Mujeres silenciadas por un sistema dominado por un público que ovaciona a los delincuentes, entierra a las víctimas y olvida pronto, porque la semana que viene hay partido, y necesitamos a los muchachos con la mente despejada. La grada es el mejor juez, pero la condena del hinchada llega por un mal pase, por una pérdida de balón o por un gol en propia, no por lo que sucede en la intimidad del hogar.