¿Por qué Alvise y Feijóo citan a Orwell, un socialista de armas tomar?

Manuel Vilas López

Ourensano nacido en Vilagarcía (1978). Coordinador de Galiciapress desde 2018. Licenciado en Periodismo por la USC (2000) , Diploma de Estudios Avanzados en Comercio Electrónico por la UDC (2002) y Máster en Publicación Electrónica por la City University London (2004). Ex-miembro de las directivas del Colexio Profesional de Xornalistas de Galicia y del Sindicato de Xornalistas de Galicia.

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George Orwell el más alto al fondo a la izquieda de la imagen con la milicia socialista del P.O.U.M. en una foto de Agustí Centelles


 

Imagina que naces con las piernas atadas, enlazadas por una cuerda. La cuerda está tensa, pero no tanto para impedir cualquier movimiento. Por eso, a pesar que la cuerda amarra tus extremidades, eres capaz de aprender a andar, aunque sea a pasitos pequeños. Así las cosas, lo lógico sería que concluyeses que la cuerda te está ayudando, ciñiendo tus piernas para que permanezcan juntas y no se abran hasta hacer que te desparrames, en un indeseado y ridículo espagat.  Si nunca logras romper la cuerda, jamás descubrirás que no te estaba sosteniendo, te estaba amarrando, limitando tu libertad de acción.

 

Errico Malatesta utilizó esta metáfora para explicar como hemos interiorizado algunos perjuicios. Lo hemos hecho hasta tal punto que no somos capaces de concebir el mundo sin ellos. Otro ejemplo clásico  en la pedaogía libertaria esla esclavitud. 


Si pudiésemos viajar en el tiempo a la época del Imperio Romano y le preguntásemos a los esclavos si preferían ser hombres libres, casi todos nos responderían que sí, pero inmediatamente después nos preguntarían quién va hacer el trabajo si ya no hay esclavos. 


Hoy estamos seguros de que es posible una sociedad productiva sin trabajo esclavo. De hecho, la esclavitud terminó, en buena parte, por ser menos productiva que otras formas de explotación. Sin embargo, en otro tiempo, un mundo sin esclavitud nos hubiera parecido utópico, como utópico nos parece hoy un mundo sin trabajo asalariado.


Estos dos ejemplos nos recuerdan la importancia de la utopía -el no lugar en griego que acuñó Tomás Moro- en el progreso social. De ahí, la importancia de recordar aquellos momentos de la historia en los que nos zafamos de las cuerdas, aunque fuese temporalmente, esos momentos en los que nos acercamos a Utopía. De ahí, también, el deseo de aquellos opuestos al progreso -en su legítimo deseo de conservar el modelo social que les favorece- en que borrar de la historia esos momentos.

 

Perdone el lector tal digresión, que tiene por fin intentar explicar el énfasis de los políticos y poderes conservadores en difundir la obra de George Orwell, pero solo una parte. 

 

¿Se han preguntado porqué Alvise Pérez o  Alberto Nuñez Feijóo se llenan la boca con citas de 1984  o por qué hay varias adaptaciones cinematográficas de esa distopía y de Rebelión en la granja y ninguna de Homenaje a Cataluña (más allá de la adaptación lejana que es la fallida Tierra y Libertad de Ken Loach)?. 

 

Rebelión en la Granja 1984 pueden ser interpretadas, con acierto, como críticas a los sistemas totalitarios, que florecieron en las derechas (fascismo) y en las izquierdas (comunismo) en el tiempo que le tocó vivir al escritor británico. Sin embargo, tales críticas no deben hacernos creer que Orwell defendía las democracias parlamentarias capitalistas en las que vivimos. 

 

Orwell creía en la Utopía. Es más, se vino a un país que no era el suyo y se lío a tiros por ella. Intentó matar a lo que creía fascistas -aunque seguramente no eran más que pobres reclutas- en el frente de Aragón y por poco evitó que  lo mataran una alianza de comunistas y Guardias Civiles en las calles de Barcelona
 

Orwell creía en la Utopía. Es más, vino a un país que no era el suyo y se lío a tiros por ella. Intentó matar a lo que creía fascistas -aunque seguramente no eran más que pobres reclutas- en el frente de Aragón y por poco evitó que  lo mataran una alianza de comunistas y Guardias Civiles en las calles de Barcelona en la primavera 1937, cuando murió la Revolución social española. ¿A qué esa parte de la historia no la conocían?

 

Aquel fue un período lleno de violencia, esperanza y contradicciones  que retratan, entre otros, Hans Magnus Enzensberger en El corto verano de la anarquía y Els Joglars en su documental Buenaventura Durruti, anarquista. (Sí, el coprotagonista es Albert Boadella, más tarde de Ciudadanos y Tabarnia).

 

 


¿Por qué Hollywood nunca hará una adaptación de Homenaje a Cataluña? No será por falta de material cinematográfico para un guión de primer orden  inspirado por la obra de un escritor de impecable pedigrí democrático. En la apasionante narración de Orwell hay heroísmo, acción, traición y amor a raudales. Póngale a Ryan Gosling como aventureo  brigadista y a Emma Stone como abnegada esposa del revolucionario y tendrán un taquillazo asegurado.

 

El problema es que en Homenaje a Cataluña también es la descripción precisa de un tiempo en el que otra forma de concebir el trabajo y las relaciones entre las personas fue posible:


La carne escaseaba y la leche prácticamente había desaparecido; faltaba carbón, azúcar y gasolina, y el pan era casi inexistente. En esos días las colas para conseguir pan alcanzaban a menudo cientos de metros. Sin embargo, por lo que se podía juzgar, hasta ese momento la gente se mantenía contenta y esperanzada. No había desocupación y el costo de la vida seguía siendo extremadamente bajo; casi no se veían personas manifiestamente pobres y ningún mendigo, exceptuando a los gitanos. Por encima de todo, existía fe en la revolución y en el futuro, un sentimiento de haber entrado de pronto en una era de igualdad y libertad. Los seres humanos trataban de comportarse como seres humanos y no como engranajes de la máquina capitalista. En las barberías (los barberos eran en su mayoría anarquistas) había letreros donde se explicaba solemnemente que los barberos ya no eran esclavos. En las calles, carteles llamativos aconsejaban a las prostitutas cambiar de profesión. Para cualquier miembro de la civilización endurecida y burlona de los  pueblos de habla inglesa había algo realmente patético en la literalidad con que estos españoles idealistas tomaban las gastadas frases de la revolución.

 
 

“Las gastadas frases de la revolución”. Con esta frase termina Orwell  su descripción más ensoñadora de la Barcelona del 37.  No es casualidad. Su crónica no es una idealización del anarquismo o del trotskismo que defendía el P.O.U.M., en cuyas milicias combatió. Narra también el rápido desencanto de la población ante el cainismo y la tendencia totalitaria de una parte de la izquierda. ¿Por cierto, les suenan de algo esas caraterísticas  en la izquierda gallega actual?

 

Es decir, Homenaje a Cataluña no es un libro plano, de interpretación unívoca, como no lo es ninguna buena crónica histórica, ni ninguna novela con pretensión de incitar a la reflexión política ni ninguna biorafía  capaz de engendrar un mito como Durruti. Por eso tampoco El Corto Verano de la Anarquía, 1984 Rebelión en la Granja tienen lecturas unívocas.  


En definitiva, desconfíen siempre de todos los autores que intenten convencerle que tal o cual pensador o figura histórica hubiese reaccionado de tal o cual forma concreta ante circunstancias presentes. Los viajes en el tiempo no existen y todo autor tiene una agenda oculta, consciente o no. Incluído, por supuesto, éste.


 

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