Vaciar los estadios, apagar los televisores y dar la espalda al fútbol moderno, el último grito de libertad al que podemos agarrarnos estos corsarios mal llamadas hinchas.
La realidad es que a Ansu Fati no le pertenece el 10 y todo lo que ello implica. No le pertenece la responsabilidad de reconstruir ladrillo a ladrillo un monumento al que sus gestores dejaron en ruinas