Personal de las residencias públicas: "La Xunta no ha aprendido nada. Si hay otra pandemia nos va a pillar peor que antes"
Los trabajadores sociosanitarios han celebrado manifestaciones esta semanas en Santiago y Vigo contra la Xunta de Galicia.
Galiciapress charla con una de las enfermeras que pertenece a este colectivo de trabajadores sociosanitarios que, sin pertenecer a sindicatos o plataformas, se han vertebrado con el boca a boca para denunciar publicamente la precariedad del sector.
Con unas listas de contratación bajo mínimos, con el personal agotado y quemado por la pandemia y el sobreesfuerzo que vienen realizando desde hace más de una década, sin derecho a descansos y sin pluses por trabajar domingos y festivos... Los males de estos profesionales, esenciales durante la crisis sanitaria y ahora olvidados de nuevo por la administración y la sociedad, son muchos.
"Con una enfermera para 160 usuarios a veces tienes que escoger entre dos urgencias, y tienes que acertar con tu decisión", denuncian. Sin respuesta de la Xunta, la posibilidad de una huelga gana enteros.
La voz de Mila Alonso ya denota que está muy fatigada. Solo ella sabe cuántas personas ha atendido en su último turno, a cuántas urgencias ha tenido que dar respuesta, cuántos kilómetros ha recorrido por los pasillos a toda prisa. Ella es uno de los cerca de 3.000 trabajadores sociosanitarios que componen las plantillas de las residencias de mayores, de menores o de personas dependientes que están bajo gestión directa de la Xunta de Galicia. Personas que en 2020 y los años siguientes estuvieron al pie del cañón durante la crisis sanitaria y ahora, después de que haya pasado lo peor, se ven olvidados por una administración pública que no los tiene en la consideración que merecen. Pero eso se acabó.
Del boca a boca y a través de las redes, los trabajadores sociosanitarios se coordinaron para convocar las protestas que esta semana desnudaron las vergüenzas del Gobierno de Galicia. Un movimiento que que no está estructurado por sindicatos ni plataformas que movilizan a los trabajadores, sino que son los propios profesionales los que se han articulado para realizar estos paros conjuntos, hartos de ser los ignorados de la administración gallega y agotados después de ver cómo durante más de una década recortan sus derechos, pese a haber sido fundamentales durante la pandemia.
ENFERMERAS, LIMPIADORAS, COCINERAS…TODAS JUNTAS
Entre esos profesionales está Mila, una de las enfermeras que componen este grupo de trabajadores sociosanitarios que se ha puesto en pie de guerra contra el abandono de la Xunta. Fueron las enfermeras las primeras en levantar la voz, pero pronto vieron que sus problemas “eran los del resto del personal”.
Estos centros, dependientes de la Consellería de Política, cuentan con gremios tan variopintos como los profesionales de enfermería, pero también personal de limpieza o de cocina. “Aquí estamos todos unidos por lo mismo. La mayoría de las reivindicaciones son comunes”, reitera Mila. En este sentido, celebra que esta unidad se haya plasmado no solo en las protestas celebradas el miércoles en Vigo y Santiago, sino en otros centros a lo largo de la comunidad, donde sus compañeros hicieron paros a las 10 horas como protesta por la situación que están viviendo.
Las demandas del colectivo van dirigidas tanto a la Consellería de Política Social como a la Dirección Xeral de Función Pública, encargada de aprobar las demandas de los trabajadores sociosanitarios. No obstante, por ahora nadie ha contactado con ellos, más allá de algunos sindicatos presentes en las mesas de negociación -“Los mismos que fueron en su día firmantes del acuerdo de concertación, que es el que nos dejó sin nada”, reprende Mila- que trasladan algunas demandas, pese a que no todas son “acordes a lo que demandamos los trabajadores, sino que muchas son obsoletas y no resuelven nada”.
DOMINGOS Y FESTIVOS, PERO MISMA RETRIBUCIÓN
Los miles de empleados afectados no reivindican mejoras salariales, sino adecuar su remuneración al trabajo que realizan en los domingos o días festivos. “Cobramos lo mismo un martes cualquiera que en Nochebuena. Es con todos los festivos”, critican. “No tenemos ni descanso laboral por no poder conciliar, y ya dijeron que los descansos adicionales no nos los iban a dar. Solo pedimos que se nos retribuya igual que se retribuye a otros trabajadores públicos cuando trabajan en días festivos”.
“Si a una enfermera del SERGAS le pagan más por trabajar en Año Nuevo, ¿por qué a nosotros no?”, cuestiona, lamentando a su vez que el mensaje que les lanzan es que son “profesionales de segunda; no nos tienen respeto”.
“ESTAMOS PEOR QUE ANTES DE LA COVID”
Otro de los puntos que suscita más polémica es la dimensión de las plantillas, especialmente corta entre los profesionales de enfermería. Refieren que en algunos centros el ratio es de 160 pacientes para una sola enfermera. Es el caso del Complexo Residencial de Atención a Persoas Dependentes de Vigo, donde se dobla el ratio de usuarios que deberían atender por enfermera.
“En mi centro, en los turnos de tarde, cuando hay una carga de trabajo muy grande por todos los cuidados que hay que aplicar a todas estas personas dependientes, hay una sola enfermera para 160 usuarios. Nos vemos obligados a atender a la vez una o dos urgencias y no podemos partirnos. Hay que escoger y priorizar a quien atiendes primero, y no es tan fácil. La decisión que tomes en ese momento tiene que ser acertada, por ti y sobre todo por ellos”, relata Mila, que recalca que estos escenarios son mucho más habituales de lo que imaginamos.
“No da la vida para atenderlos a todos. Quedan todos atendidos pero de una forma precaria. La calidad asistencial se resiente. No puede una sola enfermera administrar tantísima medicación con cuidado, mimo y calma. Tienes que hacer las cosas corriendo para administrar todo en tiempo, y a veces ni así, dejas cosas para cuando ya están acostados, y siempre que no surja ninguna urgencia”, añade.
En este escenario, el efecto inmediato es que los trabajadores entran siempre a su horario pero la hora de salida siempre es difusa, ya que dedican muchas horas extra para poder dejar todo a punto. Muchas familias de los residentes son conscientes de esta situación y en su mayoría “nos apoyan y responden muy bien a nuestras demandas porque lo ven en nuestro día a día; a otras les falta información, no están bien informados porque no tenemos el tiempo para darles una buena atención a las familias”. Los cargos por encima de estos trabajadores tampoco les dedican la atención que merecen ni les ponen al día de la realidad de los centros.
Lo lógico sería pensar que, en 2023, y tras una pandemia mundial que puso a las residencias en el ojo del huracán durante la primera ola de la Covid-19, con miles de muertos en los geriátricos y centros de personas dependientes, las administraciones públicas reforzarían estos servicios y los dotarían de todos los medios posibles para tener una mejor respuesta que la que pudieron dar en su día.
Es cierto que en los centros de gestión pública la situación no fue tan catastrófica como en las residencias privadas, pero muchas heridas todavía siguen abiertas. “Estamos mucho peor que antes de la Covid. No han aprendido nada. Antes ya no estábamos bien y llevamos acarreando esto desde 2012. Tenemos la sensación de que en aquel momento recibimos mucho apoyo de la sociedad por nuestro trabajo, pero nos han olvidado, nadie se acuerda”, explica con amargura, a la vez que manda una dramática advertencia: “Si algo así vuelve a pasar nos va a pillar de nuevo sin personal, ni formación, ni preparación, ni material, ni recursos…van a estar peor que antes, porque nosotros también estamos mucho más quemados. Nos utilizaron cuando hacíamos falta en un momento complicado y respondimos por responsabilidad. Pero no sirvió para nada. Nadie nos lo tiene en cuenta”.
De hecho, las carencias no se notan solo en lo que a recursos humanos se refiere, sino que el material escasea y muchos aparatos de diagnóstico o están rotos o no se ajustan a las necesidades ni a las tallas de los usuarios. “Aparatos para medir la tensión que no dan resultados precisos, carros que ni andan ni tiene las medidas adecuadas, el aparato de electrocardiogramas no funcionan, tuvimos que suplicar por aparatos para aspirar en caso de atragantamiento que fuesen más potentes porque los anteriores eran un peligro…”, enumera Mila.
“NO HAY PERSONAL EN LAS LISTAS Y NOS NIEGAN LAS VACACIONES”
“Nos faltan hasta paracetamoles. Son cosas tan básicas que sorprenden que se pasen por alto. No estamos para estar contando pastillas, pero nuestros gestores no son sanitarios, y no tienen ni idea del tipo de trabajo que realizamos”, reprocha con amargura. Para más inri, las listas de personal sociosanitario, denuncian, se ven recortadas por las “sanciones” que aplican desde la Xunta.
“Nos metieron a todos en el mismo saco y tratan igual a un trabajador sustituto que trabaja de administrativo en un edificio público que a uno que trabaja un domingo por la noche. La precariedad es tal que muchas veces estos trabajadores tienen que elegir entre una administración u otra. A veces, aún estando de baja, si los llaman para trabajar y no aceptan el contrato, lo que hacen es eliminarlos de las listas. Si ya hay pocos, y encima aplican estas penalizaciones tan estrictas, nos quedamos a mínimos. Estamos a las puertas del verano y no hay recambios. Niegan los periodos vacacionales porque falta gente en las listas”, razonan desde el sector, donde la estabilidad brilla por su ausencia, lo que empuja a muchos profesionales a buscarla en otras áreas o lejos de Galicia.
Así las cosas, y vista la repercusión que está teniendo su lucha, desde el colectivo barajan varias opciones para aumentar la presión sobre el Ejecutivo de Alfonso Rueda. “No tenemos una respuesta ni de la Xunta ni de los representantes. Mientras no tengamos una respuesta que mejore nuestra situación seguiremos con movilizaciones, con concentraciones y manifestaciones y, si hay que llegar a la huelga, llegaremos a donde haga falta”, anuncia Mila, si bien apostilla que toda decisión será “siempre priorizando la atención a nuestros usuarios”. “A veces lo que se negocian son miserias. Con miserias no vamos a pasar otros 15 años más”, zanjan los sociosanitarios, que no van a seguir tragando
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