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Fallece el obispo más longevo del mundo, el ourensano Monseñor Eloy Tato Losada, a los 98 años

Monseñor Eloy Tato Losada, obispo emérito de Magangué, falleció ayer 18 de enero de 2022 a la edad de 98 años en el Hospital de O Barco de Valdeorras (Ourense) y su funeral tendrá lugar el viernes 21 en la Iglesia Santa Rita de la capital valdeorresa.



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Era el último obispo europeo vivo y  presente en las cuatro sesiones del Concilio Vaticano II. Natural de la montaña oriental de Ourense, allí regresó tras décadas como prelado en Colombia.


Eloy Tato Losada




Monseñor Eloy Tato Losada, obispo emérito de Magangué, falleció ayer 18 de enero de 2022 a la edad de 98 años en el Hospital de O Barco de Valdeorras (Ourense) y su funeral tendrá lugar el viernes 21 en la Iglesia Santa Rita de la capital valdeorresa.



Nacido en Villadequinta (Carballeda de Valdeorras) en la provincia de Ourense, el 6 de septiembre de 1923, era en la actualidad el obispo más longevo del mundo, cargo en el que fue consagrado en Astorga el 25 de Julio de 1960, y ejerciendo como el primer titular de la Diócesis de Magangué, en Colombia desde el año 1969 hasta que el Papa Juan Pablo II aceptó su renuncia por motivos de salud el 31 de mayo de 1994, siendo en la actualidad obispo emérito de dicha diócesis.


Tato Losada, el menor de una familia Valdeorresa de 5 hermanos  fue, en el momento de su nombramiento, el obispo más joven de España, con 36 años, y solo superado entonces en juventud en el mundo por el brasileño Monseñor Serafim Fernandes de Araújo, obispo de Verinopolis y por el mexicano Samuel Ruiz García, obispo de Chiapas, ambos nacidos en 1924 y ya obispos cuando Tato Losada fue consagrado.


Asistió a las cuatro sesiones del histórico Concilio Vaticano II celebradas entre 1962 y 1965 y era el último representante Europeo vivo,  y penúltimo del mundo, dejando solo como testigo episcopal a Moneñor Remi Joseph De Roo, obispo emérito de Victoria en Canadá.


Labor pastoral y misionera en Colombia

Hombre afable y religioso incansable, comenzó su labor como sacerdote en varias parroquias del ourensano ayuntamiento de A Veiga, hasta que en 1953 realizó juramento perpetuo de consagración definitiva al IEME y se trasladó a Colombia a realizar su labor misionera.

En la diócesis de San Jorge establece su primer contacto esta nueva tierra, tan diferente de sus orígenes, pero de la que se acabó sintiendo parte.


En 1969 es nombrado obispo de la nueva diócesis de Magangué-Bolivar en Colombia, en un vasto territorio alimentado por los ríos San Jorge, Cauca y Magdalena, donde ejerció como titular durante casi 25 años. En sus recorridos constantes por la región, Monseñor Tato, pudo comprobar la pródiga y maravillosa región, habitada en su inmensa mayoría por familias pobres, ribereñas de grandes ríos que les suministraban el pescado como alimento, pero que disponían de poca tierra. Inmensas propiedades habían sido tomadas por ambiciosos latifundistas que dedicaban las inconmensurables sabanas a la ganadería. Desde su llegada a la región, encontró a campesinos y pescadores sencillos, alegres, bulliciosos, informales y respetuosos. En su práctica, la pastoral que dirigió, siempre estuvo vinculada a lo social. Programas de alimentos, de salud y educación, estuvieron siempre en su corazón, pues respondían a la inmensa pobreza y al abandono y falta de presencia del Estado.


Ante tanta necesidad, se debía hacer esfuerzos para concretar y hacer viable el proyecto pastoral. Sin embargo en esos años se hablaba de proyectos de “desarrollo integral” y por ello los tópicos a tratar eran múltiples, mientras las comunidades escogidas eran pocas frente a la innumerable demanda. La producción agropecuaria era tema central y para ello la capacitación, el pancoger y el crédito se veían necesarios; la salud, en comunidades alejadas y sin ningún tipo de atención era otro tema, para ello el formar a promotores de salud y establecer botiquines comunitarios, eran algunas de las medidas; en razón a que la mayoría de las comunidades tenían difícil acceso a la compra de productos de primera necesidad, se consideró importante el establecimiento de tiendas comunitarias, que además regularían los precios; la organización comunitaria se consideraba como base para el desarrollo y para buscar que las comunidades fueran “gestoras de su propio desarrollo”, aquí la capacitación y metodología de trabajo en grupos, con el apoyo también de la doctrina social de la Iglesia, se consideraba vital. En esos tiempos no se hablaba de la formación ciudadana y de la participación política, sumándose a lo anterior la formación cooperativa, en vistas al establecimiento de cooperativas de ahorro y crédito, como también de emprendimientos productivos.


Monseñor Tato, además de promover el mejor vivir de las comunidades campesinas que cobijaba el proyecto apoyado por Misereor, agencia de cooperación de la Conferencia Episcopal Alemana que financiaba las actuaciones, continuaba con sus distintas obras sociales. Estaba convencido que la educación era la llave para el progreso y el desarrollo de las personas y las comunidades, por eso estableció El Instituto Técnico Cultural Diocesano en Magangué. Desde su llegada a la región había constatado las necesidades de la gente en el ramo de la salud, frente a la indolencia y mala atención por parte del Estado, por esta razón abrió un pequeño Centro Médico, que transformó en una importante obra diocesana de salud, en la antigua sede del Colegio Femenino “La Purificación” que regentaban las Hermanas Teresitas del Niño Jesús. Este importante servicio médico, denominado hoy Corporación de Servicios Asistenciales de la Diócesis de Magangué, Obra Social Diocesana, está a espaldas de la Catedral y a escasos 200 metros del majestuoso Magdalena. Monseñor Tato se sentía orgulloso del servicio que brindaba y del equipamiento que poco a poco logró conseguir.


Testigo de la violencia paramilitar y del ejército, se mantuvo firme en sus convicciones exigiendo siempre la defensa de la vida y el respeto entre todos los humanos.


En 1994, aceptada su renuncia, regresó a España a su Villadequinta natal, desde donde colaboró con la diócesis de Astorga en la labor parroquial de su entorno y donde aún estuvo a tiempo de superar los 60 años de nombramiento episcopal, efeméride por la que fue felicitado por el Papa Francisco en el año 2020.


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