Rodrigo Brión Insua (A Pobra do Caramiñal, 1995). Grado de Periodismo en la Universidad de Valladolid (2013-17). Redactor en Galiciapress desde 2018. Autor de 'Nada Ocurrió Salvo Algunas Cosas' (Bohodón Ediciones, 2020).
En Twitter: @Roisinho21
Joe Biden ha dicho que se baja de este poni que es la carrera por la presidencia de los Estados Unidos de América, curioso país en el que pueden atentar contra un expresidente como Donald Trump y nadie se atreve a hacerse la pregunta de cómo es posible que un muchacho de 20 años pueda adjudicarse tan alegreme un rifle de francotirador cuando todavía no tiene ni la edad legal para beber en su país. En cualquier caso, este no es el tema que nos ocupa, sino la decisión -tomada por él o tomada por otros- del todavía ocupante de la Casa Blanca de renunciar a la reelección porque, a sus 81 años, ya casi que va siendo hora de doblar la servilleta y jubilarse.
Lo de la edad es un tema complicado. Lo cierto es que el bueno de Joe no parece pasar por su mejor momento. Habrá quien, ya octogenario, pueda presumir de una salud envidiable y reflejos felinos, pero desde luego no parece el caso de Joe Biden, que puede tener la cabeza viva, pero su lengua va en otra dirección. Ocurre lo contrario con Trump, de lengua viva y cabeza en una dirección totalmente contraria a la que marca la brújula del raciocinio.
Tampoco hemos ayudado los plumillas al cuadragésimo sexto dueño del despacho oval, dibujando la caricatura de un señor mayor, ahí, paseando un yorkshire y durmiendo en una cama nido. Un señor que no se está enterando ni de la mitad de las cosas que pasan. "¡Biden! ¡Lo de la Guerra de Ucrania!". "Ay, déjame, Kamala, que estoy esperando la muerte", le dice el presidente a su vicepresidenta. Está feo.
Dirán que Joe no tiene edad ya ni para conducir. Por lo visto no tiene edad ya ni para diferenciar a Putin de Zelenski. Tal vez no tenga edad tampoco como para dirigir la que presume de ser "la mayor nación del mundo", aunque plagas como el fentanilo y el hecho de no tener seguridad social puedan poner en duda tal etiqueta. Igualmente, ¿qué sería lo ideal? ¿Hacerle un psicotécnico? ¿Bucarle una residencia en Florida? ¿Llevarlo a una granja al norte del estado? Lo que parece evidente es que un desafío como el de frenar, de nuevo, el trumpismo, precisa de sangre joven. Kamala Harris no parece una mala candidata, pero huelga decir que nadie parece un mal candidato al lado de Trump.
¿Me dejan hacer una propuesta? ¿Y por qué no a alguien más joven todavía? Si la veteranía de Biden era un problema, tal vez deban buscar a alguien nuevo, recién salido del concesionario, prácticamente imberbe y, a poder ser, que su aspecto físico ya lo delate. Eso sí, debe ser al mismo tiempo alguien exitoso, con carisma, pero también con dotes de liderazgo, que haya demostrado ya, pese a su precocidad, ser alguien digno de confianza, alguien capaz de ilusionar a un país, capaz de llevarlo hasta lo más alto, con el coraje para poder plantar cara a grandes potencias como Francia, Alemania o Inglatera. ¡Coño, que llamen a Lamine Yamal! Con la ESO y una Eurocopa, ¿qué más curriculum necesitan? De la sonrisa protésica de Biden al aparato dental del 19 del Barça y La Roja. Además, no he visto al adolescente hacerse pequeño ante nada ni nadie. 17 años y mucho que ofrecer. América, Lamine es vuestro hombre. Hablad con Laporta y que os lo ceda cuatro añitos. Un candidato de consenso, un hombre hecho a sí mismo. 'Yes, Lamine Can'. 'In Yamal we trust'. La campaña se hace sola. ¿O será que el calor del verano y la resaca de la Euro me han hecho perder el juicio? Creo que ya estoy mayor para esto, como Joe Biden.
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