Llevamos ya demasiado tiempo con el mantra de que la derecha es mala: fascista y machista, mientras la izquierda -especialmente Podemos y compañía- representa todos los valores: la más democrática, la más transparente, la mejor en defender los derechos, algunos incluso piensan que la democracia ha sido obra suya. Ello les lleva a poder decir a los demás lo que les venga en gana, pero se ponen como una moto cuando otros les reprochan algunas de sus acciones, declaraciones o comentarios. No entienden que cuando uno critica debe asumir las críticas de los demás y si no están de acuerdo replicar con argumentos, no con otros insultos que no quieren para ellos mismos. Las reglas del juego democrático deberían ser así, no la ley del embudo que más de uno aplica.
Hay algunos refranes populares muy significativos como “quien siembra recoge”, o “donde las dan las toman”, que son muy gráficos para explicar algunas cosas y que vienen al dedo con lo que está ocurriendo estos días con Irene Montero, ministra de Igualdad, que casi se pone a llorar en la sesión del Parlamento donde se debatían los Presupuestos del 2023 cuando la diputada de Vox, Carla Toscano, le decía en vivo y en directo que el único mérito de la ministra había sido “estudiar en profundidad a Pablo Iglesias”. Las palabras le han sentado fatal a ella y a los grupos políticos de PSOE, Unidas Podemos, ERC, Bildu y la CUP, que salieron en tromba a defender a Montero y acusaron a la autora y su partido de violencia política y acoso a la ministra. Una escena cuyo resultado ha sido que durante días se siga hablando del incidente y que le ha servido a Montero, que estaba muerta políticamente, para presentarla como víctima de la extrema derecha, porque el PP se había desmarcado del “insulto”.
Irene Montero es víctima de los jueces fachas y machistas, de los medios de comunicación - llamados por ellos caverna mediática- y de la derecha. Todos son malos, Montero es una santa que no habla por no ofender: la mejor preparada del gobierno, la que no insulta a nadie, la que ocupa el cargo por su magnífica gestión que todos admiran, la defensora de las mujeres -ha dividido a las feministas, cosa que no había conseguido la derecha- y dicho lo cual, es la ideal para encabezar la lista de Unidas Podemos y convertirse así en la primera mujer en presidir el gobierno de España, con esa candidez y buen hacer que le caracteriza.
Como Montero, Iglesias y su grupo tienen memoria selectiva y hay que recordarle a Iglesias, “el marido” de la aspirante a presidenta del gobierno, las palabras que este dirigió a Ana Botella cuando era alcaldesa de Madrid: “Representa todo lo contrario a lo que han representado las mujeres valientes en la historia. Es la que encarna ser esposa de, nombrada por, sin preparación, relaxing cup con café con leche y, además, belicista. Una mujer cuya única fuerza proviene de ser esposa de su marido y de los amigos de su marido”. ¿No es lo mismo? No, porque Botella no es su mujer, y Montero sí es su paje y por eso sale desbocado aprovechando la ocasión para arremeter contra todos y aprovechar la coyuntura para hacerse con una tele, con su amigo Roures, y explicarle al pueblo que él y solo él cuenta la verdad de lo que sucede. Para descalificar a Botella no se cortó y ahora aprovecha la ocasión - que lo sabe hacer muy bien- para pedir a sus seguidores aportaciones económicas con el fin de poner en marcha su juguete de adoctrinamiento llamada televisión libre y verdadera, defensor de la libertad de expresión, igualito que en Venezuela. La televisión de Iglesias sería otro púlpito para adoctrinar al pueblo y guiarlo por el camino de la verdad. ¿No les suena a Nicolás Maduro y sus discursos de horas que aburren hasta las ovejas? Es que Iglesias y Montero tienen una superioridad moral que no está al alcance de los mortales, que somos todos.
Por cierto, me da igual la etiqueta que me coloquen estos ilustres y honrados personajes que se creen poseedores de la verdad, los más demócratas del mundo y van dando lecciones de todo cuando precisamente ellos no son ejemplo de nada.
Cada dos días escribe usted un artículo lleno de falacias contra esta persona, cuyo delito es ser la cabeza de un ministerio que está redactando leyes progresistas de amplio consenso en Europa. Además emplea expresiones y argumentos absurdamente patriarcales, parecidos a las barbaridades de jimenez losantos pero más aguados. Lamentable, la verdad
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