En estos días tuvimos la confirmación de que Ana Pontón será la candidata del BNG a la presidencia de la Xunta de Galicia en las próximas elecciones autonómicas. No había lugar para la sorpresa pues, hoy por hoy, no solo no tiene rival en la organización sino que, además, es una magnífica candidata. Realmente la única que, desde las izquierdas, puede finalizar con el largo período conservador, aunque a día de hoy este objetivo aparece como muy, muy difícil de alcanzar por razones varias. Razones tanto relacionadas con el BNG como con el escenario sociopolítico gallego.
Porque está fuera de dudas que las imágenes que se reflejan de la candidata y de su organización no son totalmente coincidentes, mucho más favorables a primera pero que ve limitado su arrastre electoral por el importante rechazo que entre sectores numerosos y decisivos en votos, despierta una organización que aparece como muy cerrada y fuertemente sectaria, especialmente el grupo dominante (UPG). Este va ser uno de los retos decisivos para Ana Pontón: ser quien de ofrecer una imagen de estadista que desborda ampliamente la de las organizaciones que la eligieron como candidata y líder. No lo tiene fácil, porque en la política hay inercias partidarias que son muy, muy difíciles de superar. Una prueba será la confección de las listas.
Otra será su posición definitiva en relación al movimiento sindical gallego que representa la mayoría de las clases trabajadoras. Un movimiento sindical que en Galicia se articula mayormente en torno a tres fuerzas: CIG, CC.OO. y UGT que cuentan con una representación muy pareja. La organización que lidera Ana Pontón (BNG) aparece muy fuertemente vinculada a una de ellas (CIG), cuyos votos no serán suficientes, de ninguna de las maneras, para auparla a la presidencia de la Xunta. En este caso el reto va ser doble: por una parte convencer las tres organizaciones y sus afiliados que quiere ser la presidenta de todos los trabajadores y trabajadores de Galicia y por otra demostrarle a los suyos que no va a ser una correa de transmisión de ningún sindicato. Una posición que debería procurar con todas las organizaciones y movimientos sociales ya que cabe preguntarse: ¿con quién piensa impulsar, por caso, el “diálogo social” en caso de presidir la Xunta de Galicia? ¿Con una sola organización sindical o con las tres?
Ana Pontón, en caso de llegar a la presidencia de la Xunta de Galicia, precisará de un fuerte apoyo social que compense la debilidad institucional del BNG. Una debilidad reflejada en su floja presencia a nivel local. Luego de las últimas elecciones municipales, esta organización, a pesar del importante crecimiento experimentado, solo cuenta con 36 alcaldías de un total de 313 (11,5%). Un débil poder municipal que puede ser un lastre importante a la hora de gobernar desde la Xunta de Galicia, más sí se intentan aprobar y ejecutar las reformas que precisan los ayuntamientos o si se quiere dar a estos un papel relevante en la gobernanta del país.
Está fuera de toda duda que la foto de Ana Pontón con la ministra de Hacienda Maria Jesús Montero firmando unos acuerdos presupuestarios tuvo un importante impacto positivo tanto en su imagen como en el de su candidatura. Un impacto positivo fruto de que son mayoría los gallegos que quieren diálogo y colaboración institucional con el gobierno central frente a los que defienden el enfrentamiento, la confrontación: Galicia no es el País Vasco ni Cataluña. Un diálogo es una colaboración que muestra capacidad de incidencia en la política española en defensa de las mayorías sociales. Para esta estrategia la candidata precisa dotarse de una política sería y coherente para el Estado español y también para Europa. Una política de Estado, no de partido.
Por todas estas razones el reto al que se enfrenta Ana Pontón es muy grande, la montaña a escalar muy alta, pero Galicia precisa urgentemente de un cambio y, hoy por hoy, quien mejor lo representa es esta dirigente política. Pero para subir al Tourmalet no sirve cualquier bicicleta por muy bueno que sea el ciclista. Además, después de subir al Tourmalet hay que subir el resto de los Pirineos...
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