Íñigo Errejón y Gollum vs Martiño Noriega y Albert Pla

Manuel Vilas López

Ourensano nacido en Vilagarcía (1978). Coordinador de Galiciapress desde 2018. Licenciado en Periodismo por la USC (2000) , Diploma de Estudios Avanzados en Comercio Electrónico por la UDC (2002) y Máster en Publicación Electrónica por la City University London (2004). Ex-miembro de las directivas del Colexio Profesional de Xornalistas de Galicia y del Sindicato de Xornalistas de Galicia.

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Imagen creada con inteligencia artificial mezclando los rostros de Íñigo Errejon y Gollum


 

Llevo demasiado tiempo trabajando cerca de políticos.


He sido negro para las derechas, por ejemplo escribiendo discursos para las giras gastronómicas de don Manuel. He entrevistado a docenas candidatos de izquierdas para cabeceras progresistas, compartiendo coreografías sin partitura para un resultado ni demasiado inocuo ni demasiado revelador. He viajado con políticos a los confines de la galleguidad (Puerto Navarino, Patagonia chilena) y les he organizado inauguraciones de cursos de FP (Comoxo, Ribeira).


De derechas o de izquierdas, con ínfulas de llegar a presidente de la Xunta o solo deseosos de repetir como concejal de asuntos sociales. En casi todos ellos he visto que la motivación psicológica profunda es la misma. Desgraciadamente, no es servir al público. Es el anillo de poder.

 

No le deseo a nadie la vida de un político. Sin horarios ni fines de semana, están constantemente sobre el escenario, como el actor o la estrella de rock, pero, a diferencia de éstos, su presencia siempre levanta más suspicacia que adoración

 

No le deseo a nadie la vida de un político. Sin horarios ni fines de semana, están constantemente sobre el escenario, como el actor o la estrella de rock, pero, a diferencia de éstos, su presencia siempre levanta más suspicacia que adoración. Sea cual sea su estado de ánimo, deben ganarse continuamente la aprobación de los demás antes de partir para el siguiente bolo. Están incesantemente bajo la lupa pública, especialmente ahora cuando hay una cámara en cada bolsillo.


Además, si quieren medrar -y casi todos quieren medrar- deben tragar sapos y culebras. Estoy seguro que en el BNG hay concejales que no están tan en contra de las eólicas, en el PSdeG ediles que no tragan con el cupo catalán y el PPdeG alcaldes que saben que la política lingüística de la Xunta impulsa la agonía de nuestra lengua. Casi todos callan porque -como dijo uno  que aguantó décadas en la cúspide- el que se mueve, no sale en la foto.
 

¿Qué lleva a una persona a soportar tal grado de exposición pública y sumisión al grupo? Alguna recompensa psicológica bien golosa deben obtener a cambio.

 

La mayoría de los políticos no entra en la pelea por el botín, sobre todo los de cierto nivel; simplemente no lo necesitan. Casi todos los políticos provienen de clases ricas o acomodadas

 

Es el dinero estúpido, dirán algunos. No lo creo, la mayoría de los políticos no entra en la pelea por el botín, sobre todo los de cierto nivel; simplemente no lo necesitan. Casi todos los políticos provienen de clases ricas o acomodadas; son funcionarios, profesores universitarios, empresarios, hijos de otros políticos, etc. Vamos, que no se van a morir de hambre.

 

Lo que motiva a un político es el anillo de poder en sus diferentes formas. Algunas legítimas y banales, como poder programar las fiestas del pueblo. Otras amorales, como tener un asiento en el palco del estadio. Otras irregulares, como poder enchufar al primo en una subcontrata. Otras directamente ilegales, como que otra filial de la matriz de la subcontrata te haga una obra en casa a precio de amigo.

 

Lo que para muchos sería un incordio, para personalidades ególatras representa una oportunidad constante de reforzar su insaciable necesidad de recibir atención y, con suerte, admiración.

 

Además, para ellos, la exposición pública no es siempre un problema. Lo que para muchos sería un incordio, para personalidades ególatras representa una oportunidad constante de reforzar su insaciable necesidad de recibir atención y, con suerte, admiración. 

 

Por eso la mayoría de los políticos no lo dejan a tiempo. Están enganchados. Como Gollum, harán lo imposible por conservar el anillo de poder. Traicionarán a sus amigos, darán la espalda  a sus principios, desatenderán a sus familias y se deshumanizarán en el camino.

 

No me sorprendió leer a Íñigo Errejón presentándose como víctima de la trituradora política. En parte lo es y me alegro que se haya dado cuenta, ojalá que a tiempo. Ahora bien, nadie le obligó, siendo menos ambicioso podría haberse ahorrado mucho sufrimiento a las personas de su entorno y a él mismo.

 

 

 

Si cuando Podemos se pegó el primer gran batacazo electoral hubiese abandonado la primera línea política, quizá los desequilibrios de su personalidad nos hubieran aparecido o no se hubieran exacerbado. Quizás si en vez de pelearse por los restos del poder de la izquierda rupturista hubiese vuelto a la universidad, las fauces del anillo de poder no lo habrían devorado. Quizá le habría ido mejor en la vida, a él, a las personas a las que ha hecho daño y también a Podemos.

 

Ejemplos de políticos que no han sabido retirarse a tiempo, ansiosos por conservar algunas migajas de poder, y han acabado consumidos en la hoguera de las vanidades los tenemos en todas las ideologías. ¿Alguien se acuerda de Albert Rivera?

 

Ejemplos de políticos que no han sabido retirarse a tiempo, ansiosos por conservar algunas migajas de poder, y han acabado consumidos en la hoguera de las vanidades los tenemos en todas las ideologías. ¿Alguien se acuerda de Albert Rivera? ¿Qué necesidad tenía Feijóo de abandonar Galicia -donde podría haber seguido ganando elecciones hasta su jubilación mecido por una prensa afín y un electorado previsible- para embarrarse en la peligrosa política madrileña?  Si tanto le importa su familia a Pedro Sánchez, ¿por qué no lo manda todo al garete?

 

Afortunadamente, hay  políticos que sí logran alejarse del anillo tras tocar el poder. Son muy pocos, eso sí. Me viene a la cabeza Martiño Noriega, porque hace poco lo vi en el concierto de Albert Pla. Allí estaba con su gorrecha y una cerveza en la mano. Coreando aquello de “un político muerto, un político menos”. O en su caso un ex-alcalde al que buscarle un puesto en un chiringuito menos y un médico para la sanidad pública más. 

 

 

 

En definitiva, a menudo no hay casi nada peor que un político. Quizás un periodista, satisfecho por relatar sus miserias a cambio de un poco de atención. 


 

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