Thunber! gritan otros, hartos de la tabarra ecologista.
 

Personalmente, no sé de quién es la culpa. Hasta cierto punto, me da igual. Seguro que no hay una única causa y, en todo caso, hay días en que me esfuerzo en centrarme en aquello de “No importa el problema, importa la solución”. Ese empalagoso verso parido, por cierto, por un miembro de las élites degeneradas, hoy felizmente arrepentido, al menos en lo ideológico.
 

El problema es que pasan los años y ni Andrés Calamaro ni la izquierda han encontrado su solución. 
 

Los progresistas siguen, básicamente, recitando lo mismo, ahí viene el lobo fascista y de ahí no pasan. Por señalar un ejemplo distante, que no moleste a nadie, es el caso de la izquierda que gobierna en España, ese estado líder en Europa en cifras de crecimiento marcoeconómico y, al mismo tiempo, de paro juvenil.

 

Así las cosas, es de agradecer que alguien en la izquierda que haya tenido la valentía de formular una alternativa preñada de optimismo, por muchas pegas que tenga, que las tiente. Se trata Aaron Bastani, autor de unos de los ensayos más influyentes en los últimos años, Comunismo de lujo totalmente automatizado.

 

 La tecnología avanzará hasta tal punto que la abundancia para todos será posible y el trabajo -entendido como una carga- no será necesario.


Bastani constata que estamos en los albores de una tercera revolución económica, tras la agrícola y la industrial. Tecnologías con costes marginales como la inteligencia artificial y las energías renovables a mansalva permitirán la producción de bienes cada vez más baratos. Además, la robótica nos liberará de cualquier tarea, física o mental, repetitiva. La tecnología avanzará hasta tal punto que la abundancia para todos será posible y el trabajo -entendido como una carga- no será necesario.
 

Bastani propone un "comunismo de lujo". Es decir, no la Cuba castrista, pero tampoco el lujo  del consumo constante con el que nos anestesian en Occidente. Simplemente, acceso universal a vivienda, educación y  salud de calidad garantizada. Eso, y todo el tiempo libre que queramos, que no sería poco, al menos en mi caso. 

 

Las jerarquías empresariales y la inversión de capital serán innecesarias para garantizar la producción. Alcanzadas las condiciones económicas que lo permiten, la sociedad sin clases que predijo Marx será por fin posible

 

En este mundo plenamente automatizado, las jerarquías empresariales y la inversión de capital serán innecesarias para garantizar la producción. Una vez alcanzadas las condiciones económicas que lo permiten, la sociedad sin clases que predijo Marx y por la que llevan luchando décadas los comunistas será, por fin, posible. La URSS, opina Bastani, fue una iniciativa loable, pero nacida antes de tiempo, condenada a fracasar. 

 

Además, esta vez no hará falta asaltar el Palacio de Invierno. Bastani envisiona un cambio cultural progresivo y profundo, que permitirá sucesivos triunfos electorales de cada vez mayor calado. Su plan pasa por una democratización radical no solo de la instituciones políticas, también de las económicas.

 

Vamos, que llegará el día en que trabajadores y empresarios, ricos y pobres, cubanos y suizos acuerden que como hay ya tanta riqueza -y como cada vez habrá más - mejor abolimos la propiedad privada de los medios de produción.  

 

Total, no hace falta ni que yo venga a currar ni que tu vengas a dirigir la empresa. Todo lo hacen los robots y la IA. Incluso ellos mismos diseñan y producen nuevos robots y ordenadores cada vez más eficaces

 

Total, no hace falta ni que yo venga a currar ni que tu vengas a dirigir la empresa. Todo lo hacen los robots y la IA. Incluso ellos mismos diseñan y producen nuevos robots y ordenadores cada vez más eficaces. Nos juntamos una vez al año y votamos en asamblea lo poco que haya que votar y vía. 

 

Ahora bien - y el énfasis en esta cuestión es la principal innovación de Bastani en corpus marxista- esta evolución no es inevitable. El Comunismo de lujo totalmente automatizado es simplemente un ideal factible, que por fin está en nuestras manos conseguir. .
 

Es evidente que la teoría de Bastani peca de numerosas contradicciones.  En primer lugar, conduce  a un fin de la historia, similar al que creyó ver Francis Fukuyama en 1992. Tras la caída del Muro de Berlín, ya vimos que las democracias liberales no germinaron por todo el planeta en un mundo globalizado, pacífico, próspero y feliz. La historia nunca se acaba. 

 

La historia nos ha enseñado que las revoluciones tecnológicas pueden crear sistemas más productivos pero que no conllevan necesariamente mayor igualdad social. No había esclavismo en las sociedades de cazadores-recolectores.

 

La historia también nos ha enseñado que las revoluciones tecnológicas del pasado -agricultura, industrial, de la información, etc.- pueden crear sistemas más productivos pero que no conllevan necesariamente la reducción de las horas de trabajo ni una mayor igualdad social. No había esclavismo en las sociedades de cazadores-recolectores.

 

Visto lo visto, dudo mucho que la actual revolución tecnológica acabe cristalizando en un mundo donde Jeff Bezos ceda todos los algoritmos y robots de Amazón y se dedique a, lo que realmente le gusta, que al parecer es ver Star Trek. Así que a la izquierda le toca encontrar propuestas más factibles a corto plazo y pronto. De lo contrario, el neofascismo seguirá avanzando.

 

Esta crítica no implica que el armazón ideológico Comunismo de lujo totalmente automatizado no contenga elementos útiles. En particular, el pronóstico de que esta tercera gran revolución económica puede hacer del trabajo algo superfluo es plausible. De hecho, curiosamente, no solo ideólogos de la izquierda la pronostican, también lo hacen los anarcocapitalistas de Elon Musk y sus adláteres de Silicon Valley. 


Así que, a lo mejor, algo habrá de verdad en esa predicción del fin del trabajo y algún día todos nos podremos dedicar a planificar como hacer posibles las utopías, sean las de Bastani, las de Musk o incluso las nuestras. 

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