Decía Gregorio Marañón que “el número puede crear la autoridad, pero no la competencia”. Esta afirmación se puede aplicada a los partidos que gobiernan, esos que, habiendo ganado las elecciones por mayoría absoluta, se creen con la potestad de hacer y deshacer como si el resto de formaciones no contaran para nada. Las mayorías son buenas si, como en todo,si se saben administrar “democráticamente” y con la inteligencia de contar primero con el partido mayoritario de la oposición, sin olvidar al resto, minoritarios que han sido votados. Las mayorías políticas no son cheques en blanco, son votos cedidos, no cautivos.
Para Maquiavelo “las minorías no tienen sitio cuando la mayoría tiene donde apoyarse". El problema viene cuando no hay mayorías, hace ya algunas legislaturas que no se producen y los que tienen que gobernar han de buscar la cuadratura del círculo para formar gobierno, gobernar, aprobar leyes y sacar adelante presupuestos. El problema se presenta - lo tenemos actualmente en España- cuando las minorías imponen a precio de oro sus votos al Gobierno, que en algunas ocasiones se interpretan como chantajes. El equilibrio, el sentido común y la proporción de las cosas debería ser la aplicación justa, sería lo deseable, lo lógico, cosa impensable en la política española actual. No entraremos en explicar todo lo sucedido del Gobierno de Pedro Sánchez con las “minorías”, que son conocidas y las cesiones que ha realizado y seguirá dando si quiere scontinuar en Moncloa.
En la actualidad, los presupuestos, la reforma fiscal - entre otros- están sobre la mesa del gobierno del presidente Sánchez, a la espera de negociar con los “socios” de investidura. Como siempre, estos ya tienen escrita la carta de peticiones, como si de la carta a los Reyes Magos se tratara. Si las trituradoras de papel hablaran, serían miles y miles de folios loS que habrán pasado por su interior, hasta que finalmente - tardará un tiempo- lleguen al acuerdo, previo “pago”.
Los socialistas, con Sumar marcando perfil, ante la mala situación que están pasando, viven más de cerca las exigencias de sus socio de gobierno, que cada día piden más, y algunas de ellas muy alejadas del socialismo. Fuera, el resto de formaciones minoritarias también cuentan. El presidente Sánchez cada noche debe terminar con la cabeza como un bombo, por mucho que trate de hacerse un “tipo” duro: ¿Cuántos ansiolíticos tomará al día? Unos cuantos para poder sobrellevar la situación. Claro que, como se dice, “sarna con gusto no pica”,
Entre otros temas pendientes, que son unos cuantos, tiene el paquete fiscal que llevará al Congreso. Paquete en el que se incluyen medidas de Sumar que no gustan hasta a los propios socialistas. Gran problema a la vista.
Mientras que el portavoz del PNV en el Congreso, Aitor Estebanm manifestaba este miércoles en el Parlamento, en esos corrillos con periodistas, que el paquete fiscal con el que el Gobierno quiere reformar el tributo a la banca y eliminar el de las energéticas, piensa que finalmente solo se circunscribirá al impuesto mínimo global sobre a las multinacionales. ¿Por qué? Sencillamente porque no tendrán apoyos parlamentarios, entre ellos, el PNV y Junts. Mientras que los otros socios puntuales, ERC, Bildu y Podemos, insisten en mantenerlos, se oponen a quitarlos.
Llegar a un consenso, cuando cada uno tiene sus intereses, no resulta fácil. La comisión que se reúne este jueves tiene trabajo para rato, aunque fuera de ella los contactos políticos se han realizado ya y seguirán todo el tiempo que sea necesario.
Con este panorama, algunos se preguntarán: ¿Es mejor para gobernar una mayoría absoluta o no?Cualquiera de las fórmulas son válidas si las personas que las deben llevar a cabo son gente inteligente, formada, ética y de verdad son demócratas. El objetivo de todos ellos juntos debe enfocarse en mejorar la vida de las personas, no las suyas. Escribía Cicerón que “cuanto más altos estamos, más debemos bajarnos hacia nuestros inferiores”.
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