Ha sido realmente impresionante ver a tanta gente importante llenando el salón noble del Palacio de Congresos de Catalunya para mostrar su apoyo y empuje definitivo en al proyecto inconcluso del Corredor Mediterráneo. Nunca nadie había conseguido semejante hazaña, y valencianos, catalanes, murcianos y andaluces por fin lo han logrado.
El Ministro de Fomento se le veía tan abrumado por verse rodeado de tanto poder económico y empresarial que ha decidido cargarse la España radial y entregar el poder del trasporte de mercancías a ese otro país periférico, que necesita salirse del yugo madrileño para seguir progresando.
Lo que hemos visto ya supera el interés de los convocantes, puesto que otras autonomías como Galicia, Asturias y la vecina nación portuguesa ya se han asomado a los medios y discuten encarnizadamente las rutas que han de seguir por vías de ancho internacional sus propios corredores que han de llevar sus exportaciones a Europa sin tener que pasar por Madrid.
Solo un alabardero de la claque de Puigdemont faltó a esta cita con la historia: Joaquim «Quim» Torra Pla, President de la Generalitat quien, seguramente, la noche anterior, se durmió, una vez más, leyendo las hazañas de los hermanos Badía y quiso desaparecer dejando plantados a los suyos y los que vinieron de fuera.
Ha sido una pena, como bien dijo el President de la Comunidad Valencia Ximo Puig, que sí supo estar al lado de sus colegas presidentes y empresarios. Que todos los territorios del Estado español sean prósperos y competitivos no le interesa, ni a centralistas ni a independentistas, porque desengancha el poder real del pasado para entregárselo a quienes sí que saben lo que hay que hacer con un Estado federal y una sociedad que aprovecha su diversidad para crear una identidad nueva y solidaria.
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