Transcurrida una década desde la explosión de la crisis financiera que abrió la puerta las políticas austericidas (austeridad fiscal y rebaja salarial) ya no quedan dudas de que esas políticas dispararon las desigualdades sociales y territoriales al tiempo que destrozaron los estados de bienestar. Una evidencia que ni las propias élites son quien de esconder.
En este marco es en el que tendrán lugar unas nuevas elecciones generales (28 de abril) en las que la ciudadanía gallega deberá elegir entre 16 formaciones políticas en la que, seguramente, sea una de las convocatorias con mayor número de candidatos/as. Una amplitud que no había debido ser obstáculo para que los/las ciudadanos/as gallegos/as sepan distinguir con claridad el bosque que hay detrás de tanto árbol. Por ejemplo qué postura política adoptó cada uno tanto durante la gran recesión (2008-2015) como nos años que siguieron (2016-2019) y que algunos (políticos, empresarios, medios de comunicación) señalan como de la recuperación aunque las evidencias empíricas apuntan a todo lo contrario.
Analizando las políticas aplicadas durante este tiempo observamos como, de una forma u otra, los grandes partidos españoles y periféricos (PP, PSOE, Cs, PDdeCat, ERC y PNV) apostaron por las “políticas austericidas” (duro ajuste fiscal y rebaja salarial). Unas políticas que, a nivel global, provocaron que la que era una crisis financiera (2008) se había transformado en una gran recesión (2008-2015). Todos los informes serios y rigurosos coinciden en este punto: las políticas austericidas multiplicaron las desigualdades entre rentas (capital/trabajo), dispararon el desempleo y la precariedad, provocaron un gran destorzo en el ya deficitario estado de bienestar y colocaron a cientos de miles de familias gallegas en una situación de exclusión social y pobreza. Sí cuando explotó la crisis (2008) la riqueza de Galicia era el 92% del promedio español, ahora es el 90%. En este tiempo se perdieron por el camino 125.000 empleos y un promedio anual de 7.000 jóvenes gallegos emigraron mientras el sistema productivo industrial se derriba y el ahorro sigue el camino de los jóvenes.
Nunca, en el tiempo que llevamos de democracia habíamos vivido una situación igual con tal deterioro de la calidad de vida de las clases populares: los comedores sociales, por ejemplo, están en máximos históricos. Una situación que tiene sus responsables políticos: los partidos anteriormente citados. Algo que la ciudadanía gallega no debe olvidar ahora. No había debe tan pronto que estos partidos provocaron tales consecuencias sociales al aplicar políticas públicas que no estaban en sus programas electorales ni habían sido defendidas en sus mítines. Un comportamiento fariseo que con toda seguridad volverá a repetirse ahora con partidos políticos y dirigentes haciendo promesas electorales que luego no van cumplir.
La moción de censura presentada por el PSOE, triunfante gracias a ser apoyada por una grandmayoría de la cámara parlamentaria, trajo nuevos escenarios a política española con también nuevos vientos. Pero si bien es cierto que, presionado por los apoyos de la moción (Unidos Podemos, ERC, Compromís, En Marea…), el gobierno Sánchez (PSOE) se vio forzado a aprobar una serie de medidas económicas y sociales de indiscutible y marcado carácter progresista (subida del SMI, igualdad de género, dependencia, autónomos, recuperación de la sanidad universal..……), muchas relevantes reformas (fiscales, laborales, financieras y territoriales) muy importantes para Galicia, quedaron en el tintero tanto por la resistencia de las élites económicas cómo por la oposición de sectores destacados de su propio partido (PSOE).
La nueva aritmética parlamentaria surgida de la moción de censura se presentaba a los/las parlamentarios/las gallegos/as como una oportunidad única en la presente democracia de influir decisivamente en el gobierno español para que se habían revertido las políticas centralistas de siempre y para, por caso, negociar “una agenda gallega”. Oportunidad que se perdió lamentablemente cuando un sector de En Marea (Unidos Podemos), incumpliendo con sus compromisos electorales, ni siquiera intentó una negociación. ¡Tremendo error!.
Ahora estamos en las vísperas de unas nuevas elecciones generales que, muy probablemente, abrirán la puerta a una nueva oportunidad de que Galicia poda intervenir activamente en la agenda política española. ¿Dejaremos, una vez más, pasar esta oportunidad sin aprovecharla?.
En la noche de 28 de abril lo sabremos. La decisión está en manos de los/las gallegos/as.
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