Laporta y Deco están atentos a los movimientos del Liverpool, que quiere contratar a una promesa gallega de La Masía.
Vaciar los estadios, apagar los televisores y dar la espalda al fútbol moderno, el último grito de libertad al que podemos agarrarnos estos corsarios mal llamadas hinchas.
El parón de selecciones lo condenó al ostracismo de la mesilla de noche y la tele ha permanecido apagada desde entonces, con un piloto rojo encendido que aguarda la señal que marcan los futbolistas internacionales cuando regresan a sus respectivos equipos y el balón eche a rodar de nuevo en los principales estadios del mundo, y no en un campito de nombre impronunciable perdido en el medio de Tiblisi -ciudad que, para la redacción de este artículo, he aprendido que en castellano se escribe Tiflis, y no Tiblisi ni Tblisi, como se dice en georgiano-. En esta santa casa no se ven los partidos de selecciones.