Los intereses imperialistas de Trump en Groenlandia chocan con la pesca gallega que busca fletán en sus aguas

El futuro de Groenlandia y sus 2.175.600 helados km² se decide este martes en unas elecciones generales que, por primera vez en la historia de esta gigantesca isla, tiene a medio mundo pendiente de lo que sucede en este territorio ártico. Hasta hace no tanto, este terreno prácticamente yermo no despertaba más interés que a los daneses, ya que la groenlandesa es otra nación dentro del Reino de Dinamarca, y a los pescadores y científicos que acuden a sus costas. Sin embargo, de un tiempo a esta parte es una de las palabras que más repite Donald Trump en sus discursos. Las intenciones imperialistas del presidente estadounidense pasan por Groenlandia, que pretende anexionar a Estados Unidos de una forma que hoy todavía resulta insospechada, pero sobre la que su administración ya ha dibujado un plan. Un plan que colisiona de manera frontal con los intereses de la Unión Europa y, particularmente, con los de Galicia, que pesca en las profundidades del círculo polar ártico. 

EL PESO DE LA PESCA

La investigadora gallega Adriana Nogueira-Gassent sabe bien lo que se cuece en esas aguas. La carrera de esta científica la llevó a vivir unos años en Groenlandia tras realizar la tesis en el Centro Oceanográfico de Vigo. Hoy en el Instituto Español de Oceanografía (IEO), Nogueira-Gassent recuerda que durante su estancia en Estados Unidos surgió la oportunidad de seguir su trayectoria en Groenlandia, donde permaneció durante siete años como investigadora en el Departamento de Pesca y Marisqueo del Instituto de Recursos Naturales como como responsable de la evaluación del stock del fletán del oeste de Groenlandia. 

Sus estudios le permitieron analizar asuntos como la sobrepesca, que tanto preocupa en la isla por el temor a que otras naciones esquilmen sus caladeros, pero Nogueira-Gassent pudo comprobar en ese tiempo que, en el caso del fletán en el oeste de Groenlandia y noreste de Canadá, “hablamos de un stock en bastante buen estado”, por lo que por ahora no existe el riesgo que puede haber en otros puntos del planeta.

A pesar de no hablar danés, la investigadora gallega formó parte de esta población de algo más de 55.000 personas, siendo Nuuk la capital con algo más de 18.000 habitantes. Nogueira-Gassent destaca la “inmensidad” de ese territorio donde, sin embargo, muchos desplazamientos tenía que hacerlos en barco, ya que todavía hoy hay lugares en los que no hay infraestructuras como carreteras para conectar algunas ciudades, lo que dificulta el trabajo de muchos investigadores que, como ella, acuden a ese lugar para los muestreos de cara a completar sus estudios de biología o sobre el impacto del cambio climático, por ejemplo.

La principal actividad económica en esta isla habitada desde hace miles de años es la pesca, ya que la explotación de otros recursos es muy costosa por la naturaleza salvaje de este gigante del mar del norte. Allí disponen de un gobierno autónomo y su independencia dependería del propio pueblo groenlandés, sobre el que recaería esta iniciativa. Sin embargo, como puntualiza la investigadora, solo con el peso de la pesca y otras actividades menores, como el turismo, no podría mantenerse Groenlandia, muy dependiente de la financiación del Reino de Dinamarca, al que pertenecen.

“No pueden ser autosuficientes solo con el recuerdo de la pesca. Dependen en gran medida del subsidio danés, que es bastante grande”, entiende Nogueira-Gassent, al tiempo que razona que los intereses de otras potencias en este territorio están más motivados por los recursos minerales que alberga la isla, “pero sería algo a muy muy largo plazo, pues hoy no se explotan y no es algo que pueda ser inmediato, pues requieren de estudios medioambientales que llevan su tiempo”. 

¿CUÁNTO PESCA ESPAÑA EN GROENLANDIA?

Pese a los intentos de este diario por conocer el número de barcos gallegos que faenan actualmente en estas aguas, desde el Ministerio de Pesca no han respondido a los requerimientos de Galiciapress sobre los barcos y armadores de la comunidad que tienen intereses en este territorio. En cualquier caso, no se trata de un asunto menor, teniendo en cuenta que la flota gallega es una de las más importantes de toda España y que representa prácticamente la mitad de los buques a nivel nacional (según los datos de 2021, unos 4.276 son gallegos del total de 8.732). 

Gran parte de esta flota opera en aguas internacionales o comunitarias, incluidos caladeros del Atlántico Norte, como los de Groenlandia, donde operan muchos arrastraderos. Un conflicto en estas zonas podría provocar una crisis en todo el sector pesquero, como ocurrió en su día con Argentina con respecto a las dudas que ofrecía el Gobierno de Milei en torno a las cuotas de captura de merluza y la amenaza de más impuestos. 

Sin saber con precisión la cantidad de barcos españoles que hay en Groenlandia, sí hay constancia de una buena relación comercial a la vista de los buques construidos para armadores groenlandeses, entre ellos seis grandes pesqueros congeladores armados entre 2016 y 2021, valorados en 300 millones de euros. Por otra banda, no hay que olvidar que algunos buques de capital gallego operan bajo banderas de conveniencia o filiales extranjeras en caladeros internacionales.

En este sentido, la tradición de la flota gallega en la pesca de altura guarda mucho interés con productos como el fletán negro, gamba nórdica, bacalao o gallineta, especies que precisó la propia UE con Groenlandia en su acuerdo alcanzado en 2021 y ratificado de nuevo el pasado otoño en un nuevo acuerdo de asociación de pesca sostenible. Se trata de especies de alto valor comercial, muy cotizadas en el mercado europeo y, especialmente, en las lonjas españolas, por lo que, ante la inestabilidad de otros caladeros y las restricciones que viene aplicando la Unión en sus aguas, el de Groenlandia ofrece una gran oportunidad para la pesca gallega aunque no alcance los niveles de importancia de Gran Sol o Malvinas, por ejemplo. 

ENTRE EL INDEPENDENTISMO Y TRUMP

Con este panorama, la Unión Europea sigue con mucha atención el proceso electoral de este martes. Las voces independentistas han crecido en Groenlandia en los últimos años y son cada vez más los que piden ser constituidos como un Estado propio. Las presumibles reservas de gas y petróleo alientan a muchos a pensar que la independencia de la isla traerá bonanza al lugar, pero su extracción, como advertía Nogueira-Gassent, resultaría tremendamente costosa y no sería ni mucho menos inmediata.

Es por eso que Trump tiene a la isla bajo su lupa. Ya no solo las materias primas que se ocultan allí, sino también otros recursos como el agua dulce elevan el atractivo de este territorio, además de por su indudable posición estratégica. Groenlandia es un puente entre Estados Unidos y Europa, pero también es un territorio muy cercano a Canadá y, en línea recta hacia el norte, un canal a Rusia. Establecer bases militares en la isla, como pretende Trump, es una amenaza directa para Putin, algo que el mandatario ruso quiere evitar a toda costa, pues reforzaría las posiciones geopolíticas yanquis.

Queda por descifrar cuál será el próximo movimiento de Trump, que insistió recientemente en que su proyecto político pasa por allí, prometiendo “billones de dólares” a los groenlandeses apoyando el derecho de esta nación a “decidir su propio futuro” y les abre la puerta a ser el estado 51. Los datos, en cambio, no juegan a favor del magnate: solo el 6% de los isleños encuestados ve positivo formar parte de Estados Unidos; el 85% lo rechaza de pleno según los últimos sondeos, que dan más peso en las encuestas a los grupos independentistas, que son cinco de los seis en liza, aunque cada uno con su propia hoja de ruta.

“De un modo u otro”, insistió Trump, el futuro de Groenlandia está ligado al de Estados Unidos. Sus aspiraciones imperialistas despertaron el malestar de Dinamarca, que tiene mucho que decir en el futuro de este territorio cuya estabilidad económica depende de las aportaciones de Copenhague -prácticamente la mitad de su presupuesto llega del Viejo Continente, mientras que el 55% de las importaciones llega desde Dinamarca- y por el que la independencia pasa, inevitablemente, porque así lo apruebe el parlamento danés. 

La injerencia del líder del Partido Republicano podría llegar de manera directa o más sibilina, favoreciendo la llegada al poder de un gobierno cercano a sus propósitos, tal y como operó históricamente Estados Unidos con muchos ejemplos a lo largo del siglo pasado. De cumplirse los deseos colonizadores de Trump, los tratados de pesca quedarían anulados y el tráfico por esa zona quedaría bajo el control de los norteamericanos, algo que pondría en jaque a la pesca de altura gallega, que hoy sigue con entusiasmo todo lo que suceda a los 0ºC que marcan los termómetros de Nuuk.