La desaceleración de la Corriente del Atlántico y sus efectos: "Para evitarlo vamos tarde; hay evidencias en Galicia"
Gabriel Rosón Porto, catedrático de la UVigo en el departamento de Física Aplicada, explica para Galiciapress las consecuencias de los últimos estudios que invitan a pensar en que el colapso de una corriente fundamental en nuestros océanos está más cerca de lo que podíamos pensar por las consecuencias del cambio climático. Efectos sobre la pesca, sobre las temperaturas, sobre las precipitaciones...repercusiones que solo podemos imaginar con los modelos actuales, pero que en Galicia ya son palpables para los expertos: "El afloramiento en Galicia está disminuyendo desde hace muchos años".
Un cataclismo imparable que va a cambiar el mundo tal y como lo conocemos. Esa es la conclusión a la que han llegado investigadores de la Universidad de Utrecht, al frente de un estudio publicado en la revista Science Advances en el que explican que ya se están dando los primeros indicios que aproximan un colapso en la Corriente del Atlántico, una situación que adelanta mucho antes de lo esperado otras predicciones para la circulación de vuelco meridional del Atlántico, clave para la vida en los océanos y para el modo de vida en Occidente.
Pero, lo primero de todo, ¿qué es la AMOC? “La ‘Atlantic meridional overturning circulation’ es la circulación integrada a todas las profundidades y todas las latitudes en el Atlántico. Se trata de una corriente única de todas las corrientes que existen en el océano y que tiene una rama cálida que discurre cerca de la superficie que circula hacia el norte, hacia los mares árticos, y una rama profunda de agua que se enfría al llegar a los mares nórdicos, gana mucha densidad y se hunde, regresando en el sentido opuesto a la que hay en superficie”, detalla el catedrático de la UVigo Gabriel Rosón Porto, del departamento de Física Aplicada y al frente de materias como ‘Oceanografía física’ o ‘Dinámica oceánica’.
UNA ENERGÍA EXTRAORDINARIA EN RIESGO
“Sucede que cuando esa agua se enfría tiene un efecto sobre la atmósfera. Cuando esa agua se hunde se libera una cantidad enorme de calor producto de ese intercambio térmico. Son 1.000 billones de vatios. Si pudiéramos aprovechar una cantidad ínfima de esa energía no harían falta ni centrales térmicas, ni nucleares ni de ningún tipo”, explica Rosón, al tiempo que lamenta que no exista hoy un método para aprovechar esa energía que se libera a la atmósfera.
Las conclusiones de este estudio lo que hacen es refrendar las sospechas que tiene la comunidad científica desde hace dos décadas, cuando se instalaron los primeros sistemas de medida en continuo, cuando se percataron de una ralentización de ese circuito que va del Caribe a Groenlandia y regresa. “Es un caudal de 20.000 millones de metros cúbicos por segundo, con momentos en los que pasa a 15.000 o 10.000 millones”, comenta el catedrático, que puntualiza que no se trata de un colapso, sino de una ralentización de la AMOC.
La consecuencias de esa desaceleración es que la cantidad de energía liberada es menor, por lo tanto la atmósfera no recibe esa cantidad de calor en el norte. “Esto es importante porque es esta circunstancia la que hace que los inviernos europeos sean relativamente suaves, aunque esto pueda parecer contraintuitivo. Sin ese calor haría mucho más frío que el que ya hace”, justifica sobre una anomalía de temperatura que podría ser de entre 5 y 10ºC en caso de colapso de la corriente.
“Es un fenómeno extremo. El clima terrestre, ante la perturbación que provocamos del calentamiento global, reacciona de manera inversa, enfriando bruscamente”, razona Rosón sobre las consecuencias de este hecho en Europa, ya que en el Caribe “ocurriría precisamente lo contrario, el agua no llegaría tan fría”. “Lo que hace la corriente es equilibrar y reaccionaría en contra de aquello que estamos provocando, sacando calor del medio y enfriando Europa”, resume.
“Cuanta más temperatura hay en el sistema es más probable que se produzcan fenómenos extremos, tanto de frío como de calor”, esclarece el profesor de la UVigo. En cualquier caso, subraya que se trata de unos modelos los utilizados en el estudio que hablan de esa “desaceleración potencial” para llegar a las conclusiones de la investigación, tesis que se ven reforzadas por los datos de “la parte experimental” con los sistemas de medida.
UNA GALICIA MÁS FRÍA, SECA Y CON PRECIPITACIONES DISTINTAS
Con estos datos en la mano, podemos esperar que en este escenario de ralentización los inviernos en Galicia serían “más fríos y secos”, provocando un cambio en el régimen de lluvias y de viento. “Nos cambiaría por completo el ciclo de precipitaciones”, recalca.
Otra consecuencia inmediata es sobre la pesca, ya que esta corriente es la que se encarga de oxigenar los fondos marinos y hace que afloren los nutrientes que alimentan nuestras rías. Sin en flujo actual, los ecosistemas sufrirían otro cambio ya que “si se ve afectado el régimen de vientos se verá afectado el fenómeno del afloramiento”.
“Ya tenemos evidencias de que el afloramiento en Galicia está disminuyendo desde hace muchos años. Las series temporales desde los años 60 y los trabajos publicados indican que hay una desaceleración del afloramiento, que lleva nutrientes a la superficie y supone el primer eslabón de la cadena alimentaria en los océanos. No hay otro eslabón que lo pueda sustituir”, expone Rosón, a la vez que se anticipa a recordar que “el 10% del PIB gallego depende del afloramiento; esta economía del mar depende de que esto suceda”.
Sin embargo, otro escenario posible es el de “un cambio abrupto en el clima” en caso de colapso de la corriente. Algunas voces a raíz del estudio comenzaron a hablar de una glaciación, refiriéndose a otros episodios climáticos que quedaron reflejados en la historia geológica´del planeta “y que ocurrieron en escalas de tiempo de 20, 30 o 50 años”.
“YA VAMOS TARDE”
“Este estudio lo que viene a decir es que la probabilidad de que haya un colapso es bastante alto de aquí al 2100. Esto acojona un poco”, admite Rosón. Entronca directamente con la afirmación del profesor de ciencias atmosféricas Andrew Dessler, de la Universidad de Texas, que relataba que, con la tendencia actual de récords de temperaturas año a año, al llegar a 2100 el año 2023, por ejemplo, será de los más fríos del siglo. “Disfrutadlo mientras dura”, invitaba en un mal vaticinio.
Desgraciadamente, Rosón coincide en este pronóstico porque, a su juicio, si quisiéramos intentar revertir lo que está ocurriendo en el Atlántico “ya vamos tarde”. “El problema está en Groenlandia”, interpreta, “ya que su deshielo es el que provoca la llegada de agua dulce a la corriente y provoca este fenómeno adverso al impedir que se forman las aguas profundas ¿Podemos frenar ese deshielo? Creo que no. Acabamos de pasar el umbral del 1,5ºC”.
En lo que no concuerda es en la afirmación rotunda de que cada año haga más calor, ya que insiste en que hay eventos, como los volcanes, que pueden provocar que la tierra se enfríe, ya que las erupciones lanzan a la atmósfera importantes capas de polvo y ceniza que capan la entrada de la radiación de los rayos solares. “Favorecen el enfriamiento. Las fuertes erupciones pueden bajar la temperatura media global, pero esto se recupera en cuestión de 4 o 5 años. Son soluciones que no llevan a ninguna parte”, agrega.
Así las cosas, y con tantas décadas por delante hasta que se cumpla ese mal presagio, la investigación y la inversión en ciencia se presenta como un asunto prioritario, un tema que debería centrar las políticas de todos los gobiernos. Es por eso, que en plena campaña electoral, Rosón manda un aviso a navegantes, ya que “estos estudios no se hacen en España”, aunque en muchos casos puedan estar compuestos o incluso liderados por investigadores españoles.
“En Cataluña hay un Instituto de Cambio Climático dependiente de la Generalitat. Aquí no lo hay. Sería bueno tener institutos dedicados a la planificación de la buena calidad de los productos del mar. Cada uno pone los recursos donde considera y no achaco a nadie que aquí no haya un instituto sobre el calentamiento global…pero no lo hay”, zanja.
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