Los errores de Besteiro y el PSdeG

Xoán Vázquez Mao

En un análisis rápido y bastante obvio, Besteiro se pegó el gran ostiazo (sin H) por un incomprensible conjunto de errores, impropios de alguien a quien se le atribuye de modo casi unánime, la condición de buena gente y excelente candidato. ¿Cuáles son entonces estos errores que han llevado al PSdeG al nivel de casi irrelevancia política?

 

El primero en el tiempo fue el haberse rodeado de quienes por incapacidad endémica o por su tendencia innata a la traición y la marrullería, le aportarían una importante dosis de quebraderos de cabeza y apenas ningún voto. Unido a esto, el error estratégico de haber dimitido como delegado del Gobierno, en una innecesaria muestra de falta de confianza en su líder y en el proyecto que representa, lo que transmitió la imagen del sálvese quien pueda en el barco en llamas y el humillante regreso al comprobar que no se hundía.

 

El segundo error fue el de dejar su suerte electoral en manos de sus peores enemigos, barones territoriales y locales, electos no por sus méritos y capacidades, sino por incomparecencia del rival, a quienes el futuro de Besteiro no les preocupaba en absoluto, y que en algún caso llegaron a poner en circulación propuestas para el día después, anticipando un batacazo que en cierta medida podía interesar más a sus ambiciones. La estrategia de que lo bueno del tema, es lo mal que se está poniendo, conlleva la táctica de derrota en derrota hasta la victoria final. Barones que, en algún caso, usaron su influencia para incluir en las listas elementos amortizados, de los que querían librase por su elevado nivel de ineficacia y conflictividad administrativa en las áreas de su (in) competencia, a lo que añadían posibles aspiraciones sucesorias en el ámbito local. Y así, mientras las listas de Lugo incorporaban el futuro, otras incorporaban un pasado de chambo, (espacios donde se venden los muebles viejos que ya nadie quiere).

 

El tercer error fue el de anteponer su dependencia de Pedro Sánchez y el amortizado ZP, antes que su compromiso con Galicia, que de este modo no pudo ser visualizado más que en la candidatura del BNG, que se encontró con un regalo inesperado. Besteiro no fue visualizado como un candidato gallego, por y para la salvaguardia de los intereses de Galicia, sino como un palafrenero de su líder, puesto aquí para gestionar los intereses de Pedro Sánchez y su camarilla.

 

Lo que es muy injusto, pero no totalmente erróneo. Y solo así se entiende el cuarto error, el que más se visibilizó: aceptó ser cómplice mudo del sainete en que convirtieron las elecciones gallegas, los dirigentes del PSOE español, con sus ataques a Feijóo (que ya no pinta nada en Galicia), su permanente desembarco de histriones y bufones ascendidos a la categoría de ministros, su debate en términos nacionales de asuntos que en Galicia no interesaban lo más mínimo, esperpentos humillantes como el del incalificable OP con su show del Ave y los patéticos sosias de sus majestades de oriente, o el sangrante desprecio que supone que ninguno de ellos aportó a la campaña electoral un solo proyecto concreto. Nada concretaron de las líneas ferroviarias Coruña-Ferrol, de su enlace con Lugo, de las variantes de Rubián y Peares-Canabal, del Corredor del Atlántico, y así hasta un larguísimo etcétera de incumplimientos y agravios. Si los catalanes (algunos) se inventaron el mantra de que “España nos roba”, los gallegos podríamos decir sin temor a equivocarnos, que “España nos desprecia”. Con todo, lo peor es que este vergonzoso show nunca se atreverían a hacerlo en Cataluña o en Euskadi.

 

Y ello conllevó un aislamiento de la realidad social, un desprecio y ninguneo hacia activos políticos de su partido que podrían haberle aportado un plus de credibilidad, y un alejamiento de los que en algún momento complicado de su vida creyeron en él, creyeron en Besteiro. Así que no se equivoque nadie. Una vez más, el mediocre candidato del PP ganó, no por méritos propios, sino por los mismos errores de quienes no escarmientan ni aprenden de su pasado. Y así es imposible que Galicia ponga su futuro en las manos de un partido condenado a la irrelevancia progresiva.


 

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