Pronto cumplirá 40 años, y parece que fué ayer, cuando millones de españoles ilusionados votaban la Constitución, la conocida como la del 1978. Año de su aprobación.
La libertad no sería posible sin la Constitución, porque es esta la que garantiza la libertad de los ciudadanos y protege sus derechos. Además es la ley que en España garantiza el ejercicio de la libertad, que establece, de manera inequívoca, que una parte de la nación no puede decidir segregarse de ésta en contra del resto de los españoles.
Ahora, las generaciones que no han conocido otro régimen que el democrático, ponen en duda, no solo el fondo, si no la forma en la que se elaboró la Constitución, sin valorar el contexto, la época y las circunstancias que la rodeaban, no se pueden olvidar estos matices. Ni tan poco que su elaboración fue fruto del consenso.
España acababa de salir de cuarenta años de dictadura de un caudillo que había traicionado al legitimo gobierno de la Republica. La represión, la falta de libertades y el aislamiento internacional, había estado presente durante esos años. ¿Cómo pasar de un régimen franquista a una democracia, sin levantar recelos en toda la estructura que había creado el dictador para mantener el régimen con mano dura?. No era tarea fácil, pero se pactó una transición liderada por un político que conocía los resorte de ese poder, y solo así, podía desmontarse, desde dentro, sin derramamiento de sangre. Se sabía el riesgo que se corría. Los autores fueron muy valientes, sensatos y exentos de protagonismo partidistas, todo un ejemplo que no se da en la actualidad.
Nuestra Constitución fue inspirada en la ley Fundamental de Bonn de 1949 y la Constitución francesa de 1978, dos referentes que más influiría en el constituyente español del 1978.
Algunos piensan que la Constitución está caduca, otros afirman que no la votaron y otros hacen referencia a la necesidad de actualizar algunos artículos para que se ajusten mejor a los cambios sociales y las necesidades de los territorios. Nada debe ser inamovible, la Constitución tampoco. Hay que ponerse mano a la obra, desde el poder legislativo. El Congreso de los diputados, que representa a la ciudadanía debe ser el lugar idóneo donde estas posibles modificaciones puedan llevarse a cabo, porque España es una democracia parlamentaria, aunque a algunos se le olvide.
Ahora, la situación ha cambiado, los partidos políticos también, las mayoría parlamentarias están en vías de extinción, hay nuevas formaciones en el hemiciclo como distintas maneras de hacer política, algunas de ellas muy singulares. Ahora se hace necesario llevar a cabo cambios.
Todo ello no quiere decir, como suele ocurrir en este país llamado España, que ya no sirva, no, porque aquí pasamos del negro al blanco con una facilidad increíble.
La Constitución del 78 es un instrumento de garantías democráticas y no sólo hay que respetarla, sino acatarla, porque como decía Cicerón hace más de dos mil años “ somos siervos de la ley con el fin de poder ser libres”.
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