Parece que quiere arrancar la primavera -renqueante, al menos en lo meteorólogico- y con ella las incontables fiestas, romerías y festivales en todas las parroquias y lugares de este país, modesto en tamaño pero a la vez infinito dada su capilaridad. Unas celebraciones en las que las orquestas juegan un papel clave hasta el punto que en torno a ellas se ha creado una verdadera subcultura que atrae a miles de jóvenes y no tan jóvenes. Un mundo al que rinde homenaje Ortiga, uno de los compositores más destacados de la generación que está modernizando la música gallega desprendiéndose de complejos lingüísticos y de genero que lastraron a generaciones anteriores, en una bailable pieza candidata a ser una de las más escuchadas en los próximos meses en Galicia.
Las fiestas populares generaban miles de puestos de trabajo en Galicia antes de la pandemia. El año pasado arrancaron, pero con unas normas que desanimaron a muchos pueblos antes de organizarlas. Ahora la patronal del sector dice que la Xunta va a eliminar esas restricciones por lo que llama a las comisiones a ponerse las pilas y empezar a organizar los festejos.
Con una producción cero y con un horizonte que se asemeja a una tundra, el sector de las orquestas dibuja un panorama muy desfavorable para una industria que cada año mueve millones de euros en Galicia y genera miles de empleos.
La Xunta aprueba la primera ley autonómica de espectáculos, que contempla multas para la reventa o el exceso de aforo.