​Respetémonos

Manuel Fernando González Iglesias

No era fácil hablar en el Día de Reyes a todas las Fuerzas armadas y sobre todo a una Guardia Civil herida en su amor propio por los “hechos de Navarra”. Y ese marrón, como era constitucionalmente esperable le tocó desempeñarlo al Rey, para tranquilidad del Presidente del Gobierno quién, tras la sesión del Congreso vivida en el día anterior, miraba con cierto recelo a los militares españoles que viven unos momentos de desconcierto y desasosiego a los políticos de su país que todavía no tienen claro que quieren ser el día de mañana, si españoles solos, catalanes republicanos, galegos constitucionales o cualquiera de las variantes identitarias que ya nadie esconde en su interior y que luego se hacen notar en el mismo Congreso, a modo de gritos insultos y abandonos de la cámara.


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Hoy, sin embargo, las Fuerzas Armadas le han demostrado al país que ellos quieren y defienden que lo suyo es la disciplina y la lealtad a España, con una sola excepción, que solo tienen un Jefe, que le guste más o menos a muchos ese es el monarca por designio constitucional pero también por tradición castrense. 


Cuando Felipe VI acabó su discurso con su tradicional "¡Viva España!", los uniformados en posición de riguroso firme, gritaron con pasión un "¡Viva el Rey!" que a más de un antimonárquico le debió a sonar a cuerno quemado e incluso a tan autoritario como el discurso contra la propuesta de sedición que motivaron los políticos del procés, solo que esta vez fueron los mandos del ejército y la Guardia civil al unísono eran los protagonistas del nuevo discurso real. 


El rey es el jefe de las Fuerzas Armadas, y algunos políticos no debían olvidarlo, y mucho menos desdeñar el hecho que disciplina y sentimientos, aunque vayan al unísono en las ordenanzas militares, una no minimiza a lo otro, y que por lo tanto, hay que ser democráticamente prudentes a la hora de tomarse el Congreso como una taberna o las fuerzas armadas como un instrumento de una ideología determinada. Esos tiempos ya han pasado y un verdadero demócrata ha de ser responsable de sus actos.


No comparto, ni de coña, la frase de la alcaldesa actriz, cuando en medio de la polémica que vivíamos por los pactos de investidura la semana pasada dijo con la ligereza que le es propia, la Monarquía no sirve para nada. Tras el grito atronador de "¡Viva el rey!", qué se esconde Señora Colau ¿un sofismo o la convicción de nuestros militares de que en una democracia como la nuestra ha de respetarse también el papel democrático de la Monarquía y las Fuerzas Armadas, incluida la Guardia Civil de la nación española?. Pensemos y sobre todo, respetémonos.

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