Uno de los efectos colaterales de la guerra en Gaza es el de poner de nuevo en evidencia que Europa, la Unión Europea, pierde credibilidad como sujeto político internacional a pasos agigantados. Si en la guerra en Ucrania no fue capaz de abrir un diálogo con Rusia, la primera responsable de conflicto, para finalizar siguiendo la senda marcada por la OTAN dirigida al enfrentamiento indirecto entre Imperios ahora en Oriente Medio vuelve a suceder lo mismo: Europa aparece públicamente como un aliado incondicional, pero en una posición muy secundaria, del Imperio estadounidense. Postura oficial que no puede ocultar las discrepancias internas como muestran, por caso, las declaraciones no coincidentes de los diferentes responsables europeos de política exterior.
La imagen que nos remitieron los medios de la señora Ursula Von der Leyen, presidenta de la Comisión Europea, visitando Israel en compañía de la presidente del Parlamento Europeo, la señora Roberta Metsola, para mostrar un apoyo sin fisuras al gobierno del señor Benjamin Netanyahu al tiempo que ignoraban a los dirigentes políticos palestinos, dejó en el escenario internacional la sensación de una Unión Europea muy extremista, quien incluso de ir mas allá de la actual posición de los Estados Unidos, principal aliado de Israel. Una posición que no se corresponde con el sentir de la mayoría de la ciudadanía europea, que hace crecer un divorcio entre los gobernantes y los ciudadanos europeos que ahora va in crescendo consonte crecen las víctimas civiles de los bombardeos.
¡Llueve sobre mojado! La Unión Europea está dando bandazos desde hace ya mas de dos décadas. Unos bandazos que afectan su credibilidad y que hacen dudar sobre que intereses defiende realmente. Hagamos un rápido repaso.
Cuando explotó la crisis bancaria (2008) los dirigentes europeos (Comisión Europea, BCE) liderados por Alamania, tomaron la decisión de aplicar en todo el territorio de la UE, y con mano de hierro, políticas neoliberales que tuvieron como ejes la austeridad fiscal, la rebaja salarial y la ortodoxia monetaria. La justificación fue que la responsablidad de la crisis, contra todas las evidencias, era de los ciudadanos europeos, muy especialmente de los vagos del Sur (Portugal, España, Italia, Grecia), por que "habíamos vivido por encima de nuestras posibilidades”. Con esta decisión las autoridades europeas desviaban el foco de las responsabilidades: una crisis fruto de las malas practicas de los grandes bancos pasaba a ser una crisis derivada de un gasto (público y privado) excesivo. El resultado ya lo conocemos: lo que era una crisis bancaria se convertiría en una grande recesión, en una autentica depresión con un desempleo disparado, una fuerte caída del bienestar y un explotar de las deudas (públicas y personales). Para madres injuria los ciudadanos europeos tuvimos que contemplar cómo mientras para las mayorías sociales si deterioraban las condiciones de vida los auténticos causantes de la crisis, los grandes bancos, recibían zumosas ayudas públicas que engordaban los bolsos de sus dirigentes y grandes accionistas. En el intermedio también asistimos a ver cómo, en una muestra de infinito cinismo, la proclamada solidaridad europea quedaba gravemente tocada cuando las autoridades comunitarias, lideradas por Alamaña, castigaban a Grecia poniéndola de rodillas simplemente por querer cambiar el rumbo que la había llevado a una enorme crisis.
Un nuevo bandazo, una nueva falta de previsión tendría lugar con la pandemia de la COVID-19. A pesar de los continuos avisos de los científicos sobre a eminencia de una grande pandemia las autoridades europeas no tomaron las medidas preventivas aconsejadas por aquellos y so cuando la tuvimos arriba se vieron forzados a actuar pero lo harían tarde, mal y arrastro. Las consecuencias son conocidas: duras cuarentenas, parálisis de la producción y la comercialización con claros e importantes enfrentamientos entre los estados miembros de la UE que dejaron en evidencia tanto la falta de solidaridad entre ellos como la incompetencia de las autoridades europeas para adoptar soluciones comunes lo que llevó finalmente la que cada estado de la UE había tomado sus propias decisiones. Marco que también propició un elevado número de víctimas: 25 millones de afectados y 600.000 fallecidos según datos de la propia Comisión Europea. Víctimas que no pudieron ocultar el enorme negocio que las grandes farmacéuticas hicieron con las vacunas.
No habíamos dejado atrás la pandemia cuando Rusia invade Ucrania y estalla una guerra entre ambos países. Una guerra que la Unión Europea no fue capaz de evitar, a pesar de que se venía anunciando desde muchos años antes y en la que lejos de procurar un acuerdo entre las partes que evitaría la prolongación del conflicto, había traído la deseada paz y que había alejado el peligro de un choque nuclear que sería definitivo, las autoridades europeas, yendo una vez mas la rebulo de los intereses de la OTAN (que es incluso que decir los Estados Unidos), apuestan por la solución militar teniendo a Rusia, que también es Europa, como enemiga. Las consecuencias ya las conocemos: al día de hoy, cuando llevamos mas de 20 meses de guerra, son mas de 500.000 los soldados rusos y ucranianos muertos o heridos (las cifras no coinciden según la fuente), de 8 millones los/las ucranianos que han abandonado su padres y sin que se vea por ningures una rápida solución.
Y ahora el genocidio de Gaza. Son brechas que se van abriendo en la credibilidad política y democrática de la Unión Europea, que hacen crecer su desprestigio entre la ciudadanía y que alimentan el auge de las fuerzas totalitarias y de extrema derecha que, despacio despacio, van ganando fuerza en toda Europa llegando a formar parte del gobierno (incluso a presidirlo) en un número creciente de estados.
Escribe tu comentario