Los jets privados siguen volando por encima de nuestras cabezas mientras esperamos que el hidroavión, tal vez el único operativo, descargue el agua sobre las llamas que se aproximan, solo para ganar un minuto más de tiempo que nos conceda recoger los álbumes familiares antes de salir por patas para no ver nunca más nuestro hogar. Los desastres naturales provocan tantos o más desplazados que las guerras.