Decía Renato Descartes que "es prudente no fiarse por entero de quienes nos han engañado una vez". La frase viene a cuento por la muy nutrida cantidad de políticos de toda clase y condición ideológica que nos han engañado a lo largo del denominado 'procés' que todavía desasosiega nuestra convivencia en Catalunya y embarranca el entendimiento parlamentario en las Cortes del Estado.
La aparición de una sentencia del Tribunal Europeo en plena negociación de un Gobierno en Madrid ha producido, como era de esperar, el consiguiente revuelo trasformado en euforia en el bando independentista, que ha destrozado la estrategia del PSOE en sus muy inestables negociaciones con la Esquerra Republicana de Oriol Junqueras.
Al ver tanto jolgorio "indepe", da la impresión de que los beneficiados con el fallo no se lo esperaban, cuando muchos suponíamos que unos negociadores tan inteligentes lo deberían tener en sus previsiones cuando comenzaron a dialogar con los sociatas; y éstos, también por lógica política, también debían suponerlo. Ahora va a resultar que ambos son tontos o, lo que es peor, nos han tomado a los votantes por esa condición.
Como al final todo se sabe, si nos fijamos iremos viendo por los acontecimientos de los próximos días qué clase de cuento chino nos han contado, para que al final se líe una tan gorda que lo de la convivencia no tenga vuelta atrás.
Por todo eso y mucho más, no es una mala decisión tener la palabra prudencia presente en nuestro análisis diario de una situación en apariencia sencilla, pero que con tanto engaño y medias verdades nos han ido complicado tanto las partes interesadas en el asunto.
Que el Gobierno Sánchez diga ahora al Supremo en un nota oficial que ha de ver cómo hace cumplir la decisión del Tribunal de Justicia de la Unión Europea, destila un tufo insoportable de cobardía ideológica. Para la mayoría de los españoles está claro que el Alto Tribunal tuvo que recoger con mucha entereza y manejar con enorme profesionalidad un lío político que solo habían generado los mismos políticos y que ponía en peligro la estabilidad del Estado de Derecho y, por lo tanto, la supervivencia de la Constitución y la mismísima Jefatura del Estado.
Con estos dirigentes no vamos los ciudadanos españoles a ninguna parte segura. Y con esta Europa timorata y falta de valores al mismo lugar, si somos listos, que han elegido los ingleses con su decidido Brexit.
Lo malo de todo este follón es que a los de a pie nos han dejado poco margen para cambiar el relato, al menos en Catalunya, donde las calles las han tomado los violentos, incluso en los días de fútbol, que ya es el no va más.
Estaba claro, incluso para Sánchez, que Esquerra iba a dejar colgado al presidente del Reino de España tan pronto le fuera posible y que Puigdemont aprovecharía la primera ocasión para subirse a lomos de Junqueras y reconciliarse por la vía de los hechos consumados con sus fraternales enemigos para birlarles las autonómicas; y que el viaje a Ítaca sustituiría a un crecido Iceta por la actriz Colau, tan dada a cambiar de opinión constantemente, como también hemos vuelto a ver en las última horas, y van...
Así que como decimos los galegos, aplíquese a este galimatías, una vez más, aquella contrastada frase que define la prudencia en estado catatónico: "Velas vir, deixarlas pasar e si te mexan, di que chove". Eso sí, como asegura el filósofo francés, con cuya cita comenzamos a comentarles la actualidad mas inmediata, sin fiarnos un pelo de los que hasta ahora nos han engañado y siguen pretendiendo hacerlo.
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