Europa mira a Francia con temor

El resultado en la primera vuelta de las elecciones legislativas francesas hizo saltar todas las alarmas democráticas en la Unión Europea cuando la extrema derecha, representada por Rassemblement National, el partido de Marine Lee Pen, aparecía como ganadora por primera vez en su historia. Y ganaba con un resultado (33,5%: 5,5 puntos por encima del resultado alcanzado por el Nuevo Frente Popular que se quedó en un 28%) que hace temer con fundamento por el resultado en la segunda vuelta. Porque la posibilidad de que en Francia llegue a gobernar la extrema derecha es una enorme amenaza no solo para Francia sino para toda la Unión Europea.

Por razones históricas, seguramente que Francia sea el país mas europeísta de la Unión Europea. He ahí que cualquier acontecimiento político o social que tiene lugar en este país adquiera resonancias europeas. He ahí que la posible victoria del Rassemblement National levante una honda preocupación entre los demócratas europeos, pues conduciría a la Unión Europea a una mayor inestabilidad política, tal que pondría en riesgo no solo el propio proyecto europeo, sino también la democracia en la Unión. Una lectura que, todo indica, hicieron los demócratas franceses, he ahí que aparcasen sus diferencias para, apurando los tiempos, presentar una candidatura conjunta, una alianza republicana, cuyo objetivo central es crear un cordón democrático que sirva para frenar el ascenso de la extrema derecha e impedir que llegue a gobernar. Una alianza que, a pesar de eso, está encontrando resistencias a su constitución por parte de los sectores mas derechistas del macronismo que, a pesar de eso, son conscientes de que tendrían que dar explicaciones en caso de no sumarse la esta alianza.

Una realidad que no puede ocultar los sólidos argumentos que explican este ascenso de la extrema derecha en Francia. Un ascenso que no debería sorprender porque el país galo no solo fue en estas últimas décadas uno de los mas firmes aliados de Alemani en su estrategia de imponer el ordoliberalismo en toda la eurozona, sino que, con motivo de la guerra en Ucrania, apareció como uno de los miembros mas belicistas de la Unión Europea con enfoques militaristas que incluso superan a los de la propia OTAN. 
 

En estas últimas décadas los ciudadanos franceses fueron espectadores de cómo las élites políticas (liberales y socialdemócratas) cedían a favor de instancias comunitarias, que escapan al control democrático, parcelas cada vez mayores de su soberanía fiscal, monetaria, comercial y jurídica. Cesiones que acarrearon un grave deterioro económico, social e incluso cultural del país tal que alimentó el descontento de la ciudadanía con los gobernantes de turno y sus partidos, pero también con sectores marginales (mayoría inmigrantes y familias) sobre los que descargaron su ira y malestar (“nos roban los empleos”, “atacan nuestros valores”). Un doble descontento que la extrema derecha francesa, como sucedería en otros países europeos, supo hábilmente aprovechar para, acusando a unos y otros, presentarse cómo alternativa. Un doble descontento al que también colaboraría decisivamente el estruendoso fracaso del macronismo que se había presentado como un dique seguro frente a la extrema derecha.

Una extrema derecha cuyo ascenso pone en evidencia como Francia tampoco escapa la crisis de la mundialización neoliberal. Una Francia que en estas elecciones del próximo domingo no solo se juega su futuro sino también el de Europa. Una Europa que, vistos los resultados de las últimas elecciones parlamentarias, es cada vez menos social pero mas conservadora, racista y militarista.