La salud debería ser una de las prioridades de los gobernantes y la ciudadanía. Solo cuando no se tiene, se valora. Sin ella, nada es posible ni tienen valor. La salud es libertad; la enfermedad es la prisión que te aleja de todo lo demás. El dinero no puede comprar la salud, ni el trabajo, el poder, la vanidad o la soberbia. Cuando la enfermedad entra en una casa, todo lo demás sale por la ventana.
Por eso, hoy, no hablaré de política, gobernantes, gestores y otros temas. Quiero hablar de salud, enfermedad y la lucha de las personas contra ella que, en muchos casos -demasiados- suele ser sinónimo de muerte. El cáncer, que trae sufrimiento a las personas afectadas, sus familias y cambia la vida de todos como nadie podría imaginar.
Los enfermos solo tienen un objetivo en esa situación: luchar contra ese "cangrejo" silencioso que día a día pretende arrebatar la vida caminando hacia delante con la fuerza que le proporcionan sus patas, que se agarran con fuerza y sin piedad a alguna parte del cuerpo. Es una disputa desigual, con la incertidumbre del resultado final.
Es cierto que la medicina, la investigación y los profesionales han avanzado mucho, ahí están las estadísticas de supervivencia de los enfermos de cáncer, pero aun queda un largo camino por recorrer, con mucho sufrimiento y demasiadas vidas truncadas. Esta enfermedad es tan cruel que no respeta a los niños, los ricos y los poderosos o los trabajadores. Toda la sociedad, sin distinción, entra en sus planes destructivos sin remordimientos.
Las personas que han sido capaces de escapar de las garras del "cangrejo", con la ayuda de los profesionales y la medicina, son diferentes, con una visión muy clara de sus prioridades en la vida. Se dan cuenta que las cosas materiales no sirven de nada si te vas a ese lugar desconocido, con la única compañía de una señora de negro que no inspira la más mínima confianza, sin equipaje, sin todas esas cosas superfluas a las que has dedicado tantas horas de tu vida y sin disfrutar de lo realmente importante: la familia, los amigos y la solidaridad con aquellas personas que lo necesitan.
Cuando a diario llegan noticias de personas conocidas, famosas o no, que han sido elegidas por la enfermedad, la memoria les devuelve a los "ganadores" las duras imágenes, recuerdos, sinsabores, angustia vivida y un sobresalto, pensando que la pesadilla vivida puede volver. El coste que han tenido que pagar para superar el cáncer es tan grande que cuesta tiempo superarlo. O no se supera nunca.
Quiero con estas simples líneas tener un recuerdo de cariño hacia las personas que no han podido ganar la batalla y a los que están luchando con todas sus fuerzas por salir adelante. No quiero olvidarme de todos los profesionales que siguen luchando a diario por salvar estas vidas. Es un trabajo que no se puede pagar con dinero, solo con gratitud, cariño y reconocimiento.
"No cambien la salud por riqueza, ni la libertad por el poder", decía Benjamín Franklin.
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