La moral política

José Luis Fernández Carnicero



Nacido en Ourense en 1967. Estudou Maxisterio por Ciencias,especialista en Música. Licenciado en Ciencias Matemáticas especialidade de Estadística e Investigación Operativa na UNED.Postgrado de Experto Universitario en Modelización de Riscos en Entidades Financieiras.


Escrebo en varios diarios de Galiza, nalgúns co pseudónimo de José Luis Fernández Carnicero.

Mestre de Educación Musical no C.E.I.P. Calvo Sotelo (Carballiño).

Membro da Sociedade cultural: O Liceo de Ourense.

Membro do Consello Escolar de Galiza e do Consello Escolar Municipal de Ourense.


En algún momento hemos escuchado lo que es bueno y lo que es malo. Pero los mismos hechos que en un país son buenos, resultan muy malos en otros. Las costumbres de cada colectivo no cambian en poco tiempo, y junto con ellas, podemos hablar de las tradiciones de siempre. Estamos hablando de la moral de un colectivo o la de un grupo de personas. Por lo visto, en la Comunidad Autónoma de Madrid, están intentando modificar las reglas del juego democrático (con la meta de extenderlo al resto de las comunidades), y tanto los grupos de derechas como los de izquierdas avisan de que las políticas de sus oponentes son moralmente ruines. Se supone que todos los partidos políticos que se presentaron a las elecciones no son malos en sí mismos. Si hubiera alguno, habría que retirarlo del escenario político, o ilegalizalo por el fomento del odio, terrorismo o cualquier otra forma totalitaria. Esto, que yo sepa, no ocurre en España. Lo que pasa es que cuando las agrupaciones políticas locales no funcionan por problemas de luchas internas, se dedican a echarle la culpa a la oposición. O a los electores, que aún es mucho peor. Pocos pueden entender los análisis internos de aquellos que dicen tener hecho una excelente campaña, con un fabuloso candidato después de perder 26 escaños y 500.000 votos. La ciudadanía puede estar más o menos preparada para votar, pero al no ver alternativas, propuestas, ideas y savia nueva que trae ilusión, seguirá rezando en silencio el rezo de los resignados: “mejor el mal conocido que lo bueno por conocer”.


Los que dimiten de sus cargos (y pocos dejan su cargo en este país), son tratados con manía y despedidos entre maledicencias y coprolalias. ¿Y en ninguno de los casos hay delito?


Pasadas las elecciones en la Comunidad de Madrid comienzan los insultos. Los que quedan en el poder tienen insultos de los que perdieron. Por otra parte, los que dimiten de sus cargos (y pocos dejan su cargo en este país), son tratados con manía y despedidos entre maledicencias y coprolalias. ¿Y en ninguno de los casos hay delito? 


El exsecretario general de Podemos, Pablo Iglesias, lee un libro tras cortarse el pelo y dejar atrás su icónica coleta.




Ahora habrá que esperar a que los que gobiernan Madrid, gobiernen. Porque tal y como está la situación, tener el poder no es hacer cosas por el bien de los ciudadanos, sino hacer lo que nos dejen hacer las leyes europeas que muchos desconocen y con las que pocos se identifican. Llama más la atención el dinero que viene de allá. Las resoluciones, decretos y normas del Parlamento Europeo, o de la Comisión Europea quedan tan lejos de nuestra realidad que hasta nuestros políticos piensan que pueden hacer algo por ellos mismos. ¡Que se lo digan al coletas!


Finalmente, la extrapolación que se hace en clave estatal es errónea desde cualquier punto de vista. Habrá que esperar a lo que ocurra en Cataluña y después, esperar a que los partidos divididos se junten. Porque si hay algo nuevo en el escenario político y que los que siempre estaban unidos, ya no están. Y los que intentaban juntarse sin conseguirlo, parece que gobiernan juntos.   


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