La era virtual

Desde que las computadoras llegaron a nuestras vidas, toca vivir con ellas o morir en la marginación. Todos los que reniegan de ellas pierden la oportunidad de mirar por la ventana del conocimiento, oculta en la red a nivel internacional. El hecho de conocer personas y culturas diversas, de compartir experiencias y situaciones o descubrir objetos y documentos privados, que estaban olvidados en cajones, armarios o baúles, hace que lo que se gana es mucho más de lo que se pierde. Pero también se pierde. Y de eso vamos a hablar.

Los que usan en exceso la informática, pierden el placer de tocar, manipular y experimentar con las cosas. Aún conozco a escritores que imprimen en papel sus libros para las famosas “galeradas”. Otro ejemplo es el de escribir una carta. Cuando tenemos necesidad de comunicarnos con alguien, de inmediato vamos para el ordenador. Pocas veces son en las que tomamos una de aquellas plumas con tinta, papel y envelope. Ya no hablemos de comprar un sello de Clase A, o de llevar la carta al buzón de Correos. Ya sé, ¡ustedes dirán que los tiempos no están para esos tinglados! Tienen toda la razón. Pero, por otra parte, veo que los alumnos que ocupan mucho tiempo con sus juegos virtuales, pierden el sentido de la realidad. En su psicología infantil está muy presente el sentido del tacto. Alejándolos de este sentido, les es complicado expresar su afectividad y crean islas en las que viven solos, padeciendo un aislamiento propio del mito de la caverna de Platón.

Cuando en las escuelas desapareció la especialidad de ciencias, los laboratorios se convirtieron en almacenes de antiguas reliquias. Poco a poco se dejó la práctica de medir con un calibre o con un micrómetro. ¡Ahora caro les cuesta tomar las medidas con una regla en centímetros! Y cada cosa para lo suyo. Echamos de menos el aroma de las aulas en las que el formol tenía su presencia. Pero hay más. La investigación científica, que avanza en la experimentación, junto al desarrollo tecnológico, debería tener una adaptación práctica en las escuelas. Tenemos el ejemplo de GALICIENCIA. Y nuestro currículo, fundamentado en las competencias clave, debería recuperar esos laboratorios a los que el alumnado iba motivado antes de cada clase.

La era virtual es imparable, pero esta sociedad debería aprovechar lo mejor de ella. No debemos olvidar ni despreciar las ediciones de libros de nuestra literatura gallega, o de otros temas propios. Tampoco alejarnos de las colecciones de nuestros familiares, que con esfuerzo y dedicación hicieron para su tiempo de ocio. Por muchos cambios que haya, siempre será un error romper con todo para comenzar de cero. La innovación funcionará como un eclipse de la evolución de las cosas, infravalorando lo que tenemos.

Miles de juguetes llegaron esta Navidad a muchos hogares. En un vídeo viral en el que los mayores escribieron una carta a los Reyes se ve que pedían cosas inmateriales para los demás. Quizás algunas madres y padres vieron en ese vídeo, que la emoción de dar es mucho más grande que de recibir. Que se conformaban con poca cosa en aquellos años chicos. Y que los niños siguen jugando mejor con las cajas de los juguetes que con el propio juguete. No son cosas de niños. Es cuestión de que se pueden golpear, romper y tocar en esta nueva Era; en la que casi todo es virtual.