La Sentencia

Manuel Fernando González Iglesias

Noos

Muchas y variopintas han sido las opiniones sobre la sentencia del caso Nóos. Nadie ha sabido acatarla y, mucho menos, callarse ante la decisión del tribunal integrado totalmente por juezas. Como siempre, en esta sociedad nuestra, tan machista, a las mujeres les dejamos la parte mas fea de todos los líos en los que nos metemos los varones, que somos los que nos hemos reservado, en este caso, de juez instructor con querencias hacia Manos Limpias un sindicato mafioso, o de fiscal con tics de mantequilla pro Infanta. En ambos casos, perfectamente reconocibles sus papeles y también, claramente criticables durante la instrucción. Interminable instrucción, y luego en el larguísimo juicio.


De lo que han decidido las juezas, nada que decir. Queda un recurso, y luego una sentencia del Supremo que nos puede dejar a todos mirando a Pontevedra o a Calella, según lo que espere cada uno de tan alto Tribunal, puesto que su especial decisión generará jurisprudencia, y ese privilegio, de tan importante magistratura, puede abrir o cerrar puertas a quienes quieran "dar sablazos institucionales" en el futuro.


De momento al Bigotes y a Urdangarin, los tribunales no les han tratado por igual por hacer exactamente lo mismo. Uno, bajo la mano protectora del Rey Emérito, y el otro regalando bolsos y viajes para que le firmaran los contratos de imagen a su empresa, dádivas que sí que eran reales por unas facturas luego le tardaban un siglo en pagar. A ambos les pudieron los sobrecostes, lo que pasa es que al empleado de Correa, la pasta se le fue en relaciones institucionales y comisiones a los clientes y al Duque y a su profesor de ESADE, Diego Torres, los dineros acabaron íntegramente en sus bolsillos. Una pequeña diferencia que los respectivos tribunales no tuvieron en cuenta y que a este periodista le hace pensar que "no todos somos iguales ante la ley". Por cierto los jesuitas han de revisar lo que ha pasado en Nóos, porque la imagen dada por uno de sus más distinguidos profesores y por uno de sus más selectos alumnos ha dejado a esa Escuela de Negocios a la altura del betún.


Respecto a lo de la Infanta, queda saldada la cuenta que este país tenía con la monarquía, que encabezaba su real padre, por haber apostado por la democracia y haber aguantado el tipo durante una de las transiciones mas difíciles que se han hecho en la Europa contemporánea. Pagado queda el servicio de Estado con otro gesto de Estado, y ahora solo toca que Doña Cristina dimita de Infanta, porque no ha sabido hacer honor a su cargo y ha preferido quedar ante los españoles como "mujer florero" cuando todos sabemos que, por formación y familia no lo es, ni lo será nunca.



Muy bien por el joven Rey que ha sabido aguantar el tipo hasta el día de la sentencia. Gestos como éste le valoran aún mejor como Jefe de Estado de un país moderno y democrático.

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