Rodrigo Brión Insua (A Pobra do Caramiñal, 1995). Grado de Periodismo en la Universidad de Valladolid (2013-17). Redactor en Galiciapress desde 2018. Autor de 'Nada Ocurrió Salvo Algunas Cosas' (Bohodón Ediciones, 2020).
En Twitter: @Roisinho21
Para desconsuelo de mi santa madre, que más buena no puede ser la pobre, soy un loco coleccionista de camisetas de fútbol. No voy a entrar en cifras. Solo diré, para que se hagan una idea, que si me lo propongo, podría estar todo el verano vistiendo camisetas de fútbol sin repetir modelito ni un solo día. Hasta ese punto llega mi fanatismo. El lado bueno es que mi familia y amigos ya saben qué regalarme por mi cumpleaños. El otro punto positivo es que, a diferencia del resto de prendas de vestir, las camisetas de equipos deportivos nunca pasan de moda. Es más, incluso se revalorizan. Y si nuestro articulista, policía nacional y amigo Roberto González está leyendo estas líneas debe saber que todas y cada una de ellas han sido adquiridas de forma totalmente legal y por medios oficiales…y si por el contrario nuestro compañero del SUP no lo lee, hagamos el esfuerzo de obviar la existencia de webs que venden estas camisetas por un precio accesible para el humano medio.
Supongo que la cosa empezó en 6º de Primaria cuando mi padre me regaló una camiseta de la selección mexicana del Mundial 2006. No solo la conservo, sino que inexplicablemente todavía me vale y hasta diría que cada día me queda mejor. Muchas han sido regalos, otras heredadas, como la del Compos o la de Italia del Mundial 2002, pero todas tienen su historia y significado.
La cosa es que entre mis tesoros tengo algunas camisetas que guardo con mimo. Una de la selección Colombia firmada por Radamel Falcao, una segunda equipación preciosa del Tenerife con el autógrafo de Nino, una camiseta del Corinthians de Sócrates…Y entre ellas, una de la selección de Estados Unidos, por la que alguna vez me han preguntado por el extraño nombre que luce en el dorsal, donde encima del número 1 pone ‘SOLO’.
Cuando explico que la camiseta es de Hope Solo, exportera de la selección estadounidense de fútbol y una de las mejores guardametas de la historia del fútbol femenino (sino la mejor, siempre que obviemos a nuestra pionera Irene González), las miradas son de extrañeza y suelen ir acompañadas del mismo comentario: “Entonces es una camiseta de chica, ¿no?”. Fútbol es fútbol y gol es gol, como bien explicó en su día Boskov. Da igual si se juega rapado o con coleta. La admiración por un deportista o una deportista va más allá de su sexo. Lo extraño es que nos parezca extraño que un hombre no pueda admirar a una futbolista al mismo nivel que admiramos a Messi, Cristiano y compañía.
Yo ya he dejado de defender el fútbol femenino en ese aspecto. No porque no merezca defensa, sino porque no necesita de más paladines como yo; ellas se defienden solas a base de dribles, paradas y golazos. Lo están demostrando en este Mundial de Francia, donde nuestra selección se acaba de clasificar para la siguiente ronda por primera vez en su historia. El fútbol femenino ha empezado a superar ese debate y, aunque quedan muchos pasos por dar, como lograr más difusión y representación en los medios o un mejor trato en cuanto a patrocinadores, la sociedad empieza a no hacer distinciones entre damas y caballeros en un campo de fútbol.
Y lo más importante es que los más pequeños tampoco. Estas navidades muchos niños y niñas se acercaron al Miniestadi a pedir los autógrafos de las jugadoras del Barça Femenino. El Barça, esa empresa a la que se le puede reprochar muchas cosas, pero que es ejemplo y modelo a imitar en su apuesta por el fútbol femenino. O la historia viral del niño que pidió como regalo de Reyes la camiseta de su Betis, con el nombre de su ídolo, Irene Guerrero, estampado a la espalda. Los records de espectadores en las gradas que hemos vivido esta temporada también son una buena muestra de ello, así como la apuesta - ¡POR FIN! - del Real Madrid por el fútbol femenino, después de que el club blanco anunciase la proximidad de un acuerdo para la absorción del CD Tacón.
Ahora las pupilas de Jorge Vilda esperan a Estados Unidos en la siguiente ronda. Este lunes la camiseta de Hope Solo estará bien guardada en el armario, porque tendré enfundada la de la selección española. Una camiseta que me regalaron (sorpresa) y que no está serigrafiada, pero que de habérmela comprado yo no tengan duda de que luciría el 9 de Vero Boquete. Es posible que a la de Solo la acompañen pronto la camiseta de la selección de Noruega con el 14 de la admirable Hegerberg. Tampoco tengo ninguna de la selección alemana y Marozsán llama a mi puerta. Por cierto, mi cumpleaños cae todos los años el 21 de enero. Yo lo dejo caer…
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